EL ITACATE: Gilberto (A) El Chino Mexicano, todo un garbanzo de a libra en el arte narrativo.

Por Agustín Almanza Aguilar

04 / Febrero / 2014

Sinceramente –y en buena lid-, ¡cómo admiro la imaginación y la capacidad narrativa de mi buen amigo (y lo enfatizo así, con orgullo) el ya casi inmortal y poseedor de la mítica y legendaria Piedra Filosofal, tan cara a aquellos Strulo Bruggs, del clan de los Luggnaggienses, de los que nos habla el buen Jonatán Swift en sus Viajes de Gulliver (Cap. IX)! Me refiero a ese otro viajero de lo fantástico real, al Chino Rambo Chingón, Gilberto Rodríguez, que este febrero cumple años (65) ¡Felicidades hermano!

Hombre sencillo, siempre de buen humor, muy activo y curioso intelectual –sigue buscando las huellas de Marco Polo, ya no con el emperador Kublai Khan, en Mongolia, sino en las Finis Terrae del esperanto, cerca del archipiélago Malayo, donde canta Blues y Bossa Nova el Viejo Dragón Komodo, con coros del Demonio de Tasmania.

En lo personal resulta muy agradable el escucharlo disertar sobre muy diversos temas, ver sus dibujos y pinturas, ya al óleo o en tinta china (of curse), que brotan de su inagotable fuente espiritual. Su presencia es básica, fundamental, en esa especie de cofradía tipo Corte de Avalon, donde el original grupo de Caballeros del Grial –siempre gustando del contenido exquisito de la Sangre-Real de sus druídicos calderos; cráteras céltico-irlandesas-, Allá en las alturas, diría la Dama del Reino, la Señora Yolanda.
Desde esa óptica, allende al poniente, vemos también al agudo galeno reír muy a su noble guisa, con su mete rebosando de ideas, y brindando, según los cánones, por el buen término de la Gran Obra; por el dominio del minotauro en los laberintos del ser. Ello con sonrisas de benevolencia y aquiescencia fenicia, por parte de la prudencia y el positivo cacumen –proverbial- de los descendientes del Líbano (Nayin).

El anfitrión, que aún sigue con su peculiar mano, levantada, queriendo hablar desde hace ya memorial tiempo –se le olvida que es un club de alquimistas, donde el tiempo no existe, sólo un Eterno Presente-, sigue escuchando al Chino Mexicano, mientras Bob Mathías cuenta las losas de la terraza de Baalbek, y el observador Pepe sigue esperando la caída de la uña

Pero llega fatalmente la hora-momento del buey yantar, del jamar gitano, y al grito del ¡Mexicanos, al ataque!, dá comienzo el ritual coronario del digno ágape, continuando las risas y los chascarrillos.

¡Una tarde ganada! –pudo decir, al fin, el Toro Loco, satisfecho de que los comensales hayan dejado el irredento micrófono.

ANCLA INSULAR: Gilberto, hermano, amigo, que el Gran Arquitecto del Universo te siga protegiendo y tengas muchos días de estos.