CON PRECAUCIÓN: Casualidad o coincidencia

Por
Sergio Mejía Cano

20 / Noviembre / 2015

Si bien se dice que la casualidad no existe como tal, recientemente la capital nayarita ha sido escenario de algunos fallecimientos de personas de las llamadas indigentes que pasan parte de su vida en la calle durmiendo quizá donde les agarra la noche o en algún lugar escogido de antemano por otros en iguales condiciones de vida, sobre todo de los llamados integrantes de la banda del botecito o del escuadrón de la muerte, quizás debido a que ahí terminan sus días.

En días pasados se dio la noticia en los medios de que se había encontrado el cuerpo de un hombre sin vida en el Jardín de la Música situado entre la avenida Victoria y México, luego, a los pocos días se reportó a la policía que en el mercado Manuel Z Larios, en la colonia Paseos de la Constitución que estaba un hombre muerto al parecer sin huellas de violencia física, por lo que por lo pronto se dijo que posiblemente el fallecimiento había sido a consecuencia de una congestión alcohólica; y ya más recientemente en la mayoría de los medios impresos locales y páginas de internet, apareció la noticia de que había sido encontrado el cuerpo de una mujer aparentemente como de 25 años de edad, de aspecto indigente, sin vida en las inmediaciones de la colonia Jesús García, cerca de la avenida Aguamilpa, al parecer con un fuerte golpe en la cabeza.

Sin embargo, ahora en el portal de internet de nnc.mx se informa que la mujer encontrada muerta cerca del puente vehicular a La Cantera, sobre la banqueta de la avenida, tenía un balazo en la sien derecha; y esto sí que es de llamar la atención, pues ¿a quién y con qué fin podría interesar quitarle la vida a una mujer de aspecto indigente que ya tenía días deambulando por esas inmediaciones? Y da la casualidad de que también se trata de una persona que sus últimos días los pasó en la calle. Claro que bien podría ser casualidad el que con tan pocos días de diferencia se hayan dado los casos de fallecimiento de varias personas prácticamente en la misma situación de vida; varias, porque hará cosa de dos meses que también fue encontrado el cuerpo de otro varón bajo el puente de la vía del ferrocarril sobre el río Mololoa; y poco tiempo antes había sido encontrado el cuerpo de otro hombre en un baldío cercano al río en la colonia Lomas de Cortés. ¿Coincidencia tal vez?

Es una pregunta que se hace buena parte de la opinión pública, porque tal y como están las cosas hoy en día, quizás no falte un alma caritativa que en un arranque de compasión le dé por quitar de sufrir a esta clase de gente que vive en la calle; cosa que no sería aislado ni privativo de la capital nayarita, ya que cíclicamente aparecen noticias a nivel nacional de que ocurren decesos de indigentes sin precisar la causa, pero con la probabilidad de que la causa principal haya sido una congestión alcohólica o falta de alimentación y debilidad orgánica, etcétera. Y si bien se podría estimar que para las autoridades es más cómodo determinar como causa del deceso dicha congestión, no estaría mal que a veces se ahondara en la investigación precisamente por aquello de no te entumas y de que por desgracia haya aparecido esa alma caritativa dispuesta a quitar de penar a los que sufren el abandono de familiares o que se alejaron de ellos por su alcoholismo o por no poder encontrar alguna ocupación y para no ser una carga para la familia se alejan encontrando alojo entre los indigentes que se dan la mano unos con otros para poder sobrevivir, además de trabar una buen amistad entre ellos.

A principios de 1989 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, se comenzaron a dar una serie de asesinatos de personas indigentes que comenzaron a aparecer sus cuerpos asesinados con un arma de fuego de grueso calibre, desde enero hasta marzo de dicho año; y entre los últimos asesinados se encontraba don Vicente Hernández Alexandre, más conocido allá por los años 40 y 50 del siglo pasado como El Rafles mexicano o el Arsenio Lupín, por considerarse ser un ladrón fino; tipo el manos de seda. Estos asesinatos jamás fueron aclarados del todo, pero sí se determinó que el asesino era la misma persona por el calibre del arma y el modus operandi. Y si bien se llegó a decir que era un hombre vestido todo de negro, nunca se llegó a confirmar su identidad y por ende, jamás apresado, juzgado y sentenciado. Quedando nada más entre la maledicencia de la gente que era el integrante de una familia de rancio abolengo en la perla tapatía que estaba afectado de sus facultades mentales, pero hasta ahí.