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EL RITMO DE LA VIDA: Fin al horario de verano, y parece que para siempre
Por Pepe Reyna
28 / Octubre / 2022
Lo que parecía interminable llegó a su fin y parece que para siempre. Me refiero al absurdo cambio de horario que nos impuso el penúltimo presidente priísta que hemos tenido, Ernesto Zedillo Ponce de León, sí, el autor del Fobaproa con el que nos acarreó a los mexicanos una enorme carga económica que vino a favorecer únicamente a los banqueros, además de habernos despojado de los ferrocarriles nacionales en beneficio de una multimillonaria empresa particular.
El llamado horario de verano, de abril a octubre, jamás se lo perdonó la ciudadanía, y el reclamo de su desaparición era cosa de todos los años con la exigencia de vuelta a la normalidad. Un solo horario, el de invierno, resultaba más que suficiente para una población que se negaba a aceptar el adelanto de una hora al reloj con la que se efectaba, de manera clara, la salud de la gente.
Una hora antes de tiempo significaba una de dos cosas: sacrificar el desayuno o poner en riesgo el empleo. Y en el sector escolar resultaba aquello verdaderamente dramático, con niñas y niños acudiendo a la escuela sin haber desayunado por completo y con la necesidad de quedar dormidos en plena clase, sin el debido aprovechamiento en las aulas, como solía suceder.
La exigencia de regreso al solo horario de invierno, con la eliminación del correspondiente al verano, se hizo patente con el arribo de un nuevo gobierno diferente a los cuatro anteriores, que, precisamente, comulgaba con esta idea. Ni la oposición puso mayor resistencia a ello y para pronto llegó la aprobación apabullante que, a partir del próximo domingo, convierte al de invierno en el único horario de uso. Con el atraso al reloj y al parecer para siempre.
CON LO SUCEDIDO el pasado fin de semana, luego de la embestida del huracán Roslyn a Nayarit, nos viene a la mente lo ocurrido en tiempos del gobernador Roberto Gómez Reyes (1970-1975) cuando un fenómeno atmosférico de esa magnitud vino a sacudir a la misma zona costera de Nayarit y con efectos más o menos inquietantes a la capital nayarita.
En esa época no se contaba con los amplios informes que actualmente previenen a los gobiernos y a la población sobre el paso de las tormentas tropicales y de los huracanes, por lo que uno de ellos, bastante furioso, sorprendió en plena playa de Novillero, al propio gobernador Gómez Reyes y funcionarios que los acompañaban, así como al equipo de reporteros y fotógrafos que el entonces jefe de prensa del gobierno estatal, Brígido Ramírez Guillén, había invitado a una gira de trabajo por el municipio de Tecuala.
Se sabía de manera vaga que una fuerte tormenta andaba merodeando por el Océano Pacífico, pero fue ya avanzada la noche cuando los camiones tropicales que transportaban a la comitiva oficial y a los periodistas, de regreso a Tepic, cuando se presentaron los vientos huracanados y la furiosa lluvia que azotaban a un mar embravecido.
Imagínense, los camiones de tipo tropical, con sólo techos de lona y sin protección alguna a los lados de las endebles bancas de madera, circulando de manera lenta y con grandes dificultades sobre la arena de la playa de Novillero, con la sola iluminación de los faros de los propios vehículos y la luz de los insistentes relámpagos, el rugido del viento y de la lluvia, y ya bastante retirados de Tecuala.
Fue el ingeniero don Daniel Zavala, en ese entonces Gerente de la Comisión Federal de Electricidad en Nayarit, quien se hizo presente manejando una camioneta que se había unido a la caravana, quien le ofreció a Gómez Reyes llevarlo a la cabecera municipal, como así ocurrió, en tanto que el resto de la aterrorizada comitiva permanecía en los asientos de los desprotegidos camiones, donde luego alguien comentó: Más que cuidarnos del huracán hay que tener cuidado con las fieras salvajes que huyen de la tormenta y que, llenas de miedo, pudieran atacarnos.
Ahí, uno de los periodistas comenzó a rezar y el milagro se hizo: uno de los choferes grito: Allá veo la luz de un foco, creo que nos salvamos. Y en efecto, se trataba de un bar en la playa, abierto a esas horas de la noche, al que llegaron los viajeros en solicitud de urgente protección. Y no sólo eso, sino también un servicio de varias botellas de licor, para el susto y hasta el amanecer, cuando el huracán ya había pasado a la historia.