UN RÉQUIEM PARA MI HERMANO ESTEBAN CASTAÑEDA.

11 / Abril / 2014

Por José María Castañeda

SANTIAGO.- Cada que tenía oportunidad le reprochaba a mi hermano Esteban el que se haya ausentado de su familia buscando mejores perspectivas de vida en la Unión Americana solía decirle: Soñé que recuperaba al hermano que alguna vez salió de Santiago Ixcuintla, buscando los medios económicos para comprar herramienta para que pusiera su taller mecánico y que permaneciera con su esposa e hijos.

Su respuesta inmediata era no estés ‘chingando’, vengo a estar con mi familia, y luego estar aquí en tu casa, ¿para qué empieces a regañarme?. Cosa que por prudencia hacía que guardara silencio; ya que en cierta forma tenía razón, venía a pasar unos días aquí en Santiago, para luego regresarse a los Ángeles California, por lo que comprendía que no debía mortificarlo.

Mi hermano Esteban Castañeda, tenia al morir 60 años de edad, era el primogénito de una prole de 12 hermanos, de los cuales nada más quedamos José María, Rosa María, María Félix, Adriana, y Rodrigo. Y fue en 1974 cuando se fue por primera vez a los Estados Unidos a trabajar en el campo, tocándole en suerte que al año siguiente de acuerdo a una amnistía para los trabajadores de campo se les otorgó la residencia, por lo que mi hermano ilusionado, partió a las tierras del Tío Sam en busca de mejores oportunidades, sin imaginar siquiera que ese sería el primer paso para su desgracia.

Mi hermano, quien en mi niñez y adolescencia fue una especie de ídolo para mí, ya que era dueño de una inteligencia fuera de lo común; ya que oficio que tomaba era oficio que dominaba, y así lo vi convertirse en albañil, luego lo vi aprender el oficio de mecánico, más tarde el de chofer de camiones pesados, y así de manera sucesiva. Por eso cuando lo vi partir a los Estados Unidos sentí una opresión en el corazón presintiendo quizá que estaba perdiendo a mi ídolo, cosa que así sucedió, ya que de aquel lejano año del 74, Esteban vino a Santiago, algunas 16 veces, visitas que fueron pocas si se toma en cuenta que estuvo allá 40 años.

En una de esas visitas a su tierra, alguna vez, me comentó su esposa, mi cuñada: Chema, anoche que llegó tu hermano borracho a dormir a la casa al quitarle el pantalón se le cayó de la bolsa una bolsita con un polvillo blanco, el cual a la postre resultó ser cocaína. Mi primera impresión fue de sorpresa, luego de enojo, ya que como era posible que aquel buen hermano, aquel con quien me críe en la casa de mi abuela Juana, cayera del pedestal en que lo tenía.

Después me hice a la idea de que mi hermano quizá al verse solo en tierras estadounidenses se hizo adicto, ya que no tenía la presencia de una mujer que le hiciera compañía, y aquí va mi reproche también para mi cuñada, quien pese a que se la llevó con él, ésta se regresó bajo el argumento de que tenía que atender a su mamá, bajo el pretexto de que mientras su madre viviera ella siempre estaría con doña Carmen, como así se llama la santa señora quien merece todos mis respetos. En esas condiciones mi hermano además de su adicción a las drogas, también era alcohólico, por lo que no fueron pocas las ocasiones en las que fue arrestado, pagando condenas hasta por 3 años por conducir en estado de ebriedad y por felonía -como dicen los Gringos-, ya que no fueron pocas las ocasiones en las que cayó a la cárcel por el mismo delito. Debo decir también que mi hermano era muy despegado de la familia, ya que teniendo allá en los Ángeles y Oxnard California a María Félix y Adriana, respectivamente, pocas veces se comunicaba con ellas, quizá temiendo una recriminación de parte de ellas por el despego familiar.

Mi hermano, quien fuera mi ídolo de niño y de adolescente, recién había salido de la cárcel por incurrir de nuevo en manejar en estado de ebriedad, purgando una condena de 3 años, para variar, saliendo del reclusorio el pasado 31 de enero, e igual de desapegado como era jamás se comunicó con la familia, hasta este pasado miércoles 9 de abril, cuando mi hermana Rosa María, con lagrimas en los ojos, me dijo que mi hermano había muerto y que se encontraba en una funeraria de aquel condado en calidad de desconocido. ¡Vaya impresión que me llevé al saber su triste destino! Mi hermano mi ídolo de niño, mi héroe, aquel de quien siempre quise, había muerto, palabra que sentí un nudo en la garganta, quise llorar y me dio vergüenza al ver a mi esposa a un lado. Estoy escribiendo esta nota de mi hermano Esteban Castañeda, nota que para muchos será mucho muy fuerte por su contenido, pero quise hacerla así tal y como sucedieron las cosas, para que si alguien se encuentra en condiciones similares sepan valorar a sus familias, nada es más valioso en la vida que nuestras familias. El oropel que envuelve a los Estados Unidos, no es eso más que oropel.

Hoy nos encontramos con una grave realidad; conseguir los medios económicos para trasladar su cuerpo a la tierra que lo vió nacer, para darle cristiana sepultura antes que los gringos donen su cuerpo a una facultad de medicina para que hagan sus prácticas los estudiantes.

Por eso insisto: No dejen su tierra, no abandonen a sus familias; los Estados Unidos no es para todos, hay quienes regresan a bordo de flamantes camionetas, y hay otros que regresan en tristes.mortajas.

Te recuerdo con cariño, hermano, mi ídolo, el héroe que de niño para mí siempre fuiste, ahora en el silencio de mi estudio si puedo derramar mis lagrimas retenidas, diciéndote un hasta pronto, hermano.