Numinor :EL DESPERTAR DEL DRAGÓN

José de Jesús Rentería del Real.

23 / Junio / 2017

Para mi amigo y hermano

Bonhomme, el buen hombre, aquél del vigente saludo ya clásico: ‘what grape’, es decir ‘quíuvas’ tuvo –para variar– una pesadilla de aquellas de ´paquetecuento’: ¡se enfrentó con su propia bestia! ¡Despertó al viejo, negro y escamoso dragón de las míticas leyendas!

-¿Y ahora qué hago?- preguntóse.

Y es gravísimo problema: debía combatirlo hasta el final, según –claro era– las leyes especificadas por la corte de filósofos ‘ígneos’. Pero, ¿estaba preparado para esa espantosa lucha? ¿Contaba con sus buenos avíos, con armadura –sin albur, conste– y espada especiales? ¿Por qué despertó su bestia interior, si estaba tan a gusto en su cotidiano y común quehacer de su changarro? Siempre pensando en lograr un absoluto señorío sobre su carácter, dominio sobre sus pasiones, ser dueño de él mismo, fortaleza moral, serenidad ante las injusticias y un gran corazón para luchar contra el mundo en favor del triunfo de las buenas causas (¿No estaría pensando en fundar una nueva congregación religiosa?) Hasta que enfadó a su demonio y éste se le enfrentó; lo vió a través del espejo de su alma. Ahora estaba allí, ‘vestido de luces’, a punto de entrar al ruedo del coliseo ancestral.

¿La entrada abierta al palacio cerrado’ conducía a un laberinto donde, en el centro de ése Dédalo, debía verificarse el combate de sus dos naturalezas. ¿Había temor? ¿Dudas? Abrió el viejo-nuevo libro:

el ‘anciano’, el ‘peregrino’, el ‘viajero’ el ‘loco’ la máscara del viejo el padre de los metales el caos el dragón negro y escamoso el mercurio común Saturno, el plomo, la oscuridad, el silencio y la muerte; la disolución del compuesto y la putrefacción de la materia

–¡Bah! ¡Puras estupideces!–, gritó, y cerró el polvoriento texto, del cual brotó y cayó al suelo un manuscrito. Lo levantó y vió de unos fragmentos unas epístolas del apóstol Pablo.

Leyó, en baja voz: habiéndonos despojado del viejo hombre y revestidos del nuevo a renovaros en el espíritu de vuestra mente y vestir el nuevo hombre que es criado conforme a Dios.

En efecto, así se lee en Colosenses III, 9, y en Efesios IV, 22. Así nuestro peregrino, el ‘buen hombre’ entendió que era necesario someter a su ser espiritual al ‘hombre animal’ que lo traía esclavizado, viviendo en el error y en la mentira.

Hoy iré a visitarlo de nuevo, allá en su librería del ‘Eliseo de la Cruz’. La pasada vez lo ví muy introspectivo, pero decidido al feroz combate sabe muy bien que del resultado de la lucha depende la eclosión de la nueva criatura, más luminosa y coherente que la del negro y escamoso anciano: un hombre nuevo aparecerá, con un alto nivel de conciencia; será él mismo, pero en un plano dimensional más puro y feliz.

A lo lejos se escuchaba una melodía muy especial –donde predominaban tonos menores, como la menor mi menor, si menor, fa sostenido menor, verbi gratia–, empero la letra de la canción me absorbió demasiado:

Dices que parezco niño, y es verdad, lo soy. Eso no altera mi ritmo, ni estorba a mis canas.

Dices que parezco niño, y eso está bien; dices bien, los soy.

Algún día comprenderás todos mis cantos, y el de las aves el lenguaje hablarás.

Platicarás con el sol y el universo te arrullará con una linda canción de cuna.

Algún día sabrás que estuve contigo aquí en la Tierra, riendo y cantando juntos.

Atravesaremos el océano en busca de los infantes, de lo posible hermoso, y veremos a Dios.

Y dices que parezco niño, y es verdad: los soy.