DESTELLOS Y ATISBOS : EL NACIMIENTO DE LA MADUREZ

Por Ana Dafne Almanza Zambrano

30 / Diciembre / 2014

El parto más difícil es el nacimiento de la madurez.

Es dejar ese lugar oscuro, cálido y apacible que reconforta, por la luz que ilumina un amplio camino.

Es dejar de luchar para vencer.
Es seguir tu naturaleza. Es solo ser.

Ese contacto de la esencia pura con el mundo, podrá ser la maravillosa oportunidad que dará inicio al más bello recorrido que tendrá como destino la conjugación de la luz y la sombra.

UN ADIÓS

Jamás olvidaré esa mirada que habló directamente a mí corazón.

Dijiste adiós... un adiós inolvidable... un adiós que me hizo vibrar.

Era el zumbido de una vibración lo que escuché una vez, dos veces, tres veces y no cesaba, no era nada que pudiera observar, ni corregir. Tape mis oídos para no escuchar más y me recargue en la pared, pero el zumbido se convirtió en vibración así que destape mis oídos; ahora escuchaba y sentía esa vibración. No lo niego, me dio miedo. Así que intente fingir que no pasaba nada, pero fue vano. Era como si esa vibración quisiera decir algo, así que nuevamente me mantuve alerta y un impulso me llevó hasta tu puerta, mientras tanto, una fuerza me detuvo en la entrada. Solo una voz en mi mente me dijo: Ya, y yo respondí No, aún no. Fue como haber tenido una charla de más de una hora en tan solo un segundo, pues pasaron tantas imágenes y pensamientos dentro de mí que en ese instante acepte tu despedida y agradecí el haberte conocido.

Tenía la sensación de estar más cerca de ti como nunca antes. El universo era tuyo y tú de él... te sentí pleno y jovial. Eras la armonía de las estrellas. Y como una estrella fugaz te fuiste feliz. Aceptación, gratitud y tranquilidad fue lo que sentí.
Bellas experiencias a tu lado, historias que dejaron huella, un pasado del cual aprender y páginas en blanco que escribir nos has dejado. Dijiste Adiós, pero aún vives en mí.

Tal como el caracol deja su caparazón y dentro de él su melodía, así te fuiste tú a ocupar otro espacio y sólo basta con cerrar los ojos para escuchar desde mi interior lo importante que fuiste en mi vida.

Tu adiós aún me hace vibrar y una lágrima derramar, pues todavía recuerdo esa hermosa despedida con la que te llevaste las orejas y el rabo matador.