EL IV PODER

Por: Juan Fregoso

11 / Septiembre / 2013

Las causas generadoras del delito son muchas y muy variables, desde la desintegración familiar, las condiciones de pobreza, los narco corridos y hasta la influencia nociva que transmiten los medios electrónicos hoy en día más sofisticados, entre otros factores, tal y como lo señala atinadamente la doctora especializada en problemas de los adolescentes, Guillermina Mejía Soto.

La investigadora, en un extraordinario ensayo denominado impacto de los medios de comunicación en la conducta sexual de los adolescentes, destaca que los medios de comunicación, incluyendo prensa escrita, música, radio, televisión, cine, videos, videojuegos e internet, se encuentran señalados—desde hace muchos años—como responsables (si no directamente culpables), de la modificación de actitudes y conductas sexuales de los jóvenes en los últimos tiempos.

Emitir esta afirmación es muy sencillo. Lo difícil es probarlo. La Academia Americana de Pediatría (AAP), a través de algunos de sus diferentes comités como educación pública, comunicaciones, adolescentes, ha estudiado a fondo este problema así como la relación de los medios con violencia, la obesidad, los trastornos alimentarios, el uso y abuso de sustancias adictivas o el bajo rendimiento escolar.

Entre otras cosas, la doctora Mejía Soto apunta que la televisión es seguramente el vehículo más importante de comunicación en el mundo moderno. Prácticamente no existe hogar o centro poblacional por más aislado que se encuentre, que no reciba una señal de televisión ya sea directa, por cable o satelital. A lo largo de los últimos 20 años, por lo menos, la (AAP) ha expresado en muchas ocasiones su preocupación por el tiempo que los jóvenes dedican a ver televisión y las consecuencias adversas directamente en relación con esta circunstancia.

Las referencias en tal sentido son innumerables; no obstante citaremos sólo algunas. El promedio de tiempo que los adolescentes pasan frente al televisor se calcula conservadoramente en alrededor de 21 horas por semana y si a esto se suma el tiempo invertido en videojuegos, estamos hablando de 35 a 55 horas, es decir, cinco a ocho horas diarias.

La violencia es casi un componente obligado en la programación televisiva, aun en programas tan inocentes como los dibujos animados. Estimaciones conservadoras ubican en alrededor de 10 mil el número de escenas violentas que los adolescentes contemplan por año y de 15 mil las imágenes con contenido sexual explícito. La situación se agrava por la falta de control parental sobre lo que sus hijos contemplan en la televisión. En este sentido, una encuesta reciente mostró que sólo 45 por ciento de los padres aseguró que contemplaba los programas junto a sus hijos.

El inicio temprano de la actividad sexual actúa como un detonador de otras conductas de riesgo como infecciones de transmisión sexual, tales como embarazos no deseados, alcoholismo, tabaquismo y otras adicciones, además de dificultades escolares y comportamientos antisociales, incluso delincuenciales.

Parece ser una experiencia universal que los adolescentes se inician cada vez más jóvenes en la práctica de relaciones sexuales. El Instituto de la Juventud, en su encuesta de 2001, refiere que 65 por ciento de las y los adolescentes entre 15 y 19 años ya se han iniciado en las relaciones sexuales. Las estimaciones de la (AAP) señalan que cerca de 50 por ciento de las mujeres y 75 por ciento de los varones lo han hecho al llegar a los 17 años de edad y para esta época las mujeres cuentan con un promedio de cuatro parejas sexuales y los hombres de cinco.
En los EU cerca 4 por ciento de los estudiantes de secundaria tienen historias de infecciones de transmisión sexual y el número de embarazos no deseados ronda la cifra del millón, mientras que en México esta cifra es de 362 mil por año en mujeres menores de 20 años, según el Consejo Mexicano de Población.

La (AAP) insiste en la relación directa entre exposición a escenas de contenido sexual y la conducta y el comportamiento sexual de los adolescentes. En la televisión el sexo se asocia con humor, alegría, desenfado y nunca—o pocas veces—con los peligros asociados al sexo desaprensivo. En un reciente análisis prospectivo entre mil 792 adolescentes de 12 a 17 años de edad, entrevistados y vueltos a entrevistar con un año de diferencia sobre sus hábitos de ver televisión y sus experiencias sexuales, mostró que quienes veían más programas televisivos y con mayor contenido sexual tenían una probabilidad de inicio de relaciones sexuales mucho mayor que sus compañeros que no tenían este hábito.

Por otra parte, el cine juega un papel predominante en este asunto sumamente delicado. Así, la relación entre ver películas pornográficas clasificadas como XXX y tener conductas sexuales de riesgo puede igualmente especularse como factible. Una evaluación reciente de un grupo de 522 adolescentes de 14 a 18 años registró que 29. 7 por ciento de ellos que se consideró más adepto a este tipo de cine, mostró también una actitud negativa hacia el uso del condón, la presencia de múltiples parejas sexuales, menos disposición al uso de anticonceptivos y una mayor frecuencia de prueba positiva a clamidia en relación con sus pares y consideró menos importante el comportamiento emocional entre las parejas y menospreció conceptos como ‘matrimonio’ o ‘monogamia’.

Asimismo, desde hace más de 50 años, el ritmo, el colorido y la variedad de la oferta de la música popular, con la llegada del rock, el pop y tendencias similares, ha experimentado cambios. Las letras de las canciones actuales contienen cada vez más referencias explícitas al sexo, a la violencia y las drogas, lo que se adorna con escenarios fantásticos, muchachos y muchachas en actitud permanente de fiesta y desenfreno, en videos de propaganda de tabaco, alcohol y demás.

Un análisis del contenido tanto de violencia como de referencias sexuales explícitas de 518 videos musicales exhibidos en los EU reveló que cerca de 80 por ciento mostraba escenas con alto contenido de agresión, con promedio de 6. 1 por ciento actos de violencia abierta por video y particularmente escenas de sexo con agresión. Por otro lado no se puede soslayar el hecho de que la música es también un vehículo importante de identidad entre los adolescentes. Se calcula en alrededor de 40 horas a la semana el tiempo que los jóvenes la escuchan, ya sea en su casa, automóvil o en reuniones sociales y que una parte considerable de la producción de grupos musicales está diseñada con sonidos estridentes, palabras altisonantes o mensajes provocadores que de adrede parecen ofender a las buenas conciencias de los adultos, lo cual podría considerarse como una forma—por lo menos aséptica—de rebelión adolescente.

En los EU se calcula que 82 por ciento de los jóvenes entre 8 y 18 años de edad habita en casas donde hay por lo menos un videojuego y que los adolescentes dedican aproximadamente una hora diaria a este entretenimiento. Para sus promotores, la práctica de estos juegos incrementa las habilidades visimotoras de sus adeptos y puede incrementar la relación social a través del contacto interpersonal. Sin embargo, la mayoría de estos juegos contiene una enorme dosis de agresión y es profundamente enajenante: profusión de golpes, pleitos, sangre, muertos, el empleo de tabaco o alcohol y lo peor, el hecho de que el triunfador es quien arremete, maltrata, mata, ofende o ataca al mayor número de contrarios.

También en EU se calcula que los adolescentes entre 17 años navegan por internet alrededor de cuatro días a la semana y por lo menos dos horas en cada ocasión, lo que les permite un acceso prácticamente ilimitado a sitios de la red que pueden contener material abiertamente pornográfico y además enlazarlos con charlas instantáneas en tiempo real, ‘chats’, en las que existe el peligro de que pueden recibir solicitudes de contacto peligrosos que eventualmente pueden llevarles a experiencias dañinas. La literatura en este sentido es aún muy escasa, pero un estudio reciente mostró que 19 por ciento de un grupo de mil 500 adolescentes entrevistados reportó haber recibido por lo menos una solicitud sexual vía internet durante el último año y 3 por ciento la calificó como agresiva.

Finalmente, sólo resta destacar la influencia negativa que ejerce la prensa escrita. Los periódicos y revistas constituyen una fuente inagotable de información, tanto positiva como negativa, si no es que abiertamente pornográfica. Basta pararse frente a un puesto expendedor de periódicos para contemplar la oferta de material de contenido sexual más o menos explícito. La medida del impacto que la prensa escrita pueda provocar en los adolescentes varía mucho, en razón de la enorme variabilidad de sus hábitos de su lectura y la oferta que llegue a sus manos. Visto este panorama podemos concluir que nuestra juventud se encuentra atrapada en un mundo virtual que los conduce a un peligroso laberinto sin salida.