Estado de los ESTADOS

Por Lilia Arellano

05 / Septiembre / 2014

Septiembre.- Toda la publicidad que se ha generado para anunciar la nueva terminal aérea en la capital de la República, como toda obra, tiene seguidores y opiniones en contra. Entre los seguidores están quienes viajan por el mundo, conocen otros aeropuertos, establecen diferencias, se congratulan de que el país cuente con uno que haga que todo se vea bonito al descender de la aeronave, que se tengan muchas tiendas para hacer muchas compras, sobre todo para la adquisición de prendas de marca, de moda, de lujo. Difícilmente se compara toda esta felicidad que embarga a miles de mexicanos con la que débilmente sienten millones que se sorprenden de la magnitud de la obra, misma que, al conocerla, hace que la salsa, el chile y los frijoles se les salgan del taco. Algunos de ellos, inclusive, se aprestan a trabajar orgullosamente al lado de los creadores del diseño y, ante esas oportunidades únicas lavan y relavan sus huaraches, hacen maletas, preparan itacates, se aprestan a juntar dinero y llegar a la gran capital como conquistadores.

Porque ya les dijeron que van a crearse miles de empleos, de esos que les darán de comer a muchos albañiles –no todos los que se quisiera porque los avances en el terreno de la construcción han eliminado a muchos de ellos, a los de la cuchara, al que acarrea las mezclas, a los que las preparan, al encargado de la obra que es muy bueno para manejar a su gente pero que carece de título universitario y a muchos más-, por un tiempo, un corto tiempo. Las opiniones en contra son pocas y de ellas ni siquiera se opina, no explican la situación del terreno que no se cree que de un sexenio a otro hubiese pasado de ser provocador de hundimiento a firme. Eso sí, se aclara, no pisarán Atenco, ahí les dejarán a esos campesinos rijosos sus tierras que, sin duda, habrán de tener un muy alto valor que no pasará desapercibido para quienes hacen negocios en torno a las terminales aéreas. El arreglo será entonces de particular a particular y con otras cifras que tal vez los convenzan.

Cuando se pensó que abatir la corrupción, dejar atrás la impunidad, poner las cuentas en orden, regresar la seguridad al pueblo, activar el mercado interno, volver los ojos a la producción agropecuaria, a la pesca, a las actividades productivas, detener los saqueos en las minas, obedecer el mandato constitucional que obliga a todos a pagar los impuestos que corresponden, dejar atrás el endeudamiento, generar empleos, dar inicio a un nuevo ciclo de preparación escolar y universitaria, borrar del mapa tantos negocios que se hacen en torno a los servicios de salud, entre otros retos que requieren de inmediata atención, se presenta como la mega obra del sexenio, el sello del regreso del PRI a la presidencia de la República la construcción de una nueva terminal aérea que, por cierto, iniciarán de inmediato, el próximo mes.

120 mil millones de pesos costará la obra que dicen generará 160 mil empleos directos e indirectos, de los cuales solo 600 mil permanecerán y en otros niveles, en distintas contrataciones cuando ya la terminal entre en operación.Al presentar el proyecto, el titular del Ejecutivo señaló: quiero ser muy enfático: todas las actividades vinculadas al desarrollo del proyecto se harán con transparencia y pleno respeto a la ley, garantizando la protección de los derechos de los habitantes de las colonias y comunidades colindantes. O sea hay un borrón y cuenta nueva y ni quien se acuerde del encarcelamiento de los líderes de Atenco, ni queda registro de que los mandaron a una cárcel de máxima seguridad, menos aún se tiene en cuenta que como el plan foxista situaba una ampliación en Texcoco, el entonces gobernador y hoy presidente tuvo que ver con el trato dado a los defensores de su tierra. Eso es de antes y el ahora, es ahora.