Numinor: El Viejo Fueye Desinflao y El Tango: una Historia de Amor

Ángel Agustín Almanza Aguilar

04 / Mayo / 2017

El Tango ¿Cuál es su origen? No se sabe, aunque se cree que nació en los arrabales de Buenos Aires, en la primera mitad del siglo XIX.

Un estudioso del tema, Ernesto Agirretxea, nos dice que en un principio consistía en un baile violento y erótico que expresaba el desgarro y desaliento de los inmigrantes, sobre todo italianos y españoles, que vivían al margen de las normas de vida criollas. Debido a la crudeza de la danza y su origen llano, el tango estuvo vetado para las gentes de bien. Empezó a practicarse exclusivamente entre hombres, en las esquinas y callejuelas de los barrios bajos, al compás de un organillo. Más tarde, al comenzar a ejecutarse en los patios de las casas, la mujer fue introduciéndose en el baile, hasta convertirse en un elemento insustituible. Poco a poco el tango ganó terreno y coincidiendo con la incorporación de la letra en las piezas, llegó a calar en todos los extractos sociales. Después de la Primera Guerra Mundial, el tango debutó en Europa, en los mejores salones. Actualmente perduran tres clases de tangos: el del Río de la Plata, melódico y quizás el más difundido; el cubano y el español, próximos a la habanera y el brasileño, con claras notaciones rítmicas.

Pero nuestro informante olvida mencionar una interesante historia de amor, es decir, la del tango y el bandoleón. Y aquí acude en nuestro auxilio Augusto Villaseñor quien, en su artículo ‘Viejo Fueye Desinflao’, apunta a manera de prólogo lo siguiente: Llegó a Buenos Aires procedente de Alemania y se quedó por siempre para hacerse uno con el tango, canto y ritmo inconcebible que, cuando suena, se arruga un poco para poder participar en la antigua ceremonia de la música.

Así nos enteramos que, tradicionalmente, la creación del bandoneón se atribuye al profesor de música y Luthier Heinrich Band, nacido en la ciudad de Krefeld, un importante centro fabril ubicado al norte de Westfalia, en la ribera oeste del Rhin; uno de los 16 hijos de Peter Band. Vivió en la primera mitad del siglo XIX. Sería entre 1836 y 1846 cuando creó al bandoneón, en su comercio de venta de instrumentos musicales, actividad heredada de su padre, quien también fue músico. Se nos hace ver que, asimismo, tal creación se le adjudica a un tal Carl Zimmermann, aunque lo cierto es que el término ‘bandonión’ salió de Krefeld y de allí hasta Leipzig, Sajonia. El vocablo ‘Bandonión’ aparece por primera vez escrito en 1856, en un anuncio de un negocio de otro comerciante de instrumentos musicales del mismo Krefeld, llamado Johann Schitz. La línea de bandoneones conocido como ‘AA’ está considerada como la única para una interpretación perfecta del tango argentino. Por cierto que el gran Astor Piazzolla lo inmortalizó con su ‘Tristeza de un doble A’.

En breve paréntesis: en cierta ocasión oí decir a Almeida que el tango era originario de Uruguay. Ahora, ¿cuándo entró y de dónde provenía el bandoneón al llegar a Buenos Aires? Veamos. Que en un artículo del periódico argentino ‘La Raza’ (1919) se publicó un reportaje a un anónimo bandoneonista que indica que el instrumento fue dado a conocer en nuestro país allá por el año de 1870 por ‘Bartolo’, un brasileño uno de los primeros, apunta Villaseñor. Pero existen muchas versiones. Al principio nadie lo quería aprenderá a tocar, y pocos se animaban a entrar a un salón llevándolo enfundado; se avergonzaban de su aspecto, de su vulgaridad. Hoy entra, y viene de lejos, de los arrabales al centro.

Garaje: Por cierto que ‘ladrillo’ sigue en la cárcel y de plano, ya resignado, dice Adiós amigos compañeros de mi vida mi cuerpo enfermo no resiste más. Así estando en el ‘bote’, adivina el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando su recuerdo, sabe muy bien que son las mismas que alumbraron con sus cálidos destellos muchas noches de dolor -¡uuuy, ya ni la letra recuerda!-. Bueno, pues qué carajo, ché, que 100 años no es nada, aunque su frente ya está marchita y las nieves del tiempo platearon su sien.

Una verdad: siempre se vuelve al primer ‘ardor’, perdón, ‘amor’.