AHASVERO

30 / Septiembre / 2014

Por Chilo Cervantes

Cuando Cristo avanzaba hacia el monte calvario llevando a cuestas la pesada cruz donde sería crucificado, vencido por el cansancio, se detuvo brevemente frente a la puerta de una casa para intentar recobrarse un poco y así proseguir. Allí se encontraba Ahasvero, un judío remendón de zapatos que ordenó al hijo de Dios proseguir su camino. La humanidad entera se preguntará el motivo que aquel hombre tuvo para negar al rey de los judíos, coronado de espinas, los breves instantes de descanso que necesitaba. Le motivó un repudio injustificado hacia el Salvador del que la plebe se mofaba, o se acobardó ante la cercanía de los soldados que conminaban al Cristo sangrante a seguir. Ahasvero fue castigado al convertirse en El Judío Errante, caminando siempre con descansos muy pequeños, tan breves como los que negó al Creador a la puerta de su casa. Desde entonces, y durante muchos años, recordando el dramático incidente ocurrido en el camino del calvario, las gentes de muchos países han creído ver en distintas partes del mundo a Ahasvero. Ha sido suficiente ver pasar a un hombre viejo barbado y sudoroso, vistiendo andrajos, de mirada desconfiada y de cansado andar, agobiado por los años, para recordar al judío de la tradición. Al paso de los años, y vistas las guerras ocurridas en todos los pueblos de la tierra, con millones de hombres muertos, ciudades arrasadas, familias destruidas, ciclones, hambres, terremotos, el mundo se ha olvidado un poco del judío errante porque otros dramas gigantescos se han presentado en la tierra. Aunque los judíos han recibido el estigma universal de la muerte de Cristo, seguramente ellos no escogieron para sí el que en su tierra ocurriera el máximo drama de todos los tiempos. Ellos fueron los escogidos para ser los protagonistas en el nacimiento de la cristiandad. No eran guerreros pero eran un pueblo fuerte que durante siglos pudo soportar la esclavitud de los persas, ya de los turcos, ya de los egipcios, y tras los siglos de cautiverio seguir existiendo sin perder sus raíces y manteniendo sus costumbres, su cultura y tradiciones. De pronto nos ha parecido que acaso ningún pueblo de la antigüedad reunía las condiciones adecuadas para el nacimiento de una cultura cristiana que habría de extenderse por todo el mundo vertiginosamente marcando para siempre la fecha de todos los pueblos de la tierra con el nacimiento de Jesús en su culminación en el Monte Calvario. Nos preguntamos si los judíos no serán los más malos sino los más fuertes. El estigma contra ellos pierde fuerza cuando pensamos que en realidad fueron escogidos para sufrir. Ningún país de la tierra ha pagado las enormes cuotas de sangre y ningún pueblo del globo terrestre ha sido tan perseguido como ellos. A lo mejor no hemos comprendido el gran sacrificio que les tocó afrontar dando un ejemplo de abnegación, de proporciones gloriosas. El tercer Reich alemán los hizo caminar al patíbulo y a las cámaras de gases. Perecieron millones de ellos y una fuerza poderosa que fácilmente puede advertirse, evita su total destrucción. Hicieron un vergel agrícola en la patria que recibió asentada en los desiertos. Por su aspecto, tienen características indefinidas. No son negros, a pesar de que viven en las cercanías del continente africano; no son árabes aunque su tierra no está lejos de Mesopotamia entre el Éufrates y el Tigris; no pueden confundirse con los rusos no obstante de vivir al sur de las montañas de Armenia. Pero allí están. Fueron pues escogidos. Dios es infinita bondad. En esta Navidad que los niños de toda la tierra sueñen. Él permitirá que el judío errante se detenga a descansar y que sus ojos vidriosos por los años, disfruten con las risas cantarinas de los pequeños que en todas partes estarán esperando al hijo de María que nació judío en el Portal de Belén. (Cel. 311 230 92 30)