NUMINOR: ¿Y DÓNDE ESTÁN LOS EVANGELIOS ORIGINALES?

Por Agustín Almanza Aguilar

19 / Junio / 2015

Tengo a la vista una Biblia Católica, la de la versión de Mons. Dr. Juan Straubinger (1967), que dice se trata de acuerdo a los textos primitivos. Ahora, ¿no son los originales? Éstos, ¿dónde se encuentran? ¿Qué nos dice de ello la iglesia ‘Universal’, la católica –que se supone es la verdadera-? Pues ya se dijo: se basa en textos ‘primitivos’, que entendemos no son los originales.

Una anécdota -¿o fue real el caso?- que se cuenta es que, al decidir la iglesia sobre cuáles eran los originales textos de los evangelios, se arrojaron al fuego los documentos que circulaban como verdaderos y –que por obra del espíritu santo- los que hoy en día manejamos, los de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, se elevaron –levitaron- milagrosamente por el aire y ya no hubo duda. La imagen que anexamos nos ilustra sobre el asunto, pero no hay que dejar de conservar que están presentes los monjes Dominicos, sí, aquellos encargados de convertir piadosamente a los herejes vía sus técnicas inquisitoriales. Dudo que haya sido real ese fenómeno; la iglesia ha inventado cada cosa

Este tema nos lleva a los concilios de Hippo (393 D.C.) y Cartago (397 D.C.), donde se formularon los catálogos de los textos, según los ‘Testigos de Jehová’ (véase: ‘Toda escritura es inspirada de Dios y es provechosa’, 1968, pág. 301). Concilios que no fueron ‘Ecuménicos’, es decir, convocados por el Papa y, por lo tanto, no gozan de la ‘Santa Infalibilidad’. El primero tal fue el de Nicea (325 D.C.) Los ‘testigos’ nos dicen que, en realidad, el canon de las escrituras cristianas ya estaba definido entonces, no por el decreto de algún concilio, sino por el uso de las congregaciones cristianas a través del mundo antiguo. O sea: la iglesia, entendida ésta como el conjunto entero de creyentes, no por obispos algunos, fue la que creó el canon. Ahora vámonos al siglo IV D.C., que es la época de los citados concilios, cuando los pontífices Siricio y Anastasio I.

Los Evangelios se habrían escrito en el idioma Griego común –‘koiné’-, que era el ‘internacional’, por así llamarlo. Aunque se acepta que el de Mateo lo fue, primero, en hebreo y luego él mismo lo tradujo al ‘koiné’. El último documento original del Nuevo Testamento, es atribuido al apóstol Juan (98 D.C.). Buen; pues ninguno de estos 27 manuscritos originales en el griego koiné ha sobrevivido hasta este día. No obstante, de esta fuente original han fluído hasta nosotros copias de los originales, copias de copias y familias de copias, hasta formarse un inmenso depósito de manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas (obra citada, pág. 315). ¡No existen, pues, los textos originales! ¿Y si los copistas agregaron algo de su cosecha o acorde a sus intereses?... ¿Está alterado el mensaje de Jesucristo? Por ejemplo, el asunto del apóstol Pedro y lo de las ‘laves del reino’: Y Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contar ella. Ahí te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos; lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos (Mateo –que sólo él menciona tan importante suceso-, XVI, 18-19. Straubinger, cit.) De este texto se han colgado para afirmar que el papado es, y será, infalible

Robert Ambelain –gran maestro de varias obediencias masónicas- nos habla al respecto: los documentos reales (¡y no aquellos ‘citados’ como ‘desparecidos’!) no son jamás anteriores a siglo IV. Pero termina dándonos una imagen de Jesucristo muy negativa, como bandolero, nunca nacido de una virgen, e hijo de un tal Judas de Gamala, que engendraría con María a ‘gemelos’ (¿Tomás, el llamado ‘Dídimo’, nombres que significan ‘gemelo’, según Ambelain?) Dejémos al ‘masón’ allí (véase: ‘Jesús o el Secreto Mortal de los Templarios’). Agregando que los originales decían una cosa, que no convenía al papado y era tarea urgente –entran los monasterios medievales- desaparecer toda huella negativa a sus intereses eclesiásticos

Daniel-Rops –‘Jesús en son temps’ (citado por Ambelain): Tómese nota de esta fecha: siglo IV. Los textos del Nuevo Testamento datan, en general, del periodo 50-100, por lo tanto de intercalan tres siglos entre su redacción y los primeros manuscritos completos que poseemos.
¿Sabroso el tema, verdad?

El Diccionario Ilustrado de la Biblia, publicado por la editorial Caribe, USA, 1986 (Editor Wilton M. Nelson) nos informa –en su apartado ‘Texto del Nuevo Testamento’- : que los originales se perdieron y que, de los siglos I al III D.C., sólo se conservan fragmentos, siendo los más completos los que se remontan a la segunda mitad del siglo IV, cuando se comenzó a usar el pergamino, en vez del papiro. O sea –se rafirma-, son copias de copias, con omisiones, añadiduras, alteraciones, etc. Manos que intervinieron para ‘armonizar’ doctrinas particulares O bien, que un copista –o varios- pudo haber trabajado con varios textos.

Vemos una pequeña relación de los manuscritos de los Evangelios Canónicos:
Codex Sinaiticus. Del siglo IV. Contiene casi todo el Antiguo Testamento y el Nuevo, la Carta de Bernabé, el Pastor de Hermas (parcialmente). Descubierto en 1844 por Tischendorf, en el monasterio de Santa Catalina, en el Monte Sinaí. SE encuentra en el Museo Británico de Londres.
Codex Vaticanus. Siglo IV. Contiene el Antiguo Testamento (con algunas páginas perdidas), y el Nuevo Testamento hasta la epístola de los Hechos. Entró en el Vaticano entre 1475 y 1481.
Se nos menciona también la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. ¿Cuáles fueron sus fuentes? Reina aceptó las traducciones griegas y latinas y su texto se basó en una versión francesa, que utilizó de Valera. Otra vez: no aparecen los originales

Ante esta situación, existen estudiosos que niegan la existencia histórica de Jesucristo, al que exponen como una figura ideal de un sincretismo de mitos y leyendas de carácter esotérico.
La respuesta es del lector (a)
Próxima entrega: ‘El Enigma de Cristo’.

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