Numinor: La sombra de la fama

Ángel Agustín Almanza Aguilar

07 / Octubre / 2016

Erase que se era una sombra umbrera enamorada y sola en el dintel del umbral aquél.

Joaquín había partido desde hace tiempo en busca de su amada, la Fama. Iba lleno de ilusiones y esperanzas. Dejamos mucho rato de vernos y ahora apenas antier me lo encontré, ya no era el mismo, su luz se había opacado y se le experimentaba seco por dentro. Era uno más de los esclavos de la Fama.

Convertido en sombra de sí mismo añoraba su ´piel y sus sentidos, y el olor de la luz del tiempo. Era una sombra de Fama y no la Fama de su sombra.

Pero aun así él era feliz porque creía que esa existencia era la real y verdadera que todo ser inteligente debe lograr en este mundo.

Nos contó que luchó mucho por conocer a esa divina Sombra, que buscó incansablemente en los más remotos lugares, bosques, montañas, desiertos, profundidades y alturas, hasta que se topó inesperadamente con su castillo, construido de sonoro metal y estentórea presencia más allá del común de los mortales. Vio también una multitud apretujándose por entrar, empujando las puertas, pero pocos lo lograban, y estos –una vez dentro- eran colmados de lujos, joyas, placeres inimaginables, pero al cabo de un tioepo de indescifrables goces el hasta entonces afortunado ser contemplaba ya sin máscara a las hermanas de la Fama, las que lo habían recibido primero. Eran la Hipocresía la Vanidad, la Falsedad, la Crueldad Soledad y la Angustia. Al sentir su presencia desnuda, el amante de Fama era esclavo.

Entonces se presentó su adorada tal como era. En efecto, era de formas exquisitas y bien torneadas, bella en sus contornos. Así se presentó de espaldas a la luz y sólo vio su silueta y su Sombra. Pero cuando fue iluminada por completo contempló horrorizado que estaba llena de ojos, bocas, orejas y su voz era más resonante que el Eco. Era la hija de Gea –la tibia, suave y delicada Tierra- y Urano –el oscuro y umbroso Cielo-. Había sido engendrada bajo la eterna Sombra del Universo, naciendo en la oscuridad, y siendo Morfeo su testigo.

Joaquín nunca contó su drama y sólo se apasionaba por loar febrilmente el amor de su Y a los lejos se oyó aquella vieja canción: Erase que se era.