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Numinor: Cuaresma, Semana Santa y Pascua: Un Viaje a Tierra Santa
Ángel Agustín Almanza Aguilar
13 / Febrero / 2018
Con esta entrega damos inicio a una serie de artículos que versarán sobre los temas de la Cuaresma, la Pasión de Jesucristo, en su Resurrección y la Pascua. Se acerca la primavera, y la Semana Mayor a fines de marzo y comienzos de abril: primavera, ‘Primer Comienzo’, y abril, ‘Abrir’ y es que se trata de una época ritual de alto conocimiento Divino, Sagrado, lo saben perfectamente los sacerdotes.
La cuaresma –esos cuarenta días de ayuno y oración– es un periodo, por así decirlo, de ‘preparación/purificación de la materia/vaso’, para que, al llegar a los días más sagrados de ella, al finalizar la misma temporada, tal recipiente sufre el tormento de la ‘Crucifixión’: cuando lo Divino es ‘fijado’ en un madero, como aquella ‘serpiente’ en el desierto, cuando Moisés. Aquí existe todo un simbolismo trascendental, todo un saber iniciático superior, Estamos hablando de la doctrina de Cristo, del ‘Hijo de Dios’, de la ‘Luz hecha Carne’; son días, tiempos –en efecto– de reflexión, de meditación.
Desgraciadamente la mayoría, el común de nosotros, damos más importancia al placer de los sentidos, a sus pasiones elementales, olvidando cultivar la esencia, la interioridad del Ser Verdadero. Mencionar a Dios hoy en día es ser tomado como retrasado, en cuestiones científicas y tecnología de punta, no se diga sobre el contenido de los Evangelios, de la historia de Jesucristo, etc.
Sin embargo existe –para desgracia de los irredentos agnósticos y ateos– un saber ancestral que sigue dando lata en los juanetes y callos de los incrédulos. He aquí el ‘Quid’ del asunto, y será el tema a desarrollar en las próximas entregas. Sólo digamos que la clave más importante para comprender toda la fenomenología que nos muestra la Madre Naturaleza está en la luz; su estudio nos lleva al misterio del universo y de la vida misma. Ello conlleva a comprender el por qué la luz se condensa gradualmente en sustancia, y al revés.
La energía luminosa ‘fijada’ en la Cruz de la materia, la Pasión clásica El objetivo, pues, es lograr una ‘Resurrección’ del Hijo del Hombre’, de un cambio de naturaleza; ir de lo animal a lo espiritual, que es posible. No olvidemos la presencia de la luna en ésta fértil estación del año.
La luz el fuego, la energía, así como el espíritu son la base de la Creación Divina, pues existe un Ser Supremo y Único, Eterno, causa de todo, lo visible y lo invisible. Todo nace de la luz, todo es transformado por el fuego, todo se mueve en virtud de la energía, y todo vuelve al origen. La materia –se sabe– es energía condensada y la energía materia sutilizada; existe un maravilloso equilibrio en movimiento gracias a dos fuerzas antagonistas, que se atraen y repelen a cada instante, que fluyen y refluyen como un juego de amor. De esas ‘dos naturalezas’, semejantes y, al mismo tiempo, desemejantes, parecidos pero diferentes, emerge una unidad única (sic), y de esa unidad brotan aquellas dos. Nosotros somos algo así, una amalgama, un ‘Rebis’, un ‘compuesto de compuestos’, y esta ‘cosa’ es la que está en juego en Cuaresma y en Semana Santa, después –si se triunfa en la ‘tentación’, en esa ‘batalla interior’, más cruel