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Numinor: Recordando a Frank Kafka
Ángel Agustín Almanza Aguilar
03 / Mayo / 2016
Frank Kafka, el escritor checo de lengua alemana (1883-1924), autor de obras que muestran la angustia de la humanidad ante lo absurdo de la existencia y del mundo, como ‘Las Metamorfosis’, ‘El Proceso’, ‘El Castillo’, por mencionar lo más conocidas. En este espacio decidimos dar a conocer un relato poco conocido de este gran genio de la literatura –que viene, por lo cierto, en ‘Las Metamorfosis’-: Un Artista del Trapecio.
Este artista de circo, acostumbrado a actuar en las alturas, difícil actividad, se había organizado de tal manera su vida profesional, afán de superación, que se le hizo costumbre tiránica, mientras estaba en la empresa, que permanecía día y noche en su trapecio, y allí mismo realizaba sus necesidades –muy escasas por lo cierto-, que eran satisfechas por empleados que revelaban y vigilaban desde abajo. Todo lo que necesitaba lo subían o bajaban con esmero, en cestillos concebidos a tal efecto. Esta situación no le causaba problemas a él, pero sí era molesto para todos los otros artistas del circo pues su presencia allá arriba no se podía disimular y, aunque permanecía quieto en los programas, siempre algún espectador lo descubría allí. Pero los directores se lo consentían porque era un artista único, y sólo de esta forma podía estar siempre pleno, perfeccionando su arte, y es que allá arriba se estaba bien. Sus relaciones humanas estaban limitadas, naturalmente. Veces lo visitaban colegas y dialogaban brevemente, sentado en el trapecio, o bien lo mismo los obreros se subían a reparar la techumbre. Pero siempre casi estaba solo, en esa fascinante altura.
En los comunes viajes del circo no se bajaba, para admiración del público que lo veía pasar saludando optimistamente, e incluso antes de llegar al lugar del nuevo acto, ya estaba montado en su trapecio, por lo que sólo de un salto agarraba y dejaba su herramienta de trabajo. De un trapecio a otro, por bajo o alto que estuviera, él se agarraba frenéticamente de él Para esto los gastos del circo eran económicamente onerosos. Decidió de pronto actuar en dos trapecios en una sola función, ya dos eran mejor que uno. Y así, con el dinero del empresario, que lo ganaba del pueblo asistente, se complacía en viajar incansablemente de un continente a otro, por aire, mar y tierra. Sus espectáculos ya eran, por la experiencia, más variados e ingeniosos, pero él era el mismo artista, y la barra del trapecio no la soltaba nunca. Entonces el empresario alarmado se preguntó si esa aferración de su artista no terminaría llenando el circo de trapecios y no hubiera ya lugar para los demás y él mismo Ante el peligro comentado a su persona, el trapecista reconoció que era tiempo de bajarse y tocar tierra.
GARAJE: ‘Artista del Trapecio’, ¿no se asemeja a esos personajes sinvergüenzas y cínicos del mundo de la corrupta política que no bien acaban de ‘agarrar hueso’ –léase ‘trapecio’- cuando ya están pensando en ir por otro, a veces hasta con triple salto mortal, ya que lo importante es seguir sangrando el dinero del pueblo?...