Da reo de Penal de Tepic último adiós a familiar

* Trasladan cuerpo a la prisión estatal para cumplir con la dolorosa despedida.

05 / Mayo / 2015

Por Oscar Verdín Camacho

Una señora de algunos 80 años de edad es ayudada a descender de una carroza de color blanco que se ha estacionado afuera de la penal de Tepic. La mujer lleva la tristeza en su semblante.

Apoyada en un bastón y acompañada por varias mujeres –quizás hijas y nietas-, caminan lentamente hasta el portón negro de la prisión estatal.

El permiso está otorgado con anticipación: ¡pásenle, pásenle!, les indica un guardia de seguridad. Y se colocan un gafete de visita. Son las 10:30 de la mañana o un poco más. Las mujeres se mantienen a la espera y de pie del otro lado del portón grande.

El chofer de la carroza se ajusta a las indicaciones de seguridad y detiene la marcha apenas ha ingresado a la penal.
Las familias de reos que esperan afuera, los custodios penitenciarios, los empleados judiciales, el personal administrativo, todos deducen lo que acontece: la carroza lleva el cuerpo familiar de alguien que está en prisión y es ahí, en la cárcel, donde acontecerá el último adiós, pero no es posible a puerta cerrada y en lo íntimo, sino a la vista de algunos por válidas razones de seguridad.
Tras unos minutos de espera, la carroza avanza unos 30 metros y se detiene a la altura de los juzgados penales. El empleado funerario acomoda una especie de mesa y coloca una parte del ataúd, lo suficiente para que la tapa pueda levantarse. Una rosa roja se observa en el cristal. Las mujeres vuelven a llorar por el familiar difunto y lo observan a través del vidrio. Una de ellas limpia las huellas dejadas con alguna toalla de papel.

Custodios penitenciarios hacen traer a un hombre delgado, de apellido Pérez, que inmediatamente se encorva hasta tocar ese vidrio que separa la vida de la muerte. Sus ojos se empapan y la imagen conmueve a los testigos. En un instante se presentan los recuerdos y toda la nostalgia por el fallecido.

Una de las mujeres le ofrece consuelo. Lo abraza. Se abraza con todas.

Unos minutos después, la carroza debe irse. Seguir algún camino pero que siempre termina y da vuelta en un panteón.

Dócil, llorando aún, Pérez atiende una indicación y acomoda sus manos hacia atrás y se aleja acompañado de guardias de seguridad. Las mujeres lo ven irse, también llorando.

Así el dolor se multiplica.