Numinor: Pedro Morone oía voces celestiales sin estar de anacoreta en los montes

Ángel Agustín Almanza Aguilar

14 / Junio / 2017

Existió allá por el siglo XIII un curioso personaje llamado PEDRO MORONE quien se dedicaba en todos sus libres momentos en habitar los montes Abruzos, una región de Italia, e los Apeninos centrales, convertido en anacoreta, en ermitaño, y estaba como medio loco o loco y medio, de una edad de 60 años. Fundó una orden de fanáticos que fué conocido como los celestinos. Pues bien, un cierto día le dio por escribir una carta, que ya es histórica, a un cardenal, un anciano llamado LATINO MALABRANCA.

En tal misiva el alucinado Morone vaticinaba toda clase de desgracias si el colegio cardenalicio no se apuraba en elegir nuevo pontífice. Y es que ya habían transcurridos 18 largos meses si que surgiera un nuevo Papa, después de la muerte de NICOLÁS IV, de la familia de los ORSINI, que estaban empleitados con la de los COLONNA, y ya no se quería que otro del clan de los primeros fuera elevado al trono supremo del Vaticano, a pesar de que se completaba una figura, de transición, en la persona del cardenal BENEDICTO GAETANI, pariente de ambas familias rivales, pero no parecía prudente elegirlo por un detalle, el de haber tenido un reciente y grave choque con el poderoso rey de Nápoles. Es en ese momento en que aparece la mencionada carta del ermitaño loco.

Eran los tiempos de aberraciones mentales y desquiciamiento en la sociedad italiana. El papado había abandonado Roma a causa de una epidemia y la lucha entre las arriba citadas familias era cada vez más recalcitrante. Ya había ascendido al trono de San Pedrola llamada Juana la Papisa y que, en una procesión, fue descubierta al dar a luz en el transcurso de ella (Desde entonces, se cuenta, el recién elegido Papa se sentaría en una silla especial, horadara por abajo, donde se mete mano para comprobar si es hombre realmente).

También lo del –- ‘Sínodo horrendo’ llevado a cabo por el Papa ESTEBAN VI, quien ordenó desenterrar a su antecesor, FORMOSO, ya que llevaba 8 meses de muerto, para vestirlo nuevamente de pontífice, sentarlo en el trono de San Pedro y someterlo a juicio. Acusaciones llovieron sobre el esqueleto de naturaleza diversa y –se narra-, como el acusado no argumentaba nada en su defensa, se le declaró culpable. Lo desnudaron, le cortaron los tres dedos que en vida le habían servido para impartir bendiciones y arrojaron sus despojos a la muchedumbre, que luego de arrastrar el esqueleto a patadas fue abandonado en el Tíber

Tras leer la misiva, el cardenal Malabranca ideó algo revelatorio: que sólo un loco sería capaz de empuñar el timón de la iglesia en aquellos tiempos de demencia. Así tras persignarse, propuso la candidatura papal para el anacoreta Morone, idea que pareció brillante para todos los colegiados, inclusive para Gaetano.

La noticia asustó a Morone que quizo huir lo más pronto posible de la turba que fue por él para llevarlo a Roma, pero se lo cargaron casi en vilo y a la fuerza, 5 días duró el nuevo cónclave y hasta el propio rey de Nápoles le besó las sandalias, cosa que maravilló mucho al ermitaño y se desmayó de la emoción.

El problema para el colegio de los purpurados comenzó cuando el nuevo Papa, ahora CELESTINO V, que no sabía latín, ordenó y dictó los más severos decretos contra el lujo, el derroche y la corrupción imperante en el palacio del vaticano. Los cardenales, así como la incipiente burocracia, comprendieron ipso facto que el nuevo pontífice iba a necesitar un tratamiento sedante. Y así fue. La corrupción siguió, como si nada (al cabo el Papa estaba loco).