Numinor: LA METÁFORA COMO FUNDAMENTO DE COMUNICACIÓN
- Para la Lic. Ana Dafne

Ángel Agustín Almanza Aguilar

17 / Mayo / 2017

¿Qué entender por ‘metáfora’? La palabra es de origen griego: ‘metáfora’, ‘traslación’, de ‘meta’, ‘al oro lado’, y ‘fero’, ‘llevar’. Así, se habla de una traslación del sentido recto de una expresión al figurado. Estamos, pues, en el terreno de la retórica, o sea el arte que enseña las reglas del buen decir.

En nuestro asunto estamos, en efecto, en esa traslación, del sentido de una palabra, mediante una comparación mental. El nos manda a ver el término –como sinónimo– ‘alegoría’. Metáfora, nos informa la maestra licenciada en Programación Neurolingüística, Ana Dafne Almanza Zambrano, es una manera de hablar en la que una cosa es descrita en términos de otra, uniendo las dos expresiones y arrojando una nueva comprensión en el carácter de lo que se está hablando. El manejo de las metáforas, de las alegorías dá, como resultante, pues, orígen a una técnica que ayuda en mucho a modificar nuestra realidad, nuestro entorno común y cotidiano, ‘codificando de nuevo la percepción’.

Nos dice la citada maestra: La función de la metáfora es tener un enlace directo entre nuestro inconsciente, nuestros conflictos personales y nuestros recursos internos, para así encontrar por si mismos una solución eficaz.

La comunicación efectiva de nuestra vida emocional, el viejo camino de la autoexploración, la puesta del frontispicio del templo de Delfos: Nosce Te Ipsum

La práctica del uso de las metáforas implica, necesariamente, el estudio de las etimologías, en nuestro caso del griego y el latín, al par que una comprensión profunda de lo que la humanidad entiende por ‘conciencia’. Y aquí repetimos lo ya expresado en artículos anteriores: ¿estamos conscientes de lo que es la ‘realidad’?...

Todo lo que nos rodea tiene una esencia de carácter simbólico, todo es metáfora, todo evoca a otra dimensión del ser, comenzando por nuestro rostro que a cada instante eclosiona sus pátinas de eterno tiempo. Todo es lúdico, como el juego de ‘mi madre la oca’; todo es poético:

El pantano besa su risa, agitado por férulas místicas, entre despellejadas angustias, en el coro de lo infalible.

‘Frontispicio’, poemario.

En el manejo del simbolismo –Jesucristo enseñaba con parábolas– está una veta fundamental de conocimiento trascendental. En este punto es preciso y necesario reconocer que nosotros los humanos comenzamos y aprendemos a comunicarnos por medio del lenguaje poético, es decir, con metáforas, aparte del mímico. Ahora bien, realmente no existe lenguaje vivo, lengua literaria, sin metáfora. Veamos lo siguiente:

El cristal de las aguas

abrigaba la sombra arrojada

por el árbol,

y a la pátina del tiempo

los remordimientos le roían

la conciencia

dando rienda suelta al llanto,

mientras cascadas de desgracias

Lo sepultaban.

(Ibídem)

Grandes literatos, escritores y poetas, han recurrido a la metáfora para obtener un mayor énfasis, una mayor realidad, a sucesos o emociones aparentemente inefables. Y es que la metáfora –indudablemente– es, a fin de cuentas, el lenguaje de la emoción, instrumento tan valioso ante la intuición de que el medio común de expresión oral es incapaz de manifestar fielmente los sentimientos.