La libertad de expresión es de quien la trabaja: Payán

04 / Junio / 2015

Barcelona. Sé que la libertad de expresión es de quien la trabaja, como la tierra que soñó Zapata, señaló Carlos Payán Velver (DF, 1929), el periodista y director fundador de La Jornada en la emotiva ceremonia de entrega del Premio a la Libertad Expresión en Iberoamérica, que entrega cada año Casa América Catalunya. En una clase magistral de historia y periodismo, el maestro Payán recordó los difíciles años fundacionales del diario, en los que trabajó codo con codo con personajes cruciales en la historia del pensamiento crítico y el compromiso por la defensa de los derechos humanos en México, como Gabriel García Márquez, José Saramago, Francisco Toledo, Rufino Tamayo, Carmen Lira Saade y todos los periodistas que contribuyeron con su trabajo a crear un periódico que este año cumple su trigésimo primer aniversario.

Casa América Catalunya decidió reconocer la trayectoria impecable y la aportación crucial de Carlos Payán a la historia del periodismo en México en el siglo XX y de nuestros días. Este reconocimiento tiene la tradición de exaltar la labor de defensa de las libertades y del ejercicio del oficio desde una visión crítica y de darle voz a los que no la tienen. De ahí que ahora Carlos Payán forme parte de la lista que tiene a personalidades o instituciones como Medios para la Paz, el diario argentino Página 12, la organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras, la reportera mexicana Lydia Cacho, el escritor Sergio González Rodríguez y el periodista nicaragüense Carlos Fernández Chamorro, entre otros.
Payán, quien desde hace un tiempo vive junto a su mujer, la escritora colombiana Laura Restrepo, en un pueblo de los Pirineos, Ripoll, enarboló con su voz firme y rotunda un discurso claro que tituló Sobre las dificultades del oficio. Y en el que, en unas cuantas páginas, desplegó algunos pasajes de su singular biografía, pero sobre todo los principales aprendizajes que le ha dejado el periodismo. De hecho destacó que en su vida las dos decisiones más importantes que había tomado eran afiliarse y pertenecer al Partido Comunista Mexicano y abandonar la toga de abogado para cambiarla por la libreta y la pluma del periodista avieso e incisivo en el que se convirtió en poco tiempo.
Para abrir boca compartió una de las muchas lecciones que le dio la profesión y haber estado durando 12 años al frente de La Jornada, hasta que en 1996 cedió al testigo a la actual directora, Carmen Lira: Uno de los enemigos principales de la libertad de expresión y de su correlativo, la libertad de prensa, es la presión que ejerce el poder gubernamental desde sus diversas instancias.

Y tras citar una trilogía de episodios curiosos de la historia de México también habló de lo que ocurre en nuestros días, para lo que recordó el caso del despido de Carmen Aristegui de la empresa MVS por las presiones del poder público.
Otra dificultad que enfrente el periodismo, según Payán, es la presión de la Iglesia católica y sus jerarcas, que lo mismo se han opuesto de forma furibunda a la aprobación de leyes de interrupción voluntaria del embarazo que han estrechado un cerco de boicot de publicidad a los medios de comunicación que publicasen noticias polémicas sobre sus líderes espirituales, como ocurrió con el caso del fundador de Los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, cuando desde La Jornadase denunciaron los casos de abuso de menores.
Payán, que vivió con emoción el cálido homenaje de la institución catalana, también advirtió de las presiones de los empresarios: Hay que saber que cuando los empresarios hablan de libertad de expresión, en realidad están hablando de libertad de empresa. Para ellos, sólo es libertad de expresión la que defiende sus intereses económicos y la ideología que los sustenta. No hay que olvidar que en la inmensa mayoría de los casos, los periódicos, y ni se diga ya la televisión, sonpropiedad de empresarios, y no de periodistas. Por tanto, de entrada los medios están copados, o coptados. Tienen dueño, y ese dueño tiene intereses particulares, y utiliza el medio a su favor. Es más, justamente para eso lo tiene.

Pero también recordó su peculiar relación con Carlos Slim, a quien conoció mucho antes de que se convirtiera en uno de los hombres más ricos del planeta. Cuando lo conocí, hace ya un chingo de años, no era tan millonario como ahora, y llegamos a ser grandes amigos. Desde el principio me pareció que el hombre poseía el más agudo sentido común que yo había visto. Un día cenando juntos me dijo, Oye, tocayo, tu periódico tiene muy poca publicidad. Es cierto, le dije, el gobierno y los empresarios nos bloquean. Entonces me preguntó, ¿aceptarías que te enviara una? Le dije que sí, y empezó a enviarme regularmente avisos de una llantera que poseía. Me dijo: cuando los demás empresarios de llanteras vean esto, pensarán, Slim lo hizo apoyándose en un buen estudio de mercadeo, y van a empezar a enviarte publicidad ellos también. Así fue, efectivamente. A partir de entonces, Slim nunca dejó de apoyar al periódico, pese a la presión del gobierno para no lo hiciera, y pese a que los contenidos del diario no eran propiamente afines con su ideología.
Y, acto seguido, Payán recordó la impronta y esencial aportación en la historia del periódico de personajes como Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, José Saramago, Francisco Toledo y Rufino Tamayo, entre otros.
El director fundador de La Jornada también se refirió a la amenaza que supone para el periodismo en México la connivencia entre narcotraficantes y mafias con las instituciones públicas. Advirtió que 30 años después del asesinato de Manuel Buendía -acribillado antes de desvelar una lista de figuras públicas relacionadas con el narcotráfico- el crimen organizado campea por casi todas las regiones del país, amparado con freuencia por las autoridades.

Y ahí tuvo unas palabras de recuerdo y de denuncia sobre el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Advirtió que en este universo, en el que la democracia ha pasado a ser un espejismo, o un autoengaño, me atrevo a preguntar dónde existirá realmente esa libertad de expresión de la que hablamos. ¿Existe, o no pasa de ser un desideratum? O quizás un comodín. Porque cuando tratamos de defenderla, ¿qué estamos defendiendo?

Payán añadió que tras su largo recorrido por la vida le quedan intactas sus convicciones profundas y las enumeró: Que los medios deben de tener un código de conducta periodística ceñido a una ética estricta; no se debe ejercer el derecho a la libertad de expresión para calumniar, mentir, injuriar o denigrar, pues con ello solo la dejamos caer en el vacío; la libertad de expresión sólo existe como parodia allí donde se violan los demás derechos humanos; no olvidar que un periódico es producto de un quehacer colectivo; y estar del lado de las víctimas, de los ofendidos y humillados, de los pobres de la tierra, de los indefensos.