El niño indígena que se impregnó en Luz María

* Si ella murió el lunes 20 de abril, Raymundo de la Cruz Lemus también un mes de abril: el día uno, del 2001, época en que Luz María era presidenta de la Comisión Estatal de Derechos.

22 / Abril / 2015

Por Oscar Verdín Camacho

El nombre de Raymundo de la Cruz Lemus, un adolescente indígena de 14 años de edad, se impregnó en la carne de Luz María Parra Cabeza de Vaca.

Si ella murió el lunes 20 de abril, él también un mes de abril: el día uno, del 2001, época en que Luz María era presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH).

La impotencia por la muerte del niño en Santa Cruz, municipio de Acaponeta, a manos de policías estatales, atrapó a Luz María y la enfrentó con funcionarios de la entonces Procuraduría General de Justicia (PGJ). Los apretó. Pronto emitió una recomendación al procurador Jorge Armando Bañuelos Ahumada, exigiendo que el caso no quedara impune, y fue pieza clave cuando el asunto fue remitido a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Luz María hablaba una y otra vez de Raymundo en su trabajo, con sus amigos, con su familia, y el asunto no sólo la dignificó como funcionaria pública, sino que dejó un claro ejemplo de que la Comisión Estatal de Derechos Humanos no debe encubrir los abusos. No se vale, no se vale, era una frase que repetía.

Pero el de Raymundo no fue el único caso que la llevó a enfrentarse al aparato del Gobierno del Estado. También motivó que un acontecimiento de tortura a cuatro hombres en el sexenio de Rigoberto Ochoa Zaragoza, años después fuera conocido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), lo que provocó que el gobierno de Antonio Echevarría Domínguez los indultara, ante la posibilidad de que el organismo internacional emitiera una recomendación al Gobierno de la República que encabezaba Vicente Fox.

Con Luz María a la cabeza, esa época podría ser la que dio una mayor dignidad al trabajo de la CEDH en su historia en Nayarit.
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De Guadalajara, Jalisco, Luz María muchas veces contó que por allá en 1980 creyó que sólo estaría en Nayarit por unos meses. Su esposo Guadalupe de Anda era jugador de futbol en Los Coras del Tepic.

Al atardecer de este lunes 20, De Anda completó a Relatos Nayarit la anécdota: platicaba con el gobernador Rogelio Flores Curiel de su interés por regresar a Guadalajara, puesto que allá estaban su esposa y su primera hija, pequeña aún, pero el titular del Poder Ejecutivo lo animó a quedarse. El coronel solía ir a ver los partidos y gratificaba a los jugadores.

En presencia del goleador, Flores Curiel se comunicó con un funcionario del Tribunal Superior de Justicia para preguntar por el que sería el primer juzgado familiar que estaba por abrirse. ¿Su esposa está titulada?, preguntó de pronto el gobernador.

Y listo: así Los Coras continuaron con su jugador estrella, y así Luz María se convirtió en juez familiar. Tendría unos 27 años.
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Licenciada, algún día lo voy a contar, le decía este reportero a Luz María y ella aceptaba de buena gana. Ahorita no, pedía. Se reía.
Se trataba de algo que para muchos funcionarios puede ser simple, pero que a ella le resultaba imposible.

En el gobierno de Ney González Sánchez había sido designada titular del Instituto para la Mujer Nayarita.

Narraba que en un tiempo, los funcionarios recibieron asesoría sobre expresiones clave que debían pronunciar, tanto en presentaciones públicas como en entrevistas periodísticas, siempre mencionando al gobierno y a su titular.

Pero si se trataba de ensalzar al gobernador, ella no podía. Si se trataba de repetir frases bien armadas, jamás pudo decir una sola. Las palabras se detenían en la garganta.

Recordó que alguna vez, un asesor le suplicó en uno de los ensayos: dígalo, licenciada.

Pero ella no cedió. No podía. No debía. No era para repetir mentiras.
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La muerte de Luz María sorprendió y han sido muchas las expresiones de afecto, por su persona y por su trabajo.

Y es que su trabajo, sin necesidad de frases hechas, armadas, sí dejó su huella, su sello.