CON PRECAUCIÓN: No es necesario un título

Por Sergio Mejía Cano

01 / Octubre / 2015

En días pasados se dio a conocer en los medios informativos que en esta recién legislatura instaurada a nivel federal, representa entre sus integrantes el más bajo nivel educativo en la última década. Sin embargo, para gran parte de la opinión pública esto no tiene nada de extraño, ya que así la mayoría de sus integrantes se ostenten como profesionistas, esto no tiene nada que ver respecto a su actuación dentro de sus Cámaras respetivas. Bien pueden decir que tienen hasta maestrías y doctorados en equis materias, pero sus acciones delatan lo contrario.

Quizás para algunos de las nuevas generaciones sí llegue a apantallar alguna persona que presuma un título profesional; sin embargo, para quienes cuenten con más de 30 años de edad, posiblemente tengan sus dudas respecto a cómo se obtuvo ese título: si con artimañas, mediante compra o simple y sencillamente a través del esfuerzo de quemarse las pestañas; pero la duda podría persistir al comprobar la actuación de algunos profesionistas que por lo regular no unifican criterios respecto a un mismo tema referente a su profesión. Se ha visto con frecuencia en licenciados en Derecho que unos dan una interpretación al espíritu de las leyes y otros, otra muy diferente.

Respecto a los integrantes de las legislaturas, de todos los tiempos, siempre ha permanecido la duda de si son o no son. No por nada don Gabriel Vargas, en su historieta de La familia Burrón, simbolizaba a los señores diputados con ropa campirana, sombrero, pistola fajada al cinto y botas, y desde luego les ponía un lenguaje a propósito para pintarlos como seres con poca cultura general.

Pero, ¿en realidad se necesita un título profesional para ser legislador? ¿Para ser congruente con las leyes y conocimientos de cultura general? ¿Para destacar y dar el ancho requerido en cualquier puesto en la burocracia ya sea baja o alta? Porque se han dado casos en que infinidad de personas que no tuvieron oportunidad de seguir una carrera para obtener un título, les dan las veinte y las malas a muchas que se ostentan como profesionistas y que por lo mismo, ven a los demás por encima del hombro y escupen por un colmillo.
Un conocido mío, nativo de Ahuacatlán, Nayarit, no pudo estudiar más allá de contador privado porque su familia de escasos recursos no pudo costearle que pudiera estudiar para contador público y auditor. Una vez recibido como contador privado en una pequeña academia, viajó a Guadalajara en busca de oportunidades. Afortunadamente se le abrieron las puertas en una empresa que en otrora operaba como Casa de Bolsa y que posteriormente, después de aquel famoso crack de 1987, se convirtió en operadora financiera que da asesorías a inversionistas nacionales y extranjeros. Estando en la contaduría de esa empresa financiera, mi conocido vio que de pronto, sus compañeros de labores que tenían el título de contadores públicos pasaban constantemente a preguntarle sobre equis movimientos y que poco a poco le estaban delegando más y más trabajo e incluso, cajeras y personal ejecutivo acudían a él cuando surgía una duda respecto a balances de alguna cuenta. Obviamente que esto no pasó desapercibido para el gerente, quien también le empezó a dar más trabajo al contador privado nacido en Ahuacatlán, hasta que este protestó por tanta carga de trabajo, hecho que incomodó a todos los demás que se apoyaban en él, por lo que le empezaron a poner piedras en el camino hasta el grado de llegar rumores en contra del nayarita a oídos de los dueños de la empresa financiera. Sin embargo, como estaba plenamente reconocido su trabajo y honestidad dentro de la empresa, y para no tener más conflictos con los demás contadores, los dueños de la financiera optaron por mandar al nayarita a una de sus sucursales en el estado de Michoacán.

Cierto día en que no salían las cuentas por más que buscaban y buscaban, a una de las empleadas ejecutivas se le salió decir frente a los dueños, que también ya empezaban a preocuparse por el mal balance que estaban tomando las cuentas, que de estar ahí el nayarita ya se hubiese resuelto aquello; cosa que llamó la atención de los dueños que de inmediato comenzaron a investigar qué había pasado con aquel contador privado que tan mal habían hablado de él. Y como la verdad siempre sale a flote como una gota de aceite en el agua, mandaron llamar al nayarita de inmediato, quien estaba en un oscuro cuarto de archivo en el estado de Michoacán; y hoy, está a punto de pensionarse como gerente general de esa financiera.