Solo así podré descansar

FRANCISCO JAVIER NIEVES AGUILAR

20 / Marzo / 2019

Anteanoche, después de haber asistido a un programa que realizamos en Uzeta, regresé a mi casa con un leve dolor de espalda. Tomé Paracetamol, y nada; al contrario, este cada vez se fue haciendo más intenso.

Decidí entonces sumirme en los brazos de Morfeo, con la esperanza de que el dolor desapareciera con el sueño: Fue entonces que fijé mi pensamiento en ti.

Tenía enormes deseos de agarrarte y apretarte fuertemente entre mis manos, todavía excitado con el recuerdo de la noche anterior. Quería decirte todo lo que siento y la angustia que me produce tu recuerdo.

Apareciste y desapareciste. Apareciste... y desapareciste. Todo sucedió en esa noche y en esta cama. Con fricción, te acercaste a mí.

Sin mostrar pudor alguno, te pegaste a mi desnudo cuerpo. Percibiendo mi indiferencia, te acercaste más y más. Mordías todo mi cuerpo, sin recatos, sin escrúpulos....

Mis partes más íntimas supieron de ti. Me volviste loco. No sabía qué hacer.

Por fin, me dormí.

Y hoy cuando desperté, te busqué desesperadamente, pero mis esfuerzos fueron en vano. No te encontré. Ya no estabas. ¡Te habías ido y en toda la sábana había muestras de lo sucedido la noche anterior.

En mi cuerpo había huellas inolvidables, marcas profundas que tardarán mucho tiempo en sanar y que estarán mucho tiempo presente en mí.

Pero ésta noche me acostaré temprano y te esperaré. Cuando llegues, no quiero imaginar lo que va a suceder. Me abalanzaré sobre de ti con la fiereza de un león y rapidez de una cobra. ¡Y ya no te irás!

Ya no podrás escapar de mí. Te apretujaré hasta sentir la sangre de tu cuerpo. Sólo así podré descansar.... ¡Pinche zancudo, hijo de la chingada!