Con Precaución : La gran eficiencia de los agentes especiales del ferrocarril

Por Sergio Mejía Cano

19 / Agosto / 2025

En la entrega anterior en donde se hablaba sobre un probable y verdadero ataque a las vías generales de comunicación, se cita también a que tanto el Ferrocarril del Pacífico como Nacionales de México contaban con un departamento de Servicios Especiales, por lo que varios amables lectores me dicen que si podría ahondar en qué consistían estos servicios especiales.
Los integrantes de este departamento a quienes se les denominaba como agentes, eran una especie de agentes federales, porque incluso algunos de ellos tenían permiso para portar armas de fuego; sin confirmar se decía que posiblemente algunos de ellos precisamente eran eso: agentes federales con o sin permiso; pero de que eran muy eficientes en sus labores, eso sin dudarlo, pues en cuanto se identificaban con las autoridades que se hacían presentes en algún accidente ferroviario de inmediato se les cuadraban dándoles manga ancha para hacerse cargo de la situación.
A finales de los años 80 del siglo pasado, en la estación del ferrocarril en Tepic, Nayarit, poco antes de las 18:00 horas, se hicieron presentes varios elementos de la entonces Procuraduría General de la República (PGR); presencia que generó extrañeza no nada más de los trabajadores ferroviarios, sino también de las demás personas que se encontraban ahí, así como de las señoras expendedoras de alimentos a lo largo del andén.
En esos tiempos, antes de 1998 siempre estaba presente un elemento del ejército mexicano que por lo regular se estacionaba en la sala de espera o deambulando por los alrededores de dicha estación del ferrocarril.
Lo curioso del caso es que, en cuanto llegó el tren de pasajeros número 3 procedente de Guadalajara, Jalisco y llamado para Salir en conexión hacia Mazatlán, Sinaloa, a las 18:30 horas, los agentes de la PGR en cuanto el tren se detuvo de inmediato se dirigieron hacia uno de los coches que manejaban flete exprés; uno, porque el tren por lo regular consistía en dos carros de exprés y uno de correos.
En dichos coches de flete exprés viajaba un encargado que era el que entregaba el flete designado a cada estación. Los agentes de la PGR bajaron con lujo de violencia al encargado de este coche de flete exprés, para luego bajar de ese coche como cinco o seis cortinas metálicas enrolladas aventándolas al andén, las que después de quitarles los cinchos las desenvolvieron dejando ver que contenían varios paquetes de color canela a los que una vez que uno de los elementos de la PGR rompió con una navaja se vio en su interior un vegetal seco parecido al orégano, pero que después se dijo que era zacatito vacilador, vulgo: mota.
Al ver esto, el elemento de ejército que a diario estaba en la estación a la llegada de los trenes de pasajeros, hizo una llamada por uno de los teléfonos públicos que estaban por la calle Allende, afuera de la sala de espera. De inmediato llegó una troca de redilas con varios soldados que rodearon a los de la PGR, procediendo a levantar esas cortinas metálicas para subirlas a la troca de redilas de la SEDENA. Los elementos de la PGR les alegaban a los del ejército que el decomiso les correspondía a ellos, a los de la PGR, a los que uno de los del ejército les espetó fuertemente: no se hagan, cómo sabían en dónde venía esa mercancía; esto le pertenece al ejército, así que no la hagan de tos.
Para esto, el agente especial del todavía Ferrocarril del Pacífico, un señor de apellido Fragua, ya se había hecho presente ante los de la PGR; sin embargo, estos frustrados por haber sido superados por el Ejército se llevaron al empleado del exprés subiéndolo a uno de sus vehículos. El agente especial, Fragua, se fue detrás de la PGR. Como una hora después llegó el señor Fragua junto con el empleado del departamento de exprés, diciéndole al jefe de estación y al jefe de trenes terminal, que se les hizo ver que el trabajador de exprés nada tenía que ver en el asunto, ya que las cortinas metálicas las habían embarcado en la estación de Pantaco y otras más en Lechería y que se habían recibido en transbordo en Guadalajara, Jalisco.
Un domingo de abril de 1996 un tren de carga rumbo al sur, arrolló un coche en un crucero en las inmediaciones del poblado Capomas, entre estación Bamoa y Guamúchil, Sinaloa, en donde tanto las autoridades de Bamoa como de Guasave querían detener a los miembros de la tripulación del tren porque hubo un muerto en el accidente; sin embargo, en cuanto llegó el agente especial del ferrocarril, se dejó proseguir al tren hacia su destino.
Sea pues. Vale.