NUMINOR : El honor pisoteado por la corrupción y la impunidad

Por Agustín Almanza Aguilar

26 / Noviembre / 2015

Por ‘azares del destino’ –cursi frasecita, ya muy desgastada- cayeron en mis manos varios cuadernos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), como un ‘Anuario de la Cultura Jurídica Mexicana’, y otros que tratan sobre ‘La Facultad de Investigación de la SCJN’, de conferencias de sus ministros, discursos de bienvenidas, de ceremonias de recepción, etc. Bien; uno que me llamó la atención a primera vista (‘Prima Facie’) fue el de la todavía ministra presidenta de la Primera Sala, Olga Sánchez Cordero de García Villegas (este 30 de noviembre entrega sus bártulos a su sucesor), que desarrolla un interesante tema: ‘Democracia, Rendición de Cuantas y Estado de Derecho. Rescatar la Virtud del Honor’. Un breve vuelo sobre ellos será nuestra ocupación en este generoso espacio.

La ministra Cordero expone un epígrafe, autoría de Alfred Víctor de Vigny (que no sabemos quién fue, y se piden disculpas): El honor es la poesía del deber. Y es, precisamente con el valor, con la virtud del ‘honor’ con que comienza su disertación magistral, subrayando que, en la actualidad, es algo que se está diluyendo, desgastando, arrumbando, y sepultando en el olvido, sin recuerdo de su fuerza e influencia en el desarrollo de las instituciones, quedando en la desmemoria del tiempo, sin posibilidad de rescate, de encomio, de elogio el honor es una de la virtudes que nuestra sociedad ha ido dejando en el olvido. La indignidad, la vileza, la bajeza, la indecencia, la corrupción, van ganando la batalla.
¡Ándale! Luego propone que el honor debiera ser rescatado para incorporarlo a la democracia, como lo están esos ejes fundamentales del campo de la política, que es el respeto a la voluntad popular ya la rendición de cuentas (la fiscalización).

Cuando los tiempos de la República Romana, el poder político era ejercido por los magistrados (hoy se les conoce como ‘funcionarios’), los cuales (¡ojo!) no recibían emolumentos, y el cargo era un honor. Recibían eran sólo la anticipación de los fondos necesarios y el reembolso de los gastos sostenidos por los mismos en razón de las actividades propias de la magistratura. Lo mismo ocurría en el Senado, con el cargo como honorífico, salvo algunas ‘carguillas’ que debían ‘apechugar’ para quedar bien con el emperador en turno Esto nos lleva a enfatizar sobre aquella caja denominada ‘erario’, donde se guardaban los fondos públicos, y los cuales no se debían tocar par un uso indebido, ‘SO PENA DE MUERTE’ (así, con mayúsculas muy negras) O sea, el cargo honorario, aceptado así, no debía ser un disfraz hipócrita para ‘robarle al pueblo’.
Es conveniente recordar –continúa la magistrada Olga Sánchez-, a fin de no escandalizarnos con la pena al mal uso del erario en aquellos tiempos, que la primera noción de acto administrativo se ofrece intuitivamente de forma negativa: administración era aquello de lo que no se puede disponer. Y la razón de la dureza de la pera era precisamente la cuestión del honor. Manejar recursos no propios, es una cuestión de honor que implica hacer uso de algo que es de todos: el erario.

La administración pública es, pues, un ‘mandato’, que se puede traducir en un ‘voto de confianza’ que nosotros los ciudadanos depositamos en los servidores públicos, ‘y que no puede ser traicionado’; que es lo que se hace, de patológica manera, actualmente. Aquí entra ese ‘deber ser’ de la institución de la ‘Fiscalización’, del ‘Rendimiento de cuentas’. En este nivel de avance, leemos: ¿qué mayor responsabilidad hay para un ser humano que juzgar a uno de sus pares?, y las preguntas paralelas ¿qué mayor responsabilidad que la disponer de recursos públicos?, ¿qué mayor responsabilidad que la de vigilar su cabal disposición?
Actualmente la gran mayoría de nosotros, los mexicanos con capacidad constitucional para votar en esta incipiente democracia (¿gobierna realmente el pueblo o una ‘delincuencia organizada’?), hemos venido dramáticamente perdiendo la confianza en los partidos políticos y en los políticos mismos, pues casi todos ellos presumen cínicamente sus corrupciones y gozan de una vil complicidad con los integrantes del poder público que ya es asqueante tanta impunidad, aparte de esos ‘populismos’ y ‘demagogias’ irredentas.

La democracia electoral no garantiza que los gobernantes legítimamente electos por el voto popular sean en su desempeño eficaces administradores de la riqueza pública. No garantiza que van a ser responsables y a rendir cuentas de sus actos una vez en el cargo, a menos que se cuente con instituciones sólidas, conscientes en el cumplimiento de las mismas, que puedan constreñirlos al cumplimiento del orden jurídico y que los obliguen a trasparentar sus actos y a rendir cuentas de los recursos públicos.

La magistrada pide se concretice la necesidad de que la administración pública, cada poder o nivel de gobierno, sea establezca por servidores honestos y eficientes, para que se pape la legitimidad, la certidumbre y la veracidad, y que rindan efectivamente cuentas, para el bien social. Esta señalización vá también para los auditores y la titularidad de la fiscalización; que no encubran vergonzosa e indignantemente las raterías de los funcionarios y de los propios gobernantes ‘Utopía’ ‘Sueños guajiros’ Aquí en México eso nunca vá a suceder, por esa enorme red de complicidades que existe desde ya hace mucho tiempo: Cubríos los unos a los otros

GARAJE: El premio nacional de poesía ‘Amado Nervo’ en este 2015 fue para una muer orignaria de Tabasco. El año anterior lo fue para otro no nativo de Nayarit. Lo que significa que en este estado no hay poetas dignos de tal premio, ¡qué lástima y que oprobio!

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