Numinor: In memoriam de Gonzalo Calderón Zendejas

Ángel Agustín Almanza Aguilar

09 / Noviembre / 2016

Tengo ante mí vista una credencial de la entonces llamada ‘Dirección General de Finanzas y Administración’, del Gobierno del Estado, donde perteneció el Departamento de Alcoholes –hoy Oficina-, la cual me acreditaba como Inspector de Alcoholes para el periodo 1981-1987, firmada por el C. Antonio Echevarría Domínguez, a la sazón mandatario ejecutivo. El Jefe del citado organismo público era Gonzalo Calderón Zendejas. Bien, ¿a qué viene todo esto? Bueno, pues que me enteré, por medio del Doctor Juan José Rodríguez Naya, de su fallecimiento, el pasado mes de octubre, noticia que me impactó demasiado, y acudieron a mi mente un sinfín de recuerdos y anécdotas. Un hombre sincero, sumamente honrado, de intachable calidad moral, gran padre de familia, buen patrón y amigo; entrañable ser humano.

Calderón era originario de Morelia, Michoacán –como este escribano-, lo que dio especial énfasis en nuestro trato cuando fui contratado a colaborar en el gobierno, fecha e inicio muy curioso; Gonzalo me firma el ‘Visto Bueno’ el día primero de mayo, que era la conmemoración del Día del Trabajo, y no se trabajaba.. Hablo del año 1979.

Nunca fue ‘maiceado’ –como se dice en el argot público-, es decir, corrompido, por los dueños de los grandes negocios vinateros y cerveceros, y actuó siempre con la ley en la mano, aunque e el grupo hubo uno que dos traidores e hipócritas, como el originario del poblado de Marquezado y otro de apodo de animal.

En cierta ocasión Gonzalo me comentó sobre el desgaste (stress), que sufrió, cuando les secuestraron a su esposa, la señora Margarita Preciado, una persona muy fina y gran madre de familia. De allí considero le vino lo de su padecimiento cardíaco que, al final lo llevaría al sepulcro, allá en Guadalajara, antes del 20 de octubre.

La última vez que lo ví fue ‘haciendo cola’ en la esquina de Zapata y Veracruz, pagando su recibo telefónico, y me había yo comprometido a acudir en la primera ocasión a su punto de reunión matutino de en las afueras de una cafetería de la plaza del Bicentenario, frente a palacio de gobierno, donde lo acompañaba otro gran personaje –muy estimado también-, el ingeniero César Valenzuela y, en algunas ocasiones, el médico Arturo Camarena Flores. ¿Qué platicaban? ‘Pos sabe’, pero de allí eran asiduos.

Amante de la cacería, a la cual muchas veces lo acompañé y disfruté de su cocina –era bueno para ello-, de su arte para los guisos de codornices y armadillo. Por lo cierto que de ello hizo partícipes al grupo del señor Ignacio Javier Hernández Guillén, elemento humano que se reunía –y aún lo sigue haciendo- en los altos de su negocio de ‘Bicimundo’, donde la señora Yolanda Chalita, como adoraba –y lo sigue haciendo- con su presencia los ágapes, reconoció la calidad de tales platillos. Allí estaban los doctores citados, Juan José y Arturo Camarena, al lado del ingeniero Javier Rodríguez Naya, el ‘Chino Mexicano’ Gilberto Rodríguez, entre otros. Ahora, hay que enfatizar que Calderón era muy aficionado a la tauromaquia, y lo llegué acompañar a ver corridas de toros a Aguascalientes, Querétaro y San Luis Potosí, junto con otros inspectores, en tiempo de vacaciones, aclaro.

Descanse en paz el alma de este gran ser humano y excelente amigo, que fue Gonzalo (Chalo) Calderón Zendejas.