EL ITACATE: Los impuestos que se avecinan no serán pastelitos para el pueblo

11 / Noviembre / 2013

En el ya casi mítico, legendario y proverbial recinto del Toro Loco (Grand Hands),s urgió la anécdota de aquella platica entre dos personajes claves del reino de Luis XVI de francia, aquel llamado Rey Sol y que decía de sí mismo El Estado Soy Yo. Nos referimos al cardenal Mazarino y a Colbertel, el ministro de finanzas. Se puede consultar por interné, como dice el erudito poeta del grupo. El eje central del tema fueron los impuestos, del cómo seguir obteniéndolos para seguir dilapidándolos irresponsablemente en vanidades versallescas sin que el pueblo protestara y siguiera con esas crueles y corruptas imposiciones del reino. Mazarino le dice a Colbert que a un plebeyo, a un simple mortal, se le pone en paz mandándolo a la cárcel, por desobligado, pero al que no se le puede castigar de la misma manera se le deja en libertad de seguir delinquiendo, y éste último seria el propio estado, que inventaría nuevos y demenciales impuestos sobre las ya sanguinolientas espaldas del sufrido pueblo, condenándolo anticristianamente al hambre y la miseria (niños, ancianos y mujeres, sin piedad), todo esto mientras el monarca y su consorte, su corte de lambiscones ,sus proxenetas y amantes, la rancia y anquilosada nobleza feudal, llenaban de vicios y excrementos los rincones de palacio (es bien sabido que en Versalles no había retretes).

Los onerosos y criminales impuestos, la indolencia de la corte ante el sufrimiento de la gente humilde ,la adulación cortesana que ocultaba la cruel realidad al monarca, que se creía estimado y querido por las masas populares gracias a esos rastreros

lamesuelas profesionales, fué un detonante, un verdadero caldo de cultivo, para que estallara la revolución francesa (1789) ,donde la guillotina no paró, ni de noche ni de día, por así decirlo, en cortar cabezas, como la del descendiente del rey Luis XIV, es decir Luis XVI, y su mujer, María Antonieta.

Dos anécdotas a guisa de ejemplo que sirven para enfatizar el mundo y dimensión irreal en que se movían aquellos seres humanos de regias coronas. El escenario común es el palacio de Versalles.

Luis XVI, al escuchar informes de descontento en París y enterarse de la toma de la Bastilla, le pregunta al conde Rochefoulcaud si aquella era una revuelta, a lo que éste le contesta: ¡no señor es una revolución!.

La otra, cuando la reina María Antonieta es informada por sus damas de compañía que el pueblo de parís se está muriendo de hambre a lo que, admirada, les ordena inocentemente y de inmediato un: ¡dénles pasteles!.
Así las cosas. Ahora bien sería interesante publicar -ya que andamos de crononautas por aquella época francesa—lo relativo al enigmático personaje que estuvo preso por muchos años en la Bastilla con una máscara de hierro, historia que desempolvaría el escritor Francisco Maria Arouet,

FINIS TERRAE-Esperemos que en nuestro México no vayan a surgir epidemias de cólera colérica de tintes jacobinos y guillotinas hechas en casa, digo, por lo que está pasando actualmente.