CON PRECAUCIÓN: Dictamen histórico

Por Sergio Mejía Cano

05 / Noviembre / 2015

La sala primera de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha logrado un hecho histórico: Avaló la siembra y consumo de mariguana con fines lúdicos, por lo pronto nada más para cuatro personas que se habían amparado al respecto; sin embargo, es muy probable que en lo sucesivo empiecen a llover más demandas de amparo con base en la Ley de antidiscriminación, y en el entendido de que todos hijos o todos entenados o también como se dice coloquialmente: todos coludos o todos rabones, porque es muy factible alguien diga que por qué los demás no.

Ya empezaron a surgir voces que afirman que ahora con este histórico dictamen, poco a poco se vaya despenalizando el consumo de la cannabis en todo el país, aunque no en un plazo inmediato sino paulatinamente debido a la infinidad de señalamientos en contra y voces dentro de la actual administración federal que aseguran que nuestro país aún no está listo para legalizar la mota.

Si alguien ha visto la película de Nosotros los pobres, quizás recordarán cómo en forma por demás natural el gran actor Manuel Inclán, hace el papel de un personaje adicto a la mariguana, y sale en la pantalla con su carrujo de zacatito vacilador como si nada, ¿por qué?; porque en los años 40 del siglo pasado cuando se filmó dicha película no estaba tan satanizada la mota como hoy en día, y era muy común que los consumidores no se tuvieran que esconder para fumarla e incluso, he ahí la tradición de que todavía hasta hace relativamente poco tiempo, muchas abuelitas tuvieran en su botiquín mariguana remojada en alcohol para darse y dar fricciones para calmar las reúmas, principalmente, igual para poner unas gotas en los oídos con dolor, poner un algodón empapado con dicha unción en una muela que doliera, también gotas en las fosas nasales para descongestionarlas y un largo etcétera de usos que se le daba a la mariguana con alcohol; sin embargo, desde que se empezó a tornar muy peligroso el tener esa yerba en posesión, se fue abandonando esa tradición, pues no fuera siendo que en dado caso de que alguna autoridad por equis motivo descubriera en algún domicilio allanado un pomo con esa pócima y entonces sí, sus poseedores no se la acabarían teniendo que purgar muchos años de cárcel nomás por haber tenido en su domicilio mariguana en alcohol, aunque fuera con fines medicinales.

Era muy común que allá a finales de los años 50 y principio de los 60 del siglo pasado, a los niños de entonces se nos asustara para hacernos entrar en la casa diciéndonos nuestros padres que ¡aguas!, porque allá viene un mariguano, y al voltear se miraba regularmente a un individuo muchas de las veces con aspecto de indigente que, con el tiempo uno mismo al crecer se daba cuenta que eso era: un indigente y algunas veces un varón ebrio, pero por la apariencia era muy común que mucha gente los tildara de mariguanos, ¿por qué? Precisamente porque había muchos mariguanos en la calle, porque su uso o consumo no era tan perseguido como ya después de los años 80 del mismo siglo XX.

Recuerdo muy bien a una linda maestra de español que tuve en 2º año de secundaria que nos dijo que no era necesario drogarse para ver o mirar cosas fantasiosas, que todo estaba en la mente, que practicáramos a desarrollar nuestra imaginación y con eso bastaba, que nos pusiéramos a imaginarnos aventuras en donde nosotros éramos los héroes chichos de la película gacha, que nos imagináramos paisajes con los colores que había traído la moda sicodélica –que por cierto se andan usando nuevamente-; y que si queríamos sumirnos en un mundo alucinante, que viéramos la película de Alicia en el País de las Maravillas (la de Walt Disney), en donde por cierto aparece una oruga fumadora, de la que muchos analistas de la película dicen que lo que fuma es mariguana, pues posiblemente el autor, Lewis Carroll, había escrito su obra bajo los influjos de algún estimulante, tal vez mariguana; como hoy se ha dicho en algunos medios sobre William Shakespeare, de que la mayoría de sus obras las escribió con sus sentidos alterados probablemente con mota. Y también nos recomendó esa maestra a sus alumnos, que viéramos también la película de Dumbo, para que nos diéramos una idea de cómo funciona el cerebro de una persona que alucina, diciéndonos esta maestra que no perdiéramos detalle cuando Dumbo se pone ebrio y que en sus sueños etílicos sueña hasta elefantes rosa rodeados de infinidad de relucientes colores. Y a los que les gustara leer, que se adentraran en La Odisea, de Homero.