Numinor: Sentirse extraño, en un mundo demasiado extraño

Ángel Agustín Almanza Aguilar

25 / Julio / 2016

Me siento extraño, en un mundo extraño, como que estoy en un sueño dentro de otro, pero más horrible, como pesadilla de pandemónium. Es la una con cuarenta y siete minutos y medio de la madrugada y, afuera, un hombre tose y tose patológicamente, mientras patea y patea un bote de cerveza, y el ruido del aluminio me molesta el oído; el hombre vomita Dejo a un lado las Sagradas Escrituras (Libro de Job, Capitulo III), reflexiono en lo del dogma de la infalibilidad pontificia -¡ah, esos jesuitas!-, en aquella ‘santa’ inquisición, en la ‘madre de dios’, en el ‘fuego secreto’ de los viejos alquimistas, en la leyenda del Grial y la orden del Temple –no la michoacana, por supuesto- Pienso en la cotidianidad de las gentes y los procesos que estarán sucediendo en este preciso momento en la admirable, enigmática y misteriosa maquinaria del universo cósmico, en la ‘Materia Negra’, en el espacio, ¿infinito?...

Es curioso volver a recordar ese soberbio estado de hueca vanidad –‘Vanitas Vanitatum’, diría Salomón en el libro de Eclesiastés, Capítulo I, Versículo 2- en que la dogmática iglesia romano-papal tenía a las conciencias de sus gregarios adeptos, en nuestro caso, el hacerles creer que nuestro planeta era el centro del universo creado, y que nosotros, seres mortales, éramos los ‘reyes de la Creación’ Pero surgió la ciencia y, ¡zaz!, que nos revela que somos habitantes de un planeta enano, con una estrella enana, situados casi a la orilla de la galaxia, la cual tiene cientos, miles de estrellas, y que no es sólo una de los millones y millones que existen en el universo.

El hombre del vómito se levantó de la banqueta y se alejó, mentando madres a quién sabe quién, mientras los perros de casa ladraban y ladraban, haciendo coro con la ‘jauría’ existente del barrio. Puse la radio, a oír noticias; un gallo, dos gallos, varios gallos, comenzaron a cantar. Agarré mi vieja guitarra y comencé a tocar una vieja canción de los Beatles, ‘Her Majesty’:

El silencio volvió a reinar, y un tenue viento tambalear hizo las flamas de mis cansadas y fieles velas; el café aún estaba caliente volví a lo religioso: quien aumenta la ciencia aumenta el dolor hay un solo Creador sumamente terrible éste creó la sabiduría que precede todas las cosas el Verbo de Dios es la fuente de la sabiduría el principio de la sabiduría es el temor del Señor confía en Dios los ocultos arcanos porque muchas cosas se te han enseñado que sobrepujan la humana inteligencia (libros Eclesiástico y Eclesiastés).

La sinapsis, el contacto neuronal, las mutaciones –positivas- genéticas, la manipulación del ácido desoxirribonucleico, el genoma el genio, el talento, la inteligencia; la estupidez, la locura, la bestialidad: la dualidad cósmica. ¡Pobre loco, tan sabio como antes!, diría Goethe a través de su ‘Fausto’.

El gran teatro del mundo, tan amado por Shakespeare, donde somos un tiempo espectadores y, luego, actores, danzando y gritando sobre el ‘tablao’ existencial, con nuestra hipócrita máscara de carne.

En una ocasión leí un poema en un anquilosado y carcamánico texto, titulado por cierto ‘Frontispicio’, editado por un fauno veracruzano. Decía así:

Cuando se cierre el telón

de mi existencia

Y mi disfraz de carne

se deshaga

en el camerino del sepulcro;

Cuando mi máscara terrenal

muestre mi natural calavera

y el carnal de mi vida

descubra mi identidad real,

Entonces podré actuar

y moverme libremente,

libre, sí, de ataduras

y vanos elogios.

El autor ya falleció, murió de risa.

Insisto, pues, que me siento extraño, en un mundo extraño, y quiero ya dormir eternamente.