Un vistazo al Acaponeta del siglo XX (Segunda Parte)

*Nuestro asombroso pasado

24 / Abril / 2013

Había muchas sombrererías o pequeños comercios donde los hacían, los más famosos: las fábricas de Don Francisco Casillas, por donde hoy se ubica el Hotel Plaza; la de Don Ramón Aguilar, por la calle Puebla, casi para llegar a la plaza Constitución (hoy Miguel Hidalgo) y la de Don Audón Díaz en la esquina de Oaxaca e Hidalgo. Tiendas sombrereras estaban las de Juan L. Carrillo y Compañía, a la que luego habría que incluir en las tiendas de ropa, muchas de las cuales menciono a continuación y que además incluyen zapaterías, tiendas de telas, mercerías, boneterías y lencerías: Rubén González, era uno de ellos; otro Don Fortino Romero, quien anunciaba organdí floreado, liso y escocés; Vichy Fantasía, driles de todas clases y colores, así como sombreros de Tehuacán; él estaba por la calle Puebla, cerca de las vías del ferrocarril.

En la esquina de Hidalgo y México se asentaba La Sorpresa de Mister M. Wingart, con ropa, calzado y mercería. Don Rubén González, especialista en lencería establecido en lo que hoy es el parque a la bandera; la Sra. Rita Tello en compañía de sus hermanas, que laboraban en Juárez y México, anunciaban sombreros de fieltro y canutiers, que eran unos sombreros muy bonitos, tipo panamá. Don Mario Aftimos, administraba La Popular por la calle Hidalgo y Don Aristeo Romero, también por la Puebla. En cuanto a boticas y farmacias, había muchas, muy atractivas con mobiliario de madera maciza, con muchos anuncios en las vitrinas y anaqueles, muy parecidas a las tiendas de las esquinas, pero sin bultos en los pasillos, ni cucarachas en sus rincones, al contrario, todo con una limpieza y sanidad a toda prueba y el característico olor de esos sacro santos lugares medicinales, llenos de pomos de cerámica, frascos esmerilados con tapones de corcho, matraces, vasos de precipitados, básculas y morteros que daban un conjunto singular y muy atractivo a los frentes de las negociaciones mencionadas y que ocultaban detrás o en la trastienda, oscuros laboratorios donde se elaboraban fórmulas para curar toda clase de males, incluyendo los de amor y tristeza. Entre otros: La Botica Hidalgo de Don Bardomiano de la Cruz, que curaba radicalmente la gonorrea, la blenorragia y sus complicaciones, además que era muy solicitada por el famoso vivificante Específico Sens que al untarse en la piel hacía maravillas. Por supuesto la Farmacia Occidental de Don Carlos Partida en la calle México, ya desaparecida que invitaba a sus clientes a asomarse al mundo de los microbios para luego venderles los mejores antisépticos, así como aceite de bacalao para los niños durante los meses de frío y hasta el legítimo Fly Tox por litros para moscos y zancudos, sin faltar los lápices labiales a prueba de besos, toda una maravilla de la modernidad, junto con artículos muy buscados que ahí tenía Don Carlos para las damas de la época: productos para belleza marca Princes Pat, polvos Coty Capi, Belle de Nuit, Kissproof, para los que tenían dinero y Tres Flores, Rosas de Guadalupe, Blanco y Negro, Cleopatra y Narciso Negro, para las clases populares. Don Juan Peregrina, tenía su botica La Nueva Farmacia entre las calles Juárez y México, que anunciaba con bombo y platillos la existencia en sus bodegas de Kuropirina, el medicamento más moderno para dolores de cabeza y neurálgicos.Los sastres eran indispensables en una comunidad donde el calor no era factor para andar de traje o siempre bien prendiditos: Asisclo Trujillo Narváez, S. M. García y Hno., Marcos Ahumada y la famosa sastrería El Progreso de Clemente Ledón Ahumada, que presumía: La única casa que garantiza su trabajo por su perfecta confección. Otros negocios de aquellos años son los hoteles: Hotel Castellanos, propiedad de Gabriel Castellanos Duhagón el amigo de los viajeros, fundado en 1923 y que tenía alumbrado y abanicos eléctricos, W.C. inglés y baños de regadera, servicio postal, restaurante y como decían ellos: moralidad y buen trato.

