Unos dos mil invitados sin identificación vivieron un rato caótico

26 / Agosto / 2016

Por Oscar Verdín Camacho

Si aproximadamente a las 10:50 de la mañana una pipa y un trailer con doble remolque se internaron en Ciudad Industrial entre cientos de personas, policías y elementos del Estado Mayor Presidencial abriendo paso, era evidencia de que estaba fallando la logística en torno al congreso de la Confederación Nacional Campesina (CNC) y, principalmente, por la visita del presidente Enrique Peña Nieto al evento en el Auditorio de la Gente.

¡Háganse a un lado, háganse a un lado, cuidado con los pies!, se oían gritos de advertencia.

Cerrada con vallas y cientos de policías la avenida Aguamilpa y el bulevar Colosio, se dispuso que los ingresos serían por la calle Industriales Nayaritas, frente a la delegación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).

Con lodo y charcos, los invitados cenecistas debían caminar aproximadamente un kilómetro y doblar a la izquierda en la calle Niño Obrero, pasando varios filtros de revisión.

Pero se presentó un problema: unas dos mil personas de distintos municipios y otras partes del país no traían una calcomanía de invitado, por lo que fueron frenados en la primera valla, frente a la SCT. Fue así como existía el peligro de ser arrollados por camiones grandes.

Pero la orden así era y todos debían cumplirla: unos 15 minutos antes, una camioneta Suburban arribó al ingreso por Aguamilpa. Policías estatales no movieron las vallas. Otro agente, aparentemente foráneo y en cuya cachucha se leía seguridad, se acercó al copiloto, que bajó el vidrio: era el senador Manuel Cota Jiménez, dirigente nacional de la CNC y anfitrión del congreso.

Intercambiaron palabras con respeto. El oficial revisó un documento de Cota, pero su respuesta fue la misma: por ahí no podía pasar. Debía ir a la entrada para todos. Y para allá circuló la Suburban.

La situación pronto se tornó caótica para las gentes que no traían la mencionada calcomanía; había enojo con los respectivos coordinadores, aunque la presión fue en aumento y a las 11:10 el Estado Mayor decidió permitir el acceso a todos, o al menos eso parecía. Algunos vendedores de paletas de hielo fueron frenados, aunque muchos otros ya estaban adentro.

Así, este último contingente inició la caminata por Industriales Nayaritas. Ésta y las calles que la unen con Aguamilpa también estaban cerradas y con policías con equipo antimotín.

Al dar vuelta en la calle Niño Obrero, surgió con crudeza una grave negligencia: una alcantarilla abierta en unos seis metros y con dos llantas grandes como única prevención. Con profundidad de unos tres metros, caer ahí podría significar la muerte.

Así tiene más de un año, ya han caído carros, comentó un comerciante de la zona.

¿Por qué nadie le dio solución a esa alcantarilla, sabiendo que caminarían miles?.

Bajo la alcantarilla corren aguas negras y brotaba el mal olor, que tuvo que tragarse porque ahí adelante, a media cuadra antes de llegar a Aguamilpa, en otro filtro se detuvo a los tantos sin calcomanía de invitado.

Más reclamos:

- ¡Parece que estamos pagando manda!, -gritaba uno-.

Otro añadía: si estuviéramos en la iglesia y con este olor, ya nos hubiéramos ido.

- ¡Vámonos, vámonos –animaban otros y si, muchos daban la media vuelta-.

Había ancianos, mujeres, niños.

Tras un rato de presión, a las 11:48 las vallas cedieron, pero a unos 50 metros de ahí, ahora si en la esquina con Aguamilpa, estaba colocada otra línea de vallas y policías municipales que integran el Mando Único, y a unos 15 metros más vallas y policías federales con equipo antimotín, todos coordinados por elementos del Estado Mayor vestidos de civil.

Bonito el asunto: ¿acaso iban a reprimir a los invitados?.

En la primera línea de cenecistas era visible el diputado federal por el PRI Efraín -El Gallo- Arellano, que bromeaba con sus conocidos:

- ¡Aquí no vale ser diputado!.

- ¡Ánimo Gallo!.

Integrantes del equipo de Manuel Cota gestionaban con el Estado Mayor para que se permitiera entrar a todos.

Un helicóptero ya sobrevolaba la zona:

¡A esto nos trajeron, presidente!, gritó un hombre viendo a las alturas.

Entre el gentío se encontraba la señora Alejandra García Moreno, de 83 años, proveniente de Amatlán de Cañas. No supo en qué momento se separó de sus hijas. Coordinadores de la CNC se dispusieron a localizar por celular a sus similares de Amatlán.

¡Con orden, con orden!, gritaba uno del Estado Mayor cuando por fin abrieron las vallas.

Ahora seguía avanzar paralelo al auditorio y entrar por atrás. Para no variar, más vallas en el camino, aunque ahora sin frenar a nadie: ya estamos peor que ir a Estados Unidos, bromeó una señora.

Antes de entrar al auditorio, elementos del Estado Mayor apretaban en sus manos pequeños aparatos, posiblemente para detectar armas.

A las 12: 28 empezó el aterrizaje del primero de cuatro helicópteros. En uno de ellos venía TP1: Tipo Presidencial 1. El presidente Peña Nieto.

Un quinto helicóptero no aterrizó. Siguió sobrevolando.

Los aplausos en el auditorio anunciaron el ingreso del presidente. Pero aún faltaba la última de las invitadas: ayudándose con un bordón, ahí se vio nuevamente a la señora Alejandra García, caminando en solitario. Venía al evento y entraría al auditorio.

Contó que si no encontraba a sus hijas tomaría un taxi a la central camionera y de ahí su camión rumbo a Amatlán de Cañas.