CON PRECAUCIÓN> Invitados al café

Por Sergio Mejía Cano

02 / Junio / 2016

Desde luego que es muy agradable sentarse a disfrutar de un rico café o alguno de sus derivados, así como un té o un refresco, a veces acompañados de una sabrosa rebanada de pastel en los alrededores de la Plaza Principal, frente a Catedral, y más hoy en día en que se han colocado mesas en los portales de conocido hotel y en las inmediaciones de la Presidencia Municipal. Sin embargo, muchas de las veces lo agradable se torna en molestia, por la interrupción de los pedigüeños cuyo número crece cada vez más.

En sí, ya es preocupante cómo ha crecido el número de pedinches en el Centro Histórico de la capital nayarita, lo malo es que no son nada más los limosneros comunes de siempre, como personas de la tercera edad o mujeres cargando a su crío dormido o el niño o la niña que llega extendiendo la mano a ver qué se le da y que voltea fortuitamente hacia donde posiblemente esté la persona adulta que la ha mandado a pedir, o los clásicos chavalos en supuesta recuperación que de sus albergues los mandan a solicitar una ayuda mediante una paleta de dulce o algo a cambio; no, no nada más es ahora esta clase de pordioseros la que se ha incrementado, sino que varones cuyas características hacen pensar que andan bajo el influjo de alguna droga o bebida o que debido al excesivo consumo de eso, se quedaron en el limbo mental que no les importa andar casi desnudos y así acercarse a los comensales de las mesas que están en los portales a pedir, y hasta en ocasiones hasta a estirar la mano tratando de tomar algo de lo que esté en la mesa, hasta cigarros si es posible. Se han dado casos que un comensal al que apenas le acaban de servir su bebida y que tiene necesidad de ir al baño, cuando regresa a su mesa ya no hay nada en ella, pues pasó uno de estos muchachos y le llevó el vaso.

También se ha puesto de moda que lleguen varones que de entrada dicen que son centroamericanos y que vienen en el tren, que van de paso y que solicitan una ayuda; pero todo fuera como eso, porque lo malo es que las más de las veces se notan alcoholizados y a veces hasta despidiendo un fuerte olor a pegamento o solventes. Y si van de paso, al parecer les gusta Tepic o a la mejor no han podido subirse al tren porque a más de una semana después, siguen llegando a pedir a todas horas.

Ahora ya se ha hecho costumbre en mucha gente que acostumbra sentarse alrededor de una de las mesas de los portales a tratar de componer el mundo detrás de un humeante café o té o en su defecto de algún bocadillo, que esté alerta esperando el momento para ver con anticipación por dónde irá a llegar algún pedigüeño, sobre todo de los más comunes que es por lo regular un muchacho que por toda vestimenta porta nada más un raído pantalón corto, vestimenta que al parecer ya le dio envidia a otras más o a la mejor por ser temporada de calor visten en forma similar, porque este pasado lunes por la noche, andaba en las inmediaciones de la plaza un varón ya mayor vistiendo también puro pantalón tipo bermudas, saludando a quien se encontrara a su paso y obvio, después del saludo extendía la mano pidiendo alguna moneda.

De esta clase de limosneros hay unos que ya se podrían llamar tradicionales por ser tan cotidianos y formar parte del paisaje urbano; sin embargo, a los ahora más conocidos se han ido agregando otros más que bien valdría la pena preguntarse de dónde salieron, qué hacían antes de andar recorriendo las calles de la ciudad, cómo es que de prono aparecieron, dónde duermen, qué y cómo comen, etcétera.

Resulta sorprendente ver cómo cuerpo y facciones van cambiando en los individuos que prefirieron hacer su vida como ellos tal vez así lo quisieron. Hay un muchacho que ahora casi a diario se ve tirado acompañado de un garrafón pequeño con supuesto destilado de caña en el andador de la calle Veracruz casi esquina con la Lerdo, por lo regular está recostado bajo los aparadores de una tienda de ropa. Este muchacho no es ahora ni la sombra de cómo se veía hace algunos años cuando se empezó a mirar que pedía un peso en la esquina de Veracruz y Amado Nervo; un varón moreno fuerte alto, tan así la apariencia que cierta vez en forma de broma y en serio, le dije, cuando me pidió un peso, que tenía cuerpo para andar cargando bultos en el mercado de abastos, y hasta le recomendé una de las bodegas. Se me quedó viendo medio feo y nomás me dijo: qué pasó maistro. Hoy se puede decir que el vicio lo ha convertido en una piltrafa humana que si antes andaba sucio, hoy anda más, posiblemente de todo.