El Hotel Royal aún existe en las calles de México y Juárez, cuya propietaria en esos tiempos era Doña Juana Navarro. Frente al parque Constitución estaba el conocido Hotel Casillas, también con restaurante y, finalmente el Hotel Sud Pacífico frente a la estación del ferrocarril de Don Pedro Navarro y con sucursal en Ruiz.Peluqueros, dos nipones: Gerardo Nezumi y Francisco Kansaki, este último con la Barbería Japonesa frente al Hotel Royal. Joyeros, varios, entre otros: Porfirio Sandoval por la calle México y a unos pasos Juan Nepomuceno Echeagaray Gadea.Agricultores: los de la Hacienda de Santa Martha (antes San Cayetano), quienes establecían un despacho para la venta de ganado, maíz y frijol y hasta tenían su embarque marítimo en lo que hoy conocemos como El Otatito; Ruperto Castañeda, hacía lo propio por la calle Allende; Don Luis Jiménez, quien era presidente de la Junta de Defensa Agrícola, por la calle Hidalgo; Don Francisco Andrade, atendía por la Jalisco; por esa misma calle Don Lucas Flores y en la Guerrero Don Crescencio Jaramillo, quien tenía algodón, además de los consabidos maíz y frijol; José Luis Chan en la calle México; José M. Díaz B., quien vendía y compraba cereales se establecía en Juárez y Puebla. Especialista en ganado Don J. Encarnación Díaz a quien hallaban en Allende No. 93. El griego Nick Gotsis, dedicado a la verdura de exportación y Don Fidencio Betancourt e hijos dedicados al chile. De la Hacienda de Bayona y Niebla, se destacaba el gerente general Don Eduardo Musick; la antigua hacienda de Palmar de Cuautla, tenía presencia en Acaponeta a través de Murillo Coronado y Compañía, que manejaban los productos de la Colonia Agrícola General Obregón, especializado en cocos ya que detentaban 20 lotes con 400 mil palmas de coco; y de la Hacienda de La Guásima. Doña Dolores M. viuda de Encinas, que manejaba tabaco y panocha. Asimismo con producción panochera la Sra. Paula C. viuda de Núñez con su trapiche por la zona del río y su despacho por la calle Allende. De la Hacienda de Huaritupa, los señores Cosme y José Domínguez. Otros más: Francisco Salas, Juan Núñez, Adolfo L. Morales y Jesús Llamas. Secundino de la Paz, ofrecía manteca de cerdo en latas y en pie. Profesionistas médicos: Enrique M. López, con un gabinete dental; el Dr. Honorato Espinosa y Espinosa, con su consultorio por la calle Juárez; el Dr. Manuel S. Akahoshi, egresado de la Universidad de Tokio, según se anunciaba en el periódico. Ya en 1919 llegaba a Acaponeta, el Dr. Alberto E. García, médico cirujano titulado con práctica en clínicas de Londres, Nueva York, Chicago, Los Ángeles y la Ciudad de México y que paraba en la farmacia occidental a ofrecer sus servicios profesionales. El médico Gustavo Aubanel, atendía por la calle Veracruz. Un médico a la vanguardia tecnológica era el Dr. Villalobos Quevedo, que contaba con un gabinete de electroterapia. En papelerías e imprentas, las que brillaban eran la de El Eco de Nayarit, sucesivamente de Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos, que además vendía decenas de títulos en libros; Federico R. Corona, además propietario del Cine Royal y Martín M. Sáizar. Cajas mortuorias finas y corrientes era cosa, si Usted no era el muerto, de ir con Antonio J. Hernández. Si había que llevar serenata u organizar una fiesta, pues estaba la sensacional Orquesta de los Hermanos Díaz, dirigida por supuesto por el Maestro Inocente Díaz Herrera. Los depósitos de cerveza, como siempre había muchos, principalmente de la mazatleca Cervecería Pacífico, José E. Magallanes tenía una, y el despacho de Don Guillermo Llanos Jaime.Fotógrafos: Manuel Herrera y Arturo Mejía; dos billares, el de Don Adolfo Robles en Oaxaca y Juárez, así como el Salón Meza cuyo dueño fue Don José Meza, en ambos con venta de cerveza. Carpintero, Don Ignacio Miramontes, que además arreglaba carrocerías de autos. En la herrería famoso era Fortino Barrón y en la talabartería Nicolás Quintero con su taller de la calle Hidalgo. Por supuesto hay muchísimos otros más que no están en nuestros registros, así como abogados, seguramente ingenieros, profesores, más médicos, dentistas, artistas, plomeros, electricistas, etc. mismos que habrá que ir recogiendo en el futuro para conformar un directorio del pasado, que no deje fuera a nadie. (JRM/JF).