NUMINOR: CRÓNICAS DEL MÁS ACÁ

Por Agustín Almanza Aguilar

05 / Junio / 2015

Ser social es ser bueno, civilizado. Pero las leyes que hemos hecho los hombres no han servido para ello, y su función se ha prostituido. Los poderosos, tanto política como económicamente, ¿podrán ser juzgados de la misma manera que un indigente que no tiene la capacidad para comprar la conciencia de los encargados de impartir la justicia?... Shakespeare, crítico al fin de su sociedad, en boca de su personaje Hamlet, nos expresaba lo siguiente: En este mundo corrompido el oro aleja la justicia y compra con dádivas la integridad de las leyes ¿Habrá quién adule al pobre?... No Los que tienen almibarada lengua deben ir a lamer con ella la grandeza estúpida y doblar los goznes de sus rodillas donde la lisonja tiene precio. (Escenas XXII y X, actos II y III, respectivamente).

Hoy en día no se ven muy civilizados tales señores. Al través de los tiempos, las edades, las costumbres, las razas, y los pueblos, se ha demostrado que somos los mismos tipos, sólo con diferentes trajes y ropas. Que no se ha visto evolución cualitativa, pues. ¿Por qué razón?
Toda la historia que se nos ha enseñado se basa en las guerras y en las transacciones comerciales (El capital mueve montañas, pensaría Marx). LA evolución ha sido, principalmente, de carácter material, pero –y permítame insistir- no espiritual. He aquí el eje de mi pensamiento.

Nos estamos tornando insensibles ante las maravillas de la naturaleza; estamos contaminando criminalmente a la misma, pero de una manera tan inhumana que dan ganas de llorar.

¿Dónde está nuestra inteligencia de la que tanto hacemos gala? ¡Contaminada! ¡También nuestra mente está contaminada! Esto hay que tenerlo en cuanta. ¡Debemos salvar nuestra especie, a las criaturas que nos acompañan en esta aventura existencial; a la naturaleza que tan pródiga ha sido con nosotros!
Libertad. Tenemos miedo de ser responsables ante las leyes del Universo. Hacemos caso omiso de su significado, y, por temor a los colegas, muchas veces nos traicionamos a sí mismos. Por dentro pensamos en lo sincero, mas por fuera expresamos verdades a medias. El perjuicio al perjuicio. No somos auténticos, originales, y esto es un delito contra nuestra integridad mental ¿Somos o no somos?
Libertad, palabra que entraña muchas cosas. Pero, ¿hay libertad realmente en este mundo? No; lo dudo; somos esclavos de muchas cosas. Tenemos miedo a la verdad, por ello no somos libres. Pero, ¿qué es la verdad? ¿Quién tiene la verdad? Todos tenemos vislumbres de lo que creemos es la verdad. Pero nuestra verdad es relativa, en relación con la visión de otros. Todo es relativo en este universo. Entonces ¿cómo juzgar capazmente mi vida y la de los demás? ¿Cómo ser civilizado?

Un ejemplo: La realidad que nos circunda ¿es así como la palpamos y vemos y sentimos? No; es mi respuesta. Porque la superficie de una mesa, por más lisa que esté, dentro del mundo atómico se verán muchos espacios y rugosidades, que a llana percepción óptica y táctil no se captan.

Vivimos en un mundo misterioso. Y aquí van a saltar gruñendo varios lectores: ¡Misterio! (dirán) ¡Bah! Pero pocos hacen memoria por recordar las palabras de Alberto Einstein (al par que su fórmula que tiene tanto significado en nuestra cultura) y que se encuentra en su epitafio: La experiencia del misterio es la más hermosa que pude vivirse. Es la emoción fundamental que asiste al nacimiento del verdadero arte y de la verdadera ciencia.

Pero todo en nuestra actual civilización, e incluso en la historia de la humanidad, hay detalles para ser pesimistas.

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