El balneario El Manto y su encanto

24 / Abril / 2014

Por Oscar Verdín Camacho

El balneario El Manto, en el pequeño pueblo de El Rosario, municipio de Amatlán de Cañas, tiene su encanto.

Al fondo de la cañada corre el agua que todos los años atrae a miles de turistas. Seguramente lo es todo junto: la cascada que muchos quieren que golpee su espalda y cabeza, los pequeños chorros de agua tibia que brotan por las paredes de roca, el arroyo transparente que llega a varias pilas para el deleite de los visitantes, los árboles que siguen creciendo de lado y como sea pero aferrados a esas rocas, o las iguanas que de vez en vez se asoman y se quedan como pensativas, aunque listas para alejarse al menor movimiento.

En una de las pilas hay profundidad –cuatro metros a lo menos, calcula uno de los bañistas- y es lugar para lanzar clavados o brincos desde una base a unos tres metros de altura.

Hasta las decenas de escalones para bajar y subir tienen su fama. La mayoría, de regreso, hace varias pausas antes de llegar a la cima.

Se nota el ambiente familiar pero también están presentes las parejas de enamorados. Incluso, se explica, hay quienes regresan a El Manto para tomarse fotografías previo al matrimonio, las que adornarán la noche de boda o la sala de una casa.

De Jalisco, de Nayarit y de otras partes arriban a El Manto, especialmente en esta época de calor.

Se explica que pueden llevarse alimentos, refrescos, agua fresca, pero no bebidas alcohólicas que ahí venden.

Desde temprano es posible el ingreso y hasta que cae la tarde se permite la estancia por 60 pesos y 40 los niños.

El Manto tiene su encanto.