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Numinor: Del Nacimiento, Pesebres, Posadas y Piñatas
Ángel Agustín Almanza Aguilar
11 / Diciembre / 2018
Bien, ahora tocaremos lo de las Posadas, que nos llegaron del viejo continente, en la época colonial, acompañadas de los ‘Nacimientos’ ¡Ah, y las Piñatas!
Los ‘Nacimientos’, como comúnmente se sabe, son atribuidos a San Francisco de Asís (1223) cuando en un bosque, conocido como ‘Grecio’, montó el primero, con seres humanos y animales vivos, menos al niño que fue sólo una imagen en el heno. Todo dentro de una cueva. Invitó a los habitantes de la aldea y, repitiendo la escena, la costumbre se extendió a los pueblos cercanos y los personajes centrales fueron sustituidos por figuras de barro o madera. Empero, para esto, ya mucho antes, la escena de la natividad había sido tema de múltiples artistas que en diversas manifestaciones la habían inmortalizado. Fuero los famosos ‘pesebres’, donde aparecían los controvertidos ‘Reyes Magos’.
La representación del santo de Asís, al popularizarse y difundirse por el mundo cristiano, recibió nombres como Crib (Inglaterra), Cherche (Francia), Krippe (Alemania), Presepio (Italia), o Belén (España). Pero volvamos a los de las Posadas.
Los franciscanos, primeros misioneros católicos que acompañaron a los conquistadores, para adoctrinar religiosamente a los nativos, se sirvieron del teatro, dando lugar así a las ‘Pastorelas’. Ahora, los agustinos, encabezados por Fray Diego de Soria, promovieron ante el Papa Sixto V (el que mandó construir la cúpula de San Pedro -1585/1590- ) que ‘este les permitiera escenificar los misterios en la religión, pero no a la manera franciscana sino con la participación de los indígenas, a fin de que dejaran de ser espectadores y fueran ellos mismos actores. Dicha propuesta consistía en representar teatralmente el peregrinaje de la Virgen María y San José así como el posterior Nacimiento. El pontífice no encontró nada de censurable en tal método y concedió el permiso (1587) mediante una Bula, para Posadas ‘cantadas’.
En sus inicios tales representaciones religiosas consistían básicamente en el traslado en andas (andas: tablero con dos varas para llevar algo en hombros) con las figuras de María y José de unas casa a otra, hasta que tras varios rechazos conseguían donde se les diera, precisamente, ‘posada’, con regocijo. Así, en la noche del 24 de diciembre los ‘santos peregrinos’ eran llevados al establo de la casa donde se les construía un ‘portal’, para proceder a la adoración del niño. Nueve días duraban las Posadas y los participantes eran catequizados, aceptando, pues, la iglesia esta forma de evangelización. Al paso del tiempo se añadió a las posadas una costumbre italiana: las ‘Piñatas’, que antes del renacimiento era costumbre romperlas en Cuaresma, durante el Carnaval, en el baile de máscaras. Era una olla pelona y ya se vendaban los ojos al concursante a romperla.
Se le llamaba ‘Piñata’ por la forma que tenía de ‘piña’, siendo en España donde se le vistió de papeles de colores, pero en nuestro querido México se superó su presentación, y las hay que son verdaderas obras de arte; hermoso juguete mexicano.
La olla –se nos informa–, representa al espíritu del mal, que con su bella apariencia, atrae a la humanidad. La colación que encierra son los placeres desconocidos que ofrece al hombre para atraerlo a su reino. La persona vendada es la fé, que debe ser ciega y que se encargará de destruir al espíritu maligno. El conjunto: la lucha que debe sostener la humanidad valiéndose de la fé para destruir las malas pasiones. (Fray Juan de Grijalva). Pero las Piñatas no contaron con la aprobación de la iglesia, y terminó prohibiéndolas definitivamente en el siglo XVIII pero no se le hizo caso.
Y –no se olvida–: En el nombres del cielo, os pido posada ¡Dále, dále, dále, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!... No quiero oro, ni quiero plata, ¡yo lo quiero es romper la piñata!... Ándale Juana, no te dilates, con la canasta de los cacahuates.