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FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR
09 / Octubre / 2018
Una antigua leyenda explica que tres hombres caminaban cargando, cada uno de ellos, dos sacos sujetos a su cuello. Un saco colgaba por la parte anterior del cuello y el otro por la parte posterior, sobre la espalda. Cuando al primero le preguntaron qué había en sus sacos, dijo:
- Todo lo bueno que me han dado mis amigos está en el saco de atrás, ahí fuera de la vista. Por eso, al poco tiempo me olvido de ello. El saco de enfrente, contiene todas las cosas desagradables que me han acontecido, todas las ofensas que me han infligido y, en mi andar, me detengo con frecuencia, extraigo estas cosas y las miro desde todos los ángulos posibles. Me concentro en los elementos de mi saco anterior, los estudio, dirijo todos mis pensamientos y sentimientos hacia ellos.
Su respuesta explicaba por qué el primer hombre avanzaba muy poco en su camino: Se detenía siempre para reflexionar sobre cosas desafortunadas que le habían sucedido en el pasado.
Cuando preguntaron al segundo hombre qué era lo que llevaba en sus sacos, él respondió:
- En el saco de enfrente, están todas las buenas acciones que he hecho. Las llevo delante de mí y continuamente las ventilo y las exhibo para que todo el mundo las vea. En el saco de atrás llevo cargados todos mis errores, las ofensas y pesares. Cargo siempre con ambos sacos dondequiera que vaya. Es mucho lo que pesan y no me permiten avanzar con rapidez, pero, por alguna extraña razón, no puedo desprenderme de ellos.
Al preguntarle al tercer hombre sobre sus sacos, contestó:
- El saco que llevo delante está lleno de maravillosos pensamientos, acerca de la gente, los actos bondadosos que han realizado y todo lo bueno que he disfrutado en mi vida. Es un saco grande y está lleno, pero no pesa mucho. Su peso es como las velas de un barco, lejos de ser una carga, me ayuda a avanzar. Por otro lado, el saco que acarreo a mis espaldas está vacío, puesto que le he hecho un gran orificio en el fondo. En éste, pongo todo lo malo que escucho sobre los demás y sobre mí mismo. Todas estas cosas van saliendo por el agujero y se pierden para siempre, de modo que no hay peso que me haga más penoso el trayecto.
Podemos elegir el sendero que queremos recorrer. Podemos elegir con qué equipaje viajar. Nosotros decidimos qué cargamos y qué dejamos. Somos responsables de las consecuencias que se derivan de nuestras elecciones.