LA CREME: UN DÍA CON TURISTAS

Norma Cardoso

14 / Noviembre / 2016

Cuando una amiga de Guerrero, con residencia en la Ciudad de México, me dijo que pronto estaría en Tepic, me dio mucho gusto; creo que no nos veíamos desde hace más de tres años en el Encuentro Nacional de Periodistas, organizado por la Asociación Civil, Casa de los Derechos de Periodistas.

Primeramente, llegó a un hotel cercano a la Hermana Agua, pero después, una vez que llegó su compañero de trabajo, decidió cambiarse a uno más céntrico; un edificio viejo, lleno de historia, a unos cuantos pasos de nuestra bella Catedral.

Apenas me había detenido por la Avenida México, afuera del antiguo hotel, que dicen los mismos empleados, que, por años, había sido un hospital de indígenas, cuando se acercó un agente de la policía vial en motocicleta. Ya saben, tocando la sirena para que me moviera, aun cuando existe una palmeta que indica que pueden estacionarse diez minutos para subir o bajar equipaje o personas. Además, tiene uno que dar mil y una explicación a estos agentes viales, que les vale si son turistas y están bajando equipaje o no, lo que quieren es que hagan lo que ellos indican.

Después de viajar a algunos municipios de la entidad, de regreso a Tepic, decidí llevarlos a la Plaza Principal. Tenía mucho tiempo que no me dedicaba a pasear por ahí, así que me sorprendió lo descuidado que está, por ejemplo, el piso de adoquín rojo,estaba en pésimas condiciones: quebrados, hundidos, etc., tan es así que tiene uno que pisar con cuidado para que el pie no se ladee y nos haga trastabillar; por lo menos no está resbaloso, cómo el del Zócalo de la Ciudad de México, que se pone así cuando llueve, me dijo mi amiga.

El sábado, por azares del destino, tuvieron que retrasar por varias horas su salida, así que aprovecharíamos para viajar en el Turibus. Con anterioridad, ya sabíamos que a las cinco de la tarde habría un recorrido y que entre los lugares por andar,estaba la colonia Zitacua, ahí se pararía el camión para quienes quisieran comprar artesanías o quesadillas de masa azul.

A los diez minutos para las cinco de la tarde, nos apersonamos en la taquilla que se encuentra en la Plaza Principal. El joven, compañero de trabajo de la periodista, se acercó a saludar a los empleados del Turibus,, muy amablemente les dijo Buen día, a lo que contestó la empleada del módulo del recorrido turístico, con tono burlón: ¿buen día? Será buenas tardes, dijo. Dicha respuesta de la empleada no pudo evitar que nos riéramos discretamente.

Después del saludo, nos indicaron que tal vez no habría recorrido, puesto que se deberían de juntar por lo menos diez personas para que se llevara a cabo el paseo. Total, que nadie más se juntó y no hubo salida, así que tomamos un taxi e ir por nuestra cuenta a la colonia Zitácua, a las artesanías y quesadillas verdes.

Mis amigos se sorprendieron porque las tarifas de taxis, es la ley de la oferta y la demanda, les dije. Muchos taxis, tarifas bajas. Una vez que estuvimos casi en la cima del cerro que alberga a la colonia Zitácua, pudimos apreciar que la artesanía, era poca, pero suficiente para llevarse un recuerdito de Tepic. Lo que no fue de nuestro agrado: la pequeña fondita donde venden las quesadillas. Es un lugar insalubre, no tienen el cuidado de que sea atraíble al visitante. Ojalá pusieran más atención en esto, los indígenas.

De regreso al hotel, mis amigos me contaron que los asustaron mientras dormían: A uno lo arroparon con la cobija, la tenía a la cintura y se la subieron hasta el cuello. Mi amiga, sintió una oleada de frío y que flotaba en la cama. Pues cómo no, si, ya investigando, ahí los empleados han visto a una niña y a una enfermera, pues cabe señalar que busqué sobre ese lugar y encontré que, anteriormente, ahí fue Hospital de Indios de San Lázaro, y que en la mitad del siglo XX, fue remodelado por el Arquitecto Luis Barragán y se convirtió en hotel.