EL ITACATE: NICCOLÓ MAQUIAVELO Y LOS POLÍTICOS MODERNOS

Por Agustín Almanza Aguilar

21 / Mayo / 2014

Un príncipe no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio, y cuando las razones que la hicieron prometer no existen Es necesario saber encubrir bien este natural, y tener gran habilidad para fingir y disimular (Cap. XVIII, párrafo 3, ‘DE QUÉ MODO LOS PRÍNCIPES DEBEN GUARDAER LA FÉ DADA’).

Así pensaba Niccoló Maquiavelo, el controvertido autor de ‘EL PRÍNCIPE’, y a quien se le tiene como el prototipo de la persona cínica, inmoral, hipócrita, y que recomendaba tal actitud para el gobernante/príncipe, al que el ‘bienestar del pueblo’ debería importarle un soberano prepucio
Esto en el siglo XVI, aclarando que nada qué ver con nuestra amadísima modernidad política, donde todo está bonito y bien, donde no existe la corrupción y la gente del poder es divinamente honesta y muy honrada, bueno, casi casi el paraíso en la Tierra.

Leemos, de nuevo, en su libro (de texto, para sinvergüenzas): No es de poca importancia para un príncipe la elección de los ministros
La primera conjetura que se hace sobre el talento de un príncipe es ver los hombres que tiene a su alrededor (), pues el primer error que comete, lo comete en esta elección (‘DE LOS SECRETARIOS QUE LOS PRÍNCIPES TIENEN A SU LADO’, Cap. XXII, 1,3). Sale sobrando explicar que se habla de los grupos de colaboradores ya leales o ya traidores, los cómplices en el quehacer gubernamental, éstos últimos los que se despachan con la cuchara grande en el reparto del botín y piensan más en sí mismos que en su patrón. Pero luego sigue con LOS ADULADORES (Cap. XXIII), De los cuales –enfatiza el florentino- están llenas las cortes. Dice que los hombres se complacen demasiado en sus propias cosas (hedonismo, egolatría), engañándose con ello, que con dificultad se defienden de ESTA PESTE. Los príncipes/gobernantes están rodeados de esta ralea de ‘colaboradores/ministros/secretarios’ que son los que se encargan de ocultarle la realidad de las necesidades del pueblo, y sólo andan con sus espejitos por los pasillos y salones poniéndoselos frente al rostro del soberano, o como aquellos granujas sastres del cuento ‘Los vestidos del Emperador’. Esta DELETÉREA excrementosidad es la que viste y maquilla grotescamente de payaso (con mucho respeto para los verdaderos profesionales de este gran arte) y lo montan en su caligulesco trono con el fin de actúe asegún sus conveniencias en éste Gran Teatro Existencial, donde hace el ridículo de una manera –ahora sí que- ‘Soberana’. Al respecto hay que recordar aquélla gran frase de SÉNECA: El Adulador es un enemigo Oculto, o bien, Al Amigo hay que Herirlo con la Verdad, para no Matarlo con la Mentira.

Maquiavelo vivió tan sólo 43 años (1469-1527), en una época turbulenta para Italia, siendo huérfano de padre a los 16 años y educado por su madre en el amor a las letras. Contemporáneo –por mencionar personajes- de ese gran Genio que fue Leonardo Da Vinci, o Miguel Ángel (el que hacía renegar al Papa Julio II, cuando pintaba en la Capilla Sixtina), y de Colón, y siendo testigo del auge de la invención de Gutenberg (la Imprenta). De él se ha dicho que era de un claro y elevado intelecto, tan elevado que le impedía ver la oscura senda por la que caminaba. Fue encarcelado y torturado y luego libertado por amnistía (1513), cuando los tiempos de Lorenzo de Médicis, llamado ‘El Magnífico’. Allí andaba pululando Girolamo Savonarola

Quizás el ‘pecado’ del ‘Old Nick’ (como lo llamaban los ingleses, en referencia al Diablo) fue el haber precisado las viejas reglas del juego de la política en términos prácticos, revelando la doble moral de la especia humana, con sus pasiones inconfesables. Se trata de una guía política donde se contempla para nada la ética, ni para con el derecho de las gentes; es un manual de agresión con fines dictatoriales. El modelo en el que se inspiró Niccoló fue el hijo del Pontífice Alejandro VI, el hermano de Lucrecia, César, y el texto lo dedicó al entonces jovencito Lorenzo de Médicis

Sólo importaban los motivos políticos, las poderosas ‘Razones de Estado’. Soñaba con una Monarquía Absoluta, y para concretizarla era necesario actuara con toda la maldad posible (ya dijimos que allí las promesas políticas eran como ‘papel sanitario’, como ahora), con suma astucia e hipocresía, donde la corrupción y las complicidades de sus ministros fueran como una organizada delincuencia, una Mafia (al fin italiano). Maquiavelo toma una consideración pesimista de la humanidad, es decir, que la vida social está regida por las pasiones del poder, del afán de dominio y de riqueza, y la búsqueda de la utilidad en provecho propio; una técnica de cómo conseguir el poder absoluto, conservarlo y acrecentarlo: Como si la existencia terrenal fuera eterna. Que nunca se fuera a acabar (ni un ‘puño de tierra’ se llevarán los maquiavélicos en sus entierros, muriendo despreciados y escupidos por el pueblo).
VANITAS VANITATUM: No Cualquiera mi Reina; No Cualquiera (Mediocre spot del INE)