¿CUANTOS FLAUSTISTAS DE HAMELIN OCUPAMOS EN NAYARIT?

24 / Marzo / 2014

Por Fernando Gutiérrez Meza

La semana anterior sorprendió la información manejada por el director del Organo Superior de Fiscalización, Roy Rubio Salazar, al referir que había cientos de pendientes por malos manejos del dinero en los 20 Ayuntamientos del Estado, por lo que dicha institución venía trabajando al respecto, como lo anunciara desde que tomó el cargo de Contralor en el Gobierno del Estado, en que nos declaraba a quien esto escribe y otro compañero que existían irregularidades.

De nadie es ajeno, que los Ayuntamiento del Estado están en banca rota y algunos ni siquiera son sujetos de créditos de instituciones bancarias, factores que han influido en el desarrollo de las obligaciones y compromisos creados por los ediles en tiempos de campaña; no obstante, estamos a unos meses que concluyan sus mandatos y entreguen a sus sucesores o los suplentes, debido que hay varios que pretenden buscar una diputación en el próximo proceso.

Lo anterior me hizo recordar el cuento denominado El Flautista de Hemelín y ¿Cuántos se ocuparían en Nayarit?

Hace mucho, muchísimo tiempo, en la prospera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones, que merodeaban por todas partes, devorando insaciable, en grano de sus repletos graneros, y la comida de sus bien provistas despensas.
Nadie acertaba a comprender la cusa de tal invasión, y lo que era aún pedir, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.

Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones ala ciudad. Tal era la cantidad de ratones que día tras día, se enseñoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían asustados.

Ante la gravedad de la situación, los prohombres de la ciudad que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: Daremos cien monedas de oro a quien los libre de los ratones.

Al poco tiempo se presente ante ellos, un flautista taciturno alto y desgarbado a quien nadie había visto antes, y les dijo: La recompensa será mía, esta noche no quedara ni un sólo ratón en Hamelín.

Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y mientras pisaba tocaba con su flauta, una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes salieron de sus escondrijos y seguían embelesando los pasos del flautita, incansable la flauta.
Y así, caminando y tocando, los llevo a un lugar muy lejano, tanto que desde allí, ni siquiera se miraban las murallas de la ciudad.

Por aquel lugar pasaba un caudaloso río, al intentar cruzarlo para seguir el flautista, todos los ratones perecieron ahogados.

Los hamelinenses, al verse al fin libre de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos volvieron a sus prósperos negocios, y tanto contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.

A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamo a los prohombres de la ciudad, las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero estos liberados ya de su problema y cegados por su avaricia le contestaron ¡vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?

Y dio eso, los orondos prohombres del Consejo de Hamelín, volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.

Furioso por la avaricia y voracidad de los hamelinenses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no era los ratones quienes lo seguían, sino los niños de la ciudad, quienes arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico.

Cogidos de la mano y sonrientes, formaron una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista.
Nada lograron y el flautista se los llevo lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo a donde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron.

En la ciudad solo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus solidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.
Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontrares ni un ratón ni un niño.