NUMINOR: Vendo Arte, no el físico: Vedette

Por Agustín Almanza Aguilar

08 / Septiembre / 2015

Yo lo que quiero es que se me valore por el gran arte que muestro y demuestro a diario, cotidianamente; por mi talento, inspiración y dones intelectuales que la naturaleza tuvo a bien otorgarme, y no sólo por mi físico, por la sensualidad que desbordo, por mis generosas y bien tornadas carnes que me encanta mostrar a mi público seguidor.

Así se expresaba la ‘vedette’ -¿qué significado etimológico tiene esta palabra?- Yelinty Xcirya, ante una pregunta de un entrevistador, allá en un ‘cabaret’ del D.F. Es interesante el contenido del texto, y muy revelador, de allí que arrancamos partes del mismo para darlas a conocer al ávido público lector. Vamos.

Ella es una especie de síntesis de muchas de esas ‘reinas de la noche’, y habló de los esfuerzos y satisfacciones implícitos en esa carrera que las ha convertido lo que ahora son, unas ‘estrellas del arte’.

En el escenario me siento divina, feliz. Es precioso salir y que toda la gente, toda, me esté viendo sólo a mí. Es una emoción increíble; me siento YO lo máximo, lo uy, uy, uy. Me encanta mi trabajo, me entrego a él. ¿Qué siento? La emoción de la artista que se realiza, que vibra. Por eso, cuando no trabajo me enfermo. Pero le advierto: tuve que luchar mucho para abrirme paso en este difícil ambiente, pero –insisto-, luché siempre decentemente; muy decentemente. Quizá por eso me costó más trabajo, pero lo logré. Este trabajo requiere estudio, dedicación y talento. La verdadera vedette no es la chica hermosa y nada más. Pasó el tiempo de la vedette bonita, ahora debe ser más culta y preparada, y beso solo se consigue con el estudio.

El reino de estas ‘cultas reinas’ es un mundo sórdido y efímero, que sólo existe de noche, donde el erotismo, la algarabía, el derroche se gasta al amanecer, entre estertores de vómitos y tufos de sobacos, y otras ‘curiosas’ cosas.
Ellas se alimentan de aplausos y reflejos de espejos; su palacio es el cabaret (o los llamados ‘bules’, dependiendo del billete). Su sonrisa se eterniza con kilos de maquillaje y sombras de rímel y carmín. Una corte de bailarinas, de coristas las envuelven, junto con otra fauna humana –entre ella los ‘zánganos’ y ‘padrotes’-. Pero las noches de fantasía dañan, aniquilan, hasta lo exótico de sus nombres.
En cuanto salgo al escenario –continúa Xcirya- hasta los borrachos se me quedan mirando y al rato tengo a todos hipnotizados; son míos entonces es cuando puedo entregarme y sentirme feliz de divertirlos. Porque eso es lo que busco: que la gente sea feliz.

¡Ah, claro que nó! Dice que rechaza la idea de que la vedette llegue a convertirse en una mercancía del empresario ofrecida a los clientes
Yo no tengo complejos de ninguna índole, ni me deslumbro ante la adulación, pero sí que trabajo por la lana, y he ganado mucha en la farándula, pero así lo he gastado. Debo decir que, contrario a lo que comúnmente se acepta, me gusta la vida hogareña, la vida sencilla, y la cultura. Leo mucho. No quiero ser millonaria, no aspiro lujos, y aspiro a tener hijos. Yo vendo arte, no el físico; tengo talento artístico, sé cantar, bailar, bueno, hacer de todo (sic)

Se oye la voz: A escena Yelinty. Y se despide con una alegre sonrisa. Es una noche más; una noche menos.

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