¿Ya te enteraste?

Francisco Javier Nieves Aguilar

18 / Julio / 2018

- ¡Duraznos!, ¡Duraznos!; ¿No va a llevar sus duraznos oiga?; están dulces y son criollos, de allá de La Meseta.

La mujer que viste un pantalón beige evidentemente desgastado y una raída blusa en color tinto, es de las primeras vendedoras que llegan a la esquina de Hidalgo y 5 de Mayo, en Ixtlán.

Dentro de una cubeta exhibe su mercancía; pero también exhibe bolsas que contienen el mismo producto; A 25 pesos la bolsita, dice.

Acompañada por una de sus hijas, la citada mujer instala su improvisado puesto de vendimias al pie de un hotel. Instantes después hace su arribo un hombre barbado que, al igual que ella, carga un balde de plástico; solo que en lugar de duraznos, éste vende mangos, ¡mango dulce de La Costa!, como dice él mismo.

El sol apenas despunta en Ixtlán. A esa hora es poco el movimiento de la zona centro. A diferencia del intenso calor de la noche anterior, el clima es templado. Julio es uno de los meses más difíciles en cuanto a su temperatura.

Los agricultores se alistan para acudir a sus parcelas. Algunos de desplazan en remuda; otros en bicicleta o a pie; y unos cuantos utilizan algún tipo de vehículo, principalmente camionetas tipo pick up.

No falta el automóvil que se niega a arrancar ¡shuc, shuc, shuc shuc!. No enciende. Algo anda fallando. Su conductor revisa bujías, checa la batería, cables, y aprovecha el momento para revisar el aceite y llenar de agua el radiador.

Conforme pasan los minutos el ajetreo se va haciendo más intenso. Algunos comercios abren sus puertas desde las siete de la mañana; otros lo hacen a las ocho o nueve. Los agentes de ventas llegan en sus vehículos para proveer a los comerciantes con sus productos; leche, carnes frías, fruta, jugos.

A lo lejos se escucha el sonido del carretón de la basura, al vendedor de agua, al vendedor de gas; en tanto que en la zona centro revolotean alegres las aves sobre los verdes prados de la plaza de los pájaros caídos.

Las mujeres van o vienen cargando sus bolsos de mandado:

- ¡Doña Chelito!, ¡Qué gusto verla!, ¿Cómo amaneció hoy? El comentario cotidiano:

- Anoche se puso malo Don Manuel, le subió la presión.

- Pos el hijo de Jacinta va mejorando, ¡Pero qué susto le sacó!

- ¿Ya te enteraste?, ayer se llevaron a Saúl, dicen que lo tumbó un caballo.

El reloj del templo de Santiago Apóstol suena las siete de la mañana. Por los techos y frontispicios de las casas asoma el sol. Poco a poco la temperatura va ascendiendo, pero es soportable.

A la iglesia van llegando los primeros devotos. En el Atrio se observa la efigie Santiago Apóstol y de una cruz de cantera. En el nuevo mercado, los expendedores de carnes frescas están atareados haciendo sus cortes; chuletas, carne para asar, hueso para el cocido, costillita.

Llega la hora de almorzar. Las fondas del viejo mercado reciben a los primeros comensales.

- ¿Qué hay para desayunar, Lilia? -preguntan.

- ¡Ah!, hoy tenemos menudo, gorditas, atole y pan, contesta la eficiente cocinera.

Y en tanto los clientes de la fonda degustan sus platillos, por la calle Aldama deambula silencioso un hombre. Dicen que se llama Luis.

Con su delgada figura el mentado Luis camina y camina sin pensar en el ayer o en el mañana, encerrado en su propio mundo de fantasía, ensimismado y respondiendo desganado a los saludos:

- Sí, pos sí; hey.

El cielo se va tornando gris; parece que va a llover, dice una joven mujer, en tanto riega los prados. Poco después se desata una ligera brisa. Caen unas cuantas gotas, se acentúa el calor.

El ciclo de siembras se acerca, la llovizna es un preludio. Es pues, un amanecer en Ixtlán un amanecer del mes de julio.