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Cuestión: La economía y el campo
Por: Marco Vinicio Jaime
08 / Julio / 2015
La fragilidad económica como la decreciente productividad en el campo, entre otros sectores coyunturales, se han vuelto prácticamente en factores comunes de la realidad y piezas clave al mismo tiempo, para justificar -en un ciclo inacabable- la estructuración de particulares soluciones que paradójicamente nunca alcanzan a erradicar los males, lo que termina después de todo dando razón de ser a un andamiaje político-gubernamental fabricante de mayores soluciones, de eso y nada más, las cuales a su vez se convierten indefectiblemente en garantes de reeditados y nuevos problemas, quizá por una premeditada escasa efectividad.
Sin embargo, si son los desastres consentidos la estrategia predominante para la manutención del orden prescrito, parece ya no funcionar del todo, luego del inoportuno descuido de ese principio elemental planteado en su momento por el polémico estadista Florentino, Nicolás Maquivelo: Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento.
Para el buen funcionamiento de cualquier sistema, es preciso asegurar equilibrio, solo mediante el cual se es posible avanzar congruentemente entre los dichos y los hechos, de lo contrario, en la ausencia de comunicación, de transparencia y legalidad, de practicidad para abordar la problemática y generar respuestas tangibles, se imponen los monólogos y el autoengaño, a pesar de la evidente apatía y ese innegable descontento popular, descrito por Maquiavelo, que raya en la ilegitimidad. Porque en un marco de reducido circulante y poder adquisitivo, cualquier discurso, foro o escenario inaugural queda asincrónico. Ya lo decía un reconocido cantautor mexicano: Cuando un hombre debe más de lo que come, se entiende que entonces la teoría falló; porque aferrada y gorda la ambición respira en otra barriga, y en otra mansión.
Por ello, las propuestas erigidas para el fortalecimiento del campo y el consecuente saneamiento económico, deben ir respaldadas de diagnósticos fidedignos más que de impulsos mediáticos, que en no pocas ocasiones no coinciden ya con el devenir real y menos con el desenvolvimiento cotidiano de sus protagonistas; a fin de dar un nuevo giro a los esquemas de pervivencia de la estructura gubernamental, que por ahora se antoja rebasada.
La economía mundial atraviesa por momentos precarios, y es tiempo de echar mano de ingenio para optimizar lo disponible, de saber dar para recibir, de generar confianza y certidumbre, no de cerrar las puertas y simular bienestar colectivo, a la par de dejar ver desde una ventana a lo alto de la torre, el festín de los pocos asegurados con cargo a las mayorías desposeídas.
Las autoridades hacendarias adelantaron en su momento importantes recortes al Presupuesto de Egresos para el próximo 2016, por un monto de tres mil 559 millones de pesos en programas sociales en varias secretarías, de entre lo cual se estima que serían 404.2 millones de pesos en programas progresivos como el Fomento a la Agricultura, de la secretaría del ramo (Sagarpa), al igual que en Apoyo Alimentario y la Pensión para Adultos Mayores (Sedesol); es decir 101.4 y 402.7 millones de pesos, respectivamente.
Tras lo anterior, se anunció lógicamente, como en otras ocasiones, que habría entonces que apretarse el cinturón. No obstante, la pregunta sigue siendo la misma: ¿Por qué la austeridad curiosamente siempre se enfoca en los que menos tienen, y no alcanza a aplicar a las cúpulas regentes, ya sea partidarias y del poder?
El campo, geográfica e históricamente ha revertido por su parte, su influencia en el país, a partir del significativo crecimiento poblacional y de la imponente expansión urbanística, a grado tal que si a principios del siglo XX el verdor se extendía en casi el 80 por ciento del territorio, ahora solo es del 20 por ciento, de modo que las actividades que se desprenden de este, también han sido absorbidas por un voraz proceso globalizador en el que la apertura comercial ha eclipsado, a la par de la escasa productividad, desorganización y politización del propio sector, la rentabilidad correspondiente. Con ello presente, el rescate del campo y la economía requieren y urgen de una cirugía de fondo, de gran calado con tal fuerza transversal y multidisciplinaria que sumen, integren con recetas completamente actualizadas y demuestren por sus hechos, un notable contraste aún ahora con los impases presentes.
El pueblo espera resultados, un vuelco total; ¿qué tanto esperará?