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EL ITACATE: MASCHERA: EL CLÁSICO ARTE DE LA HIPOCRESÍA
Por Agustín Almanza Aguilar
15 / Abril / 2013
En cierta ocasión, en coloquial ágape –cuando DIONISO no aprecia aún-, un artesano del buen yantar y la jama, ahíto de deletéreo mosto, más allá de su irredenta incoherencia senil, me espetó una frase abrupta, al despertarse en virtud de un ronquido y un eructo muy propio de su naturaleza de lumpen: ¡Eres un hipócrita!
¡Al fin alguien de tan egregio cacumen y en medio de su normal demencia, reconocía mi histrionismo en el clásico arte de fingir con dignidad en este TABLAO de la vida; valoraba con gran acierto mi obra de actor tragicómico en este gran teatro existencial!
Acto seguido –después de darle alas gracias al involuntario bufón y teniendo como testigos a los comensales y al anfitrión del momento-, me acomodé de mejor guisa y a mundano placer la máscara que natura me concedió como precioso don.
No se que númen te inspiró, mi estimado guasón –le contesté-, pero no cabe duda que tu capacidad de síntesis filosófica es de admirar: ¡hipócrita, hipócrita! – agregué-. ¡Hermano mío, las musas anidan en tu flácido y anquilosado magín! ¡Que bien has captado el espíritu de aquel antiguo y clásico teatro griego! ¡Orgullo de tu innata sapiencia estaría Sófocles, Eurípides, Menandro, y hasta el mismo contrahecho Esopo! ¡Soy un gran actor; soy todo un gran hipócrita! ¡Muchas gracias irredento truhán, baturro!.
Todos abrieron tamaños ojos cuando les afirmé que deberían enorgullecerse de pertenecer (Nolens Volens) a la cofradía de los hipócritas, aunque mas que alguno levantó su cristalino vaso con toda la intención de grafitearmelo en los belfos, de no haber intervenido el atónito anfitrión Pero se calmaron cuando comencé a explicarles el quid del tinglado.
Nuestro rostro es una máscara de carne y a través de ella nos manifestamos a los demás; nos comunicamos. La palabra persona da la idea de sonar a través de (per-sonare). Nuestro cuerpo físico es como un disfraz con el cual actuamos en este mundo material, en este teatro de la vida. En el teatro clásico griego los actores aparecían con una máscara al interpretar a sus personajes, y eran llamados –precisamente- hipócritas, y ello no en el sentido sicológico sino en el artístico. Luego así, como todos nosotros, somos actores en el teatro de esta mundana existencia, y todos portamos una máscara al deambular por este tragicómico carnaval, encarnando papeles y guiones creados por el Gran Arquitecto del Universo, autor del enigmático escenario cósmico.
Bien; unos quedaron callados, dando un mutis de beneplácito a tal exposición, mientras el avanzado discípulo del dios de los faunos roncaba como chirimía destartalada.
Ces’t La Vie.
Finis Terrae: Todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores. Todos tienen sus entradas y salidas, y cada hombre en su vida representa muchos papeles, siendo los actos siete edades () La última escena de todas, que termina esta extraña y nutrida historia, es la segunda infancia, un mero olvido, sin dientes, sin ojos, sin palabras, y sin cosa alguna –comedia citada-.
P.D. – Se aclara que los Protocolos de los Sabios de Sión son documentos tenidos por apócrifos y que han causado muchas persecuciones y muerte de judíos –caso Holocausto, de Hitler-.