Edición del Día
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03 / Julio / 2015
REPORTERO -dice una definición que entre broma y veras solía repetir un viejo profesor de la escuela de periodismo Carlos Septién García- es aquel ser extraño que cuando tiembla se olvida de su familia y sale de su casa a ver qué les pasó a los demás.
De algún modo eso es lo que hizo Jacobo Zabludovsky la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985. A la hora del terremoto se encontraba en su casa vistiéndose, preparándose para iniciar sus actividades del día. Era entonces director de los noticiarios de Televisa.
Se percató de que el fenómeno había sido intenso y prolongado. Encendió la televisión para ver qué se decía al respecto, pero todos los canales estaban fuera del aire. Pensé que a lo mejor era un problema de señales que afectaba la zona donde vivo.
Intentó comunicarse a sus oficinas en Televisa Chapultepec, pero algunos teléfonos no contestaban y otros estaban permanentemente ocupados. Supuse que algo grave había pasado.
Todavía acomodándose la ropa, abordó su automóvil y salió a la calle. Era una época, la de hace 20 años, en que los celulares no se habían inventado o no habían llegado a México. El gran invento era el teléfono en el coche. No lo podías separar del automóvil porque tenía un cable, pero era una gran ventaja.
Zabludovsky manejó por Paseo de la Reforma, y al llegar a la altura de los leones de bronce que guardan la entrada principal del bosque de Chapultepec buscó a la distancia el Angel de la Independencia. Era el referente. Se había caído durante el temblor de 1957, de manera que al verlo aún sobre la columna, dije: no pasó nada.
Fueron los primeros pasos de un recorrido que daría lugar a una de las grandes crónicas periodísticas de la tragedia.