LA MUERTE SE VISTIÓ DE CHARRO

Por: Olegario Zamudio Quezada

16 / Agosto / 2013

Tranquilo el niño estaba sentado en la banqueta, la muerte que lo miraba insistentemente se disfrazó de charro ante la mirada indolente del infante, también se encubrió de mujer hermosa ante la mirada de desdén del niño, luego la muerte se disfrazó de carrito de juguete y el niño al verlo, estiró la mano para tomarlo y entonces la muerte hiso por el, lo único que podía hacer, llevárselo consigo, porque con la muerte no se juega.

Mi madre tuvo quince hijos, cuando yo nací al final, solo conocí a diez de ellos, un día la cuestioné, porque había tenido tantos y me contestó que había sido por la voluntad de Dios, imagínate –le dije- si hubiera sido la voluntad del diablo y como siempre, se rio de mi ocurrencia.

Todos mis hermanos están azamudiados tienden a ser medios oscos, parcos y agrios en familia, así es que con esa sintonía se me ha hecho difícil hacérmelos mis amigos, pero en cambio en la vida, me puedo jactar de que he hecho muchos amigos y amigas, en cambio a estos, si he podido hacerlos mis hermanos, luego entonces mi parentesco es limitado, pero mi familia es cada vez más amplia.

Esto viene a colación, porque hace no muchos años en Mazatlán nació Juan Pablo, que por alguna razón que desconozco, su madre decidió apartarlo de su lado, de su vida y lo entregó en responsabilidad completa a mi Primo hermano Pepe y su esposa panchita, lo hiso por conducto de mi hermana mayor, la Lola, ella siempreque lo veía al Juanito, incluso ahora ya de adulto, lo abrazaba y lo besaba como un hijo más de ella.

Juan Pablo llegó adoptado al hogar de mis primos en Guadalajara que no podían fecundar bebes, llegó como una bendición de fecundidad, con su presencia trajo otros dos niños mas, que antes no daban visos de poder llegar, ellos de nombre Rosario (Chayito) y José Calata Alias el choreasí como él me dijo llamarse, cuando nos conocimos y nos presentamos.

Juanito nació el año en que el Pápa Juan Pablo segundo visito México, por eso le pusieron el nombre del apóstol, ya en su nuevo hogar Juanito sin distingo alguno, tuvo abuelitos, papas, tíos y primos, muchos primos, también mi prolifera familia Zamudio Quezada, nos agregamos con Juanito como su parentela, pero aún más, nos agregamos como su familia primera también.

La semana pasada me marcó a mi teléfono mi prima Josefina que casi nunca me marca, para informarme que Juanito había fallecido en un hospital de Guadalajara, se le paró el corazón eso me dijo, después de escuchar la noticia en el área de lectura de mí casa, creí escuchar a mi madre en mi presentimiento que me pedía, que fuera acompañarlos en su sentimiento y me dispuse a ir.

Entonces repentinamente me habló un amigo para decirme que iba para Guadalajara que si se me ofrecía algo, le contesté que sí, que se me ofrecía ir, llegamos a la gasolinera a comprar comida y le dije a la viejita de las tortas, que me dolía y punzaba un oído y me recomendó unas hojitas de ruda, luego una persona que escuchaba la conversación al lado, de manera espontanea me regaló un frasco de gotas de Soldrin.

Llegué a Guadalajara a la Jilguero ya de noche y bajo una lluvia moderada, como si el cielo llorara el deceso de Juan, duré casi media hora parado en la esquina de la calle, mientras los miraba tender unas lonas para cubrirse del sereno, acomodar sillas y servir café con pan, todos absolutamente todos, colaboraban en silencio, hasta que mi prima Estherme descubrió, callado, con el rostro serio y la garganta añusgada sin poder emitir palabra alguna, todo porque los recuerdos se me sumaban uno tras otro .

Ya en la madrugada, solo custodiábamos el Ataúd, el Chore y yo, él entre sollozos me comentaba vivencias, me decía que su hermano era el que siempre lo ayudaba y le hacía paros, le contesté al Chore, ahora que ya no está tu papá ni tu hermano mayor, ahora él hombre de la casa eres tu -le dije-, te toca mostrar lo que eres capas de ser y hacer por ti mismo y por los demás en tu encomienda moral, recuerdo que después de mis palabras, se paró frente a la tapa del ataúd abierto y ya no se lo que hablaba, porque yo me concentré en rezar.