El palapar de Tuxpan orgullo truncado

15 / Enero / 2014

Bajo el influjo de sendas bebidas etílicas que no era una sola, ni de un solo tipo; anestesiado para no sentir la pena de solicitar un favor; un día me vio Víctor el Guicho Estrada Si ha habido algo de lo que sienta o me haya sentido orgulloso de mi Tuxpan querido, es de su Palapar.
Y siguió a punta de lagrimas añorando aquel hermoso bosque que poco a poco hemos ida acabando.
Me pidió que escribiera sobre el Palapar, porque hoy para él era

El Orgullo truncado
Aquel bosque compuesto de más de 90 por ciento por palmeras; con muchos cedros, con muchas chalatas, con muchas amapas, con árboles frutales, y una gran diversidad vegetal; hoy no está amenazado por la mano del hombre; ¡Hoy está destruido!

Históricamente en medio de etapas de extrema pobreza, el Palapar aliviaba el hambre de los pobladores más pobres; muchas décadas el coquito de aceite, fue vital para hacer el jabón pinto y nuestro pueblo, pasaba horas y horas quebrando coco de aceite para venderlo a Don Alfredo González dueño de la Fábrica de jabón La Aurora.

Más mal que bien, pero el pueblo comía.

Aquel bosque espeso, casi inexpugnable contenía en sus entrañas grandes piezas de cacería que por su gran cantidad, no corría peligro de extinguirse; era muy común oír hablar de venados, de jabalíes, de tigrillos; de armadillos y conejos en suma cantidad; la voz de la naturaleza limpia y pura llegaba a orillas del pueblo, pues a escasos metros del otrora Tuxpan estaba el Palapar, y los coyotes parecían que estaban en los corrales de las casas, muchas veces los venados atravesaron el pueblo y los conejos y armadillos podían ser cazados a pocos metros de las casas.

El susurro del viento, haciendo melodía con las palapas, orquestaban hermosas voces de tonos inimaginables, que todos podíamos oír.

¡Cuánta belleza es capaz de prodigarnos la naturaleza!

Campesinos y no campesinos vivíamos con intensidad la melodía de la vida, sin tapujos industriales, sin mentiras progresistas, sin afanes oscuros.

Aquel enorme bosque, muchas veces nos salvo la vida, porque era una enorme barrera de protección para los tuxpeños; como olvidar que el ciclón Kenna hubiera ocasionado miles de muertos; la barrera natural lo impidió y el ciclón terrorífico nos golpeo con poco menos de 4 grados.

¡El Palapar nos salvo otra vez!

Pero las ambiciones, porque no es el hambre, tomaron las decisiones más antinaturales que jamás se vieron aquí. Después de la destrucción ocasionada por el ciclón Kenna, el Palapar aun con heridas sangrantes, con sus penachos de palapas por el suelo, de manera ignominiosa ¡Se le prendió fuego!

Durando encendido un mes o más. Muchos cerebros tapados, muchos corazones ciegos, iniciaron la tumba de palmeras de manera absurda, para tener más tierras de cultivo; los árboles caían como los hombres en las guerras; sin pena y lo peor ¡Sin castigo!

La casa de Enriqueta, la habitante del Palapar redondo; la que podías conquistar trayéndola a la iglesia a caballo, sin voltear a verla, la casa de miles de seres vivos, la tierra que recibió la influencia de los coquitos traídos del Caribe fue destruida y sigue destruyéndose.

Aquella hermosa vista llena de vida plena de cantos de pájaros, de parloteos extraordinarios de secretos y de entregas naturales ¡Se acabo!

Aquella belleza, aquella inspiradora superficie verde, aquella hermosura; hoy es para mí y los tuxpeños bien nacidos.

¡El orgullo truncado!
Maestro Pablo G. Pérez Ulloa.