EL IV PODER: Las mil y una noches y el petróleo

Por: Juan Fregoso

12 / Septiembre / 2013

Este año las fiestas patrias se llevarán a cabo en un escenario nada halagüeño, principalmente porque el gobierno federal se encuentra discutiendo una serie de reformas que en opinión de éste sacarán al país del estancamiento en que se encuentra. Entre esas reformas destaca la energética que no tiene más fin que la privatización de la industria petrolera, aunque oficialmente se diga todo lo contrario, la realidad es que Pemex se encuentra a un paso de volver a manos de las compañías extranjeras como en el porfiriato.


El llamado oro negro sigue siendo el manjar más codiciado por las grandes potencias extranjeras, principalmente de Estados Unidos. Por ello, se dice que es urgente y necesaria una reforma energética que complemente o avance en lo poco logrado con las reformas de 2008 y 2009. Entre los argumentos gubernamentales se explica que el petróleo aporta el 38 por ciento de los ingresos del gobierno, pero además, porque el país cada día necesita de más productos petrolíferos refinados, desde el gas doméstico, fertilizantes, fumigantes y toda la variedad de plástico y productos sintéticos, entre muchos otros de sus derivados.

La tirada del gobierno se puede resumir en una sola frase: Privatizar el petróleo, así de simple, pero así de complicado también, porque ya quedó demostrado que el pueblo no está de acuerdo con esta contrarreforma que lesionará la soberanía y hará más dependiente a México de otros países, pero en este marco se celebrará la Independencia, palabra que tiene un contenido histórico de gran trascendencia en la vida política de cualquier país, en México de llevarse a cabo la venta de Pemex significa que las figuras de Miguel Hidalgo y de Lázaro Cárdenas quedarán reducidas a meras cenizas y sus luchas por la emancipación del yugo español, en el caso de Hidalgo, de nada habrá servido como tampoco el patriotismo de Cárdenas, cada uno, por supuesto, ubicado en su contexto histórico, porque los remanentes más rancios del porfiriato están empecinados en entregar nuestra principal riqueza a los norteamericanos, los ingleses y hasta algunos políticos mexicanos consentidos del sistema.


Las mil y una noches y el petróleo

¡Quién habría de decirles a los árabes que la obra más universal de toda su literatura, Las mil y una noches iba a convertir al más popular de sus cuentos, Aladino y la Lámpara Maravillosa, en casi una realidad! Solamente que en lugar de frotar una vieja y carcomida lámpara para que brotara felicidad y riqueza, en realidad los árabes, o más exactamente las empresas petroleras inglesas y norteamericanas, tuvieron que rascar y perforar viejas, carcomidas y estériles arenas arábigas, para que brotara felicidad y riqueza a través de un chorro de petróleo.

Pronto las demás naciones colindantes, entre ellas dos venerables matronas de la Historia, como Mesopotamia y Persia, vinieron a sumarse a la Arabia Saudita para integrar el bloque unido más numeroso de países petroleros. Fueron Arabia Saudita, Irán (antigua Persia), Irak (antigua Mesopotamia) Kuwait, Yemén, Quatar, Bahrein y Abu Dhavi.


Una doble semejanza, tanto geológica como humana agregó nuevas regiones petroleras al grupo asiático; en lo humano, grupos étnicos muy próximos entre sí, y en lo geológico, conformaciones cretáceas cubiertas por arenosas llanuras. Fueron las regiones africanas del Chad, Argelia, Libia y Nigeria. Al descubrir los habitantes de esos países petroleros, tanto asiáticos como africanos, que el predominio y rivalidad petrolíferos ya no giraba alrededor de Estados Unidos y de la extinta Unión Soviética, acordaron unirse y sumar sus esfuerzos para contrarrestar el sempiterno poderío económico que desde entonces han ejercido, en relación con el petróleo, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética y a través de sus empresarios, Holanda y la Gran Bretaña, y acordaron formar tanto los asiáticos como los africanos, un bloque de países productores de petróleo a los que se sumaron, en nuestra América, Venezuela y el Ecuador. Así fue como nació la OPEP: Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo.


Al dominar el conjunto de estos países el mayor porcentaje de la producción petrolera en el mundo, y al advertir la miseria con la que pagaban su petróleo todos los compradores, a iniciativa del ya desaparecido Muamar Kadafi, entonces gobernante de Libia, acordaron cuadruplicar el precio del petróleo de la noche a la mañana. Y como a su vez, ya había aumentado considerablemente la propia producción de sus respectivos pozos petroleros, resultó que se hizo tangible el milagro de Aladino, y entre otros, los dueños arábigos del petróleo se hicieron inmensamente ricos.

México y alguno que otro país de mucho menor importancia petrolífera (Argentina, Perú), quedaron a la expectativa, con anhelos, más o menos, frenados por la duda de afiliarse a la OPEP, tal como fue el caso de México que prefirió mantenerse al margen en aras de una supuesta autonomía. Así, desde esta perspectiva no sabemos a ciencia cierta cuál será el futuro del petróleo y junto con el, cuál será el porvenir de todos esos países. Lo que sí sabemos es que se trata de uno de los asuntos más importantes de este mundo. Por ejemplo, ni duda cabe, que sobre el petróleo sigue girando mucho más del 50 por ciento de la dinámica universal: los transportes en primerísimo lugar, pero también gran parte de la energía que mueve las fábricas y la luz de muchas ciudades.

Así como también, un gran número de herbicidas y fumigantes; muchos textiles e importantes detergentes y productos farmacéuticos. Y también podemos especular que lo más grave de todo consiste en que el petróleo durará más o menos lo mismo que va a durar el presente sexenio de ser aprobada la reforma energética. Las preguntas inevitables son ¿qué ocurrirá cuando se termine este combustible?, ¿qué ocurrirá con los actuales derrochadores jeques árabes? Es decir, ¿de qué vivirán los actuales hombres más ricos y voraces del planeta?

En México valen las mismas interrogantes para los Slim, los Salinas de Gortari, los Salinas Pliego, los Aspe Armella, los Coldwell, los Calderón, los Peña Nieto y de toda esa caterva de rufianes que furtivamente son dueños de acciones de Pemex, y lo peor, qué le espera al pueblo de México, quizá los mexicanos esperan frotar la vieja y carcomida lámpara de Aladino para que los salve de la privatización y puedan impedir de este modo que pase la reforma energética por el cedazo de los legisladores serviles con el presidente de la República, principal impulsor de la mencionada reforma. Pero de todo este sainete una cosa es cierta, la burbuja de la inconformidad ya estalló y sus consecuencias no parece que serán buenas, de ahí que el gobierno se encuentra en el filo de la navaja a causa de satisfacer los caprichos fomentados por el vecino del norte, sin embargo, aún es tiempo de rectificar el rumbo, después puede ser demasiado tarde.