Líneas: ¿Se debe aplicar el detector de mentiras a los candidatos?

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

20 / Mayo / 2014

Tenemos tal cantidad de autores que se dedican a inventar superlativos, que bien podríamos ganar un título mundial –no solamente estatal o nacional- en el Libro de Guinness.

Por ahí oí un comentario sobre la conveniencia del uso del detector de mentiras aplicado a los candidatos (o pre) en campaña, a la hora de hacer sus discursos o entablar pláticas en las visitas domiciliarias. Esto disiparía las dudas y generaría confianza en aquellos que se deciden por la no participación a causa de tanta mentira.

Sería una nueva forma de demostrar quién tiene la razón al afirmar vehementemente que va a cumplir con las promesas que se desgranan incesantes en los inocentes oídos de los futuros (¿) votantes -un 30% del cien- debido a la incredulidad causada por tanto labioso que ha circulado por los puestos públicos.
Y decimos inocentes porque en verdad se hacen los que no oyen las repeticiones de cada trienio o sexenio: lo mismo y con iguales resultados Nada más que cada vez estos (los resultados invisibles) son más agobiantes.

En tiempo de elecciones vemos y oímos a las cuadrillas de jóvenes (en su mayoría) portando camisetas con mensajes impresos a pleno rayazo del sol, haciendo sonar los aparatos lanzando cantaletas y jingles con el demás ruido ensordecedor, porque va a pasar el nuevo sujeto representando a tal o cual partido con el ahora sí se resolverán todos los problemas, sean cuales fueran TODOS Empezando por no resolver los inmediatos, o sea los que les prometen a sus corifeos los que se la parten resistiendo las inclemencias del tiempo, los aguijones de las mal pasadas y el enfado de escuchar las mismas mamarrachadas horas y horas de tedio fingiendo una alegría que están muy lejos de sentir recibiendo una miseria como pago –si no es que promesas-, tan parecida a la que percibirán los convencidos ciudadanos Menos mal que ahora duran poco tiempo.

Aunque con la aclaración –ineludible- de que no trae una varita mágica para resolver el asunto de las deudas a los trabajadores, o de la irregular recolección de basura, o de los policuicos embozados e ininidentificables, que con el cuento de la inseguridad cometen muchos delitos o el de los cinturones del vicio en pleno centro de las ciudades o el desabasto de medicinas o la carencia de atención médica para aquellos que la demandan en las instituciones oficiales o el de tantas otras dificultades que causan a la sociedad al ostentar el abuso del poder y no cumplir lo pactado con la fácil salida del: NO HAY LANA.

Un detector bastaría para calificar a los calientes en la veracidad de sus palabras, Pero esto debiera hacerse en público, a la hora de bañarse de pueblo y dirigir sus peroratas a la gente acarreada y no Sin excusas ni pretextos, abiertos al diálogo y a las preguntas de todos y cada uno de los ciudadanos, sin un script previamente elaborado, simple y llanamente: ¿va usted a resolver el problema del agua potable sin palabrería o sin discurso demagógico y sin quejarse de la falta de dinero? ¿Cuándo podremos constatar el suministro del líquido vital en determinada colonia? ¿Cuánto se va a bajar de los sueldos que pretenden cobrar usted y su equipo, en el supuesto caso de arribar al poder?

Y así sucesivamente, puras preguntas lógicas, nada imaginario, la realidad puesta en escena y a su muy libre decisión.

¿Cuándo van a reparar las calles de las 300 y pico de colonias de la capital nayarita? ¿Por qué nada más unas cuántas del centro de la ciudad? ¿Por qué ese afán chingativo de presumir obras y no hacer los trabajos como se merece la gente? ¿Cuándo vamos a dejar de ser los primeros en mentir?

Así con el detector de mentiras en la mano (comprado por el público, no por los mismos politiqueros), se tendrían pruebas fehacientes de que el señor candidato está obrando con legalidad y con el derecho de corresponder a las demandas del pueblo en forma correcta, inequívoca... Cuando menos tiene ganas de servir. Aquello que dicen a la hora de tomar el mando de: que si no lo hiciere, que me lo demande quedaría de manera secundaria, porque con el detector no habría forma de eludir las responsabilidades asumidas, y no valdrían excusas posteriores porque quienes las escuchen tiene que tener la seguridad de que no miente el que está asegurando una respuesta. Que no quede un asomo de duda.
Y tendrían los presuntos, la seguridad de que el pueblo les entregará el voto de una manera irrestricta, no tendrían porqué robárselo, porque no habrá ninguna incertidumbre de que viene él o la pretensa, con la verdadera entrega y propósito de servir y no servirse de su gente.

De otra manera se volverían candidatos triunfantes al recibir el título de excesos medidos en el mencionado Libro de Guinness, que ya ven como toma con humorismo británico terriblemente en serio lo trivial y cuantifica lo inmensurable (que no puede medirse o de difícil medida), y podrían establecer una marca mundial de mentiras sostenidas a los largo de un trienio –o de un sexenio-.

Ahora ¿aceptarían utilizar el detector de mentiras los especialistas en el engaño? ¿Qué dirán los del Factbook maiceados?

(Sería como ponérselo a Peña Nieto a la hora de preguntarle: ¿Por qué usted no propone ayudar a nuestro pueblo exigiendo un salario mínimo de 250 pesos diarios?).

Control Señores Control Que digan misa No nos hagamos, aquellos alegarán que no se vale usar estos artefactos ante la prístina actitud de estos seres humanos bendecidos por la mano del pastor en donde no cabe la menor duda de que no se ocupa ningún artefacto para probar que tienen las mejores intenciones de clavar las garras como usualmente vienen haciendo
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