NUMINOR: ¿RESURRECCIÓN O REENCARNACIÓN? (That’s the question)

Por Agustín Almanza Aguilar

02 / Septiembre / 2015

La muerte es una transformación necesaria, pero no aniquilación real, por lo tanto no debe afligirnos. Se nos ha enseñado que existe un ‘remedio’ que nos permite dominar los sufrimientos morales que afectan al común de los seres humanos, y vencer los dolores físicos suprimiendo la causa y los efectos de un gran número de enfermedades.

El alma, liberada de la carga corporal, en plana expansión, de una maravillosa independencia, toda bañada de esta luz inefable, accesible sólo a los espíritus puros as fases de vitalidad material y de existencia espiritual se suceden una a otras según leyes que rigen su ritmo y sus periodos. El alma solo abandona su cuerpo terrestre para animar otro nuevo. El anciano de ayer es el niño de mañana. Los desaparecidos se vuelven hallar, los extraviados se aproximan y los muertos renacen. Y la atracción misteriosa que liga entre sí a los seres y las cosas de evolución semejante, reúne, sin que lo sepan, a los que todavía viven y a los que ya no están no existe en absoluto separación verdadera y total, y la simple separación no debe producir angustia Estas certidumbres aseguran una serenidad moral indefectible, la calma en mitad de las agitaciones humanas, el menosprecio de los goces mundanos, un estoicismo revuelto y, sobre todo, ese poderoso consuelo que otorga el conocimiento secreto de nuestros orígenes y destino. (Fulcanelli, ‘Las Moradas Filosófales’, págs. 335-336).

El gran Apóstol Pablo nos habla de una maravillosa transformación de nustro sr –ése ‘vaso de barro que lleva un tesoro dentro’: II Corintios IV, 7- que pasará, en ‘un abrir y cerrar de ojos’, de lo mortal a lo inmortal (I Corintios, XV, 49-53)

Lamentablemente hoy en día impera el dominio de ‘la bestia’, de lo sensual, de lo carnal y terrestre. Porque tenemos un cuerpo animal y otro celeste (I Corintios, XV, 44-49); portamos dos naturalezas, opuestas y complementarias, la una ‘fija’, y la otra ‘volátil’: somos algo así como una ‘cosa doble’, lo que los textos medievales llamaron ‘Rebis’, y lo calificaron como un ‘compuesto de compuestos’. Un libro del Antiguo Testamento, el ‘Eclesiástico’ (XXXIII, 15) nos habla de esa ‘dualidad universal’: y de este modo has contemplado las obras del Altísimo; las veréis pareadas, y una opuesta a la otra.
Hay un libro, llamado ‘Kybalión’ (ignoro el nombre del autor, o autores), que nos habla de ‘El Principio de la Polaridad’: Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y antagónicos son lo mismo, los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan los opuestos no son, en realidad, sino los dos extremos de la misma cosa, consistiendo la diferencia, simplemente, en diversos grados entre ambos (Nota de la R.: ¿entonces el bien y el mal son la misma cosa?...) El mismo principio se manifiesta en la Luz y la Oscuridad el amor y el odio Pero, ya nos estamos saliendo del meollo del asunto. Todo apunta a que existe otro plano, otra dimensión de existencia.

Pablo nos menciona a un mundo, un universo ‘invisible’, que sería el espiritual (Colosenses I, 16). Entonces sí que debe existir vida consciente después, más allá, de nuestra muerte. Solo que aquí nos topamos con un dilema, una especie de bifurcación en el camino: ¿Resurrección o Reencarnación?...

Pero, entonces, las personas que murieron, ¿no están dormidas, como dicen las Sagradas Escrituras? ¿Se están moviendo en un plano espiritual? ¿Existe el ‘Infierno’?... ¿Estamos rodeados de misterio, de enigmas?... Se nos ha mostrado, también, que la materia no es tan compacta como parece ser. Hay quienes creen que somos espíritus encarnados, energías pensantes materializadas. Se sigue ignorando la esencia de la Casusa de las Causas
Si con la muerte termina todo, ¡que estúpida existencia llevamos! Nó; hay ‘lago’ más allá de la muerte: no somos tan pesimistas. ¿Qué clase de criaturas somos? Es inquietante y maravilloso saber que, con la conciencia que tenemos, no tengamos conciencia (sic) de lo que somos realmente. ¡Vaya jueguito!
Algunos amigos me comentaban que, posiblemente, aquellas ‘vestiduras de pieles’ que el Eterno les ‘diseñó a la medida’ a Adán y Eva no eran otra cosa que los cuerpos físicos que hoy tenemos como ‘herencia’. Ahora –ya que andamos encarrerados-, ¿aquellas personas que fueron resucitados por Profetas, por Jesucristo, o que los hicieron al estar éste en la cruz, volvieron a morir?... (Véase: I Reyes, XVII, 17-22; II Reyes, XIII, 21; Juan XI, 1-44; Mateo XXVII, 51-53).
Finalmente: ¿El bien y el mal son dos polos de una misma unidad?... (suena a herejía).

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