EL ITACATE

Por Agustín Almanza Aguilar

24 / Abril / 2014

Estaba leyendo sobre la Alhambra (Granada, España), ese hermosísimo palacio y fortaleza de exquisitos y armoniacas, con el río Darro a sus pies, y que fue residencia de reyes moros, comenzada a edificar a mediados del siglo trece por Mohamed I. Cuenta con olorosos y aromáticos jardines de alhelí, naranjos y arrayanes, los cueles, gracias a caprichosos giros del viento hacen que se expandan fragancias y perfumadas esencias (me cuenta Don Luis Abunader Bejarano, con un dejo nostálgico del quisiera estar allí). Tiene, asimismo, caprichosos adornos de azulejos, mosaicos, pinturas y fontanas de elitista gusto, y lo legendario de su alcázar,, con sus enigmáticas mujeres veladas Pero, en el inter, me topé con un personaje interesante, que dé su nombre título a esta entrega periodística: Almanzor (todavía nos e invitaba la fotografía, subrayó, para los curiosos indaga-heráldicas, ni para los que luego, luego, voltean hacia Murcia, añeja villa que, en tiempo de los romanos, llevaba el nombre de Almantica, y que cuando la Gesta de Don Pelayo, un cierto caballero oriundo de allí, combatió heroicamente a su lado contra los moros, lo que le valió reconocimiento y oportunidad de emparentar con la nobleza, en este caso con la casa de Don Froila Díaz, descendiente de los reyes de León, aclarándose que su nombre –apellido- no lleva la letra Zeta).

Bien; Almanzor se deriva de Al-Mansur (aquí, curiosamente, con la letra S), y significa Invencible. Éste hombre fue un guerrero temible, que combatió en España, cobrando fama de gran caudillo. Habría nacido cerca de Algeciras y de descendencia noble (939-1002) , estudiante de Córdoba, pero con una mal contagioso ¡Le dio por la poesía!. Era de mente despejada y buen jinete, lo que le valió la admiración del sultán Almaquem II (al que después bajaría a la sultana favorita, Sohbeya (Aurora), quien lo nombré su secretario particular, cargo por el cual se haría, también del trono, ascendiendo como Califa Real, soslayando al hijo legítimo sucesor de su antiguo protector

Obsesionado por el poder y las riquezas, combatió contra los cruzados, saliendo a pelar dos veces al año, así que en 26 años realizó 52 expediciones, siempre conquistando y saliendo vencedor: Arrasaría, incendiaría, saquearía a Zaragoza, León, Barcelona y Coímbra. En Galicia (Santiago de Compostela), se apoderó de las campanas de la catedral y, a lomos de unos cuatro mil hombres (cristianos prisioneros), las llevó a sus terrenos con el objetivo de convertirlas en lámparas para que alumbraran su mezquita pero, dos siglos más tarde, fueron rescatadas intactas, por Fernando III, que las devolvió a la propia Galicia.

Y todo se acaba, pues moriría de dolor y pesadumbre, con muy graves heridas, al ser derrotado en la batalla de Calatañazor, por las huestes de Castilla y Navarra, comandadas por Alfonso V de León. El lugar de su muerte: Medinaceli, a los 63 años de edad.

Vivía, en sus períodos de descanso, rodeado de científicos (principalmente médicos) y artistas, a los que protegió mucho. Su último deseo, fue que su cadáver fuera cubierto con el polvo que se había adherido a sus vestidos, los usados en sus combates; polvo que había tenido la curiosidad de ir guardando en una cajita de madera perfumada que llevaba siempre consigo para el efecto.

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI.