LUIS CARRILLO VENTURA DE JALA

Por: Olegario Zamudio Quezada

21 / Enero / 2015

En la madrugada llegué al sureño pueblo mágico de Jala, Nayarit; el frio entumía hasta los huesos. Las calles estaban desiertas. Una señora que caminaba con unas escobas de limpia calles en la mano, deambulaba por los lóbregos empedrados. Justo a ella le pregunté dónde estaban velando a mi amigo Luis Carrillo Ventura, y con la mano desocupada me señaló una callejuela oscura.

Al llegar y descender de mi carro en la casa de los padres de mi amigo, lo custodiaban dos grandes fogones en el cual se refugiaban unos parroquianos del frio, que al verme me cuestionaron de dónde yo era. Les contesté en simple, soy fuereño; nací de aquí muy lejos. Luego llegué directo a la puerta y me encaminé al ataúd donde descansaba Luis Carrillo.

Ahí estaba él, trajeado y mustio. Hice lo único que pude: con mi mano izquierda empuñando una cruz magnética le pedí al creador, ese que está en todo lugar, que lo acogiera con su manto. Que le perdonara sus pecados y que también perdonara a los que lo habían ofendido. Cuando mentalmente terminé mi oración, como por azar empezaron, entre varios, a cantar Yo nací sin fortuna y sin nada, desafiando el peligro de frente.

Ahí, frente al féretro del Luis, concluí que la vida tiene medida. Que esta se da en razón de tu poder de inserción y de involucramiento en sociedad. De tu capacidad para ser y hacer amigos. Mientras no lo seamos y no tengamos amigos, somos gregariamente como un árbol verde, lleno de clorofila sí, pero un árbol al fin.

Transcurrieron las horas entre coronas, flores y el desconcierto aun de su familia. Ya al amanecer cuestioné a su hermano Abel -¿cómo se puede concebir la vida?-, y me contestó que esta se balancea entre el tiempo que vives y en el contratiempo que la vida misma te cobra por tus actos, tus creencias y tus hechos, hasta el final de tu caminar por la tierra.

Camino al Panteón Municipal, lo puedo definir a Luis como un hombre osado. Cargó en el principio de su vida con la única herencia de su padre, el ejemplo por el trabajo. Lo demás fue parte de su evolución y su desarrollo, por su condición de osado hizo amigos. También por ello hizo detractores. Era un tipo suigeneris: a sus amigos a los que les refería cariño, los saludaba con un muy discreto pellizco en la oreja.

Muchos compañeros de su generación se refugiaron en él. Fue vocero de casi toda una descendencia de muchachos camaradas de viaje del Amigo Emilio. Ya por la tarde fue trasladado a la Iglesia Basílica de Jala. Ahí, juntos esperábamos Raúl de los Santos y un servidor, hasta que un amigo común me jaló para atrás tomándome del brazo izquierdo y la charla terminó.

Los naturales de su tierra decidieron desechar la carrosa y lo trasladaron a su última morada a hombros. En ese tránsito entre llanto e incertidumbre, la banda le tocó, Un puño de tierra y por un amor. Más delante estaba Remberto Delgado, esperándolo en la esquina de su casa. Yo caminaba delante y en momentos le preguntaba a sus hijos que lo cargaban, que si pesaba mucho el ataúd de Luis, y me contestaban con un movimiento de manos. Una respuesta incierta a mis ojos.

Con la presencia de los hijos que Engendró, lo enterraron a escasos metros de la tumba del Padre Ledezma, entre un cielo azul, florecientes cardos y verdes lirios. También ante las palabras entrecortadas y llenas de sentimiento de su hermano Abel, a quien el tiempo se le acortó para decir todo lo que albergaba en su pecho por su Luigi, como él le decía.

Yo tenía muy claro el sentimiento de mis amigos de generación y acudí preparado para emitir un mensaje en nombre de ellos y el mío propio, pero aun así me mantuve respetuoso y replegado, ante lo que para ellos era el escenario que les pertenecía, la circunstancia final de mi osado amigo, que ya casi al final le cantaron me caí de la nube.
Creo que en el futuro, me tocará enterrar a varios más de mi generación. Espero que también tengamos entre el dolor, el gusto de escuchar la música que les gusta y cuando yo me muera que esta no sea menos. Que me entierren con la banda. Que no me anden con lutitos, que es puritita propaganda, como dice la canción de mi tierra. Claro, voy a dejar dinero para que paguen la banda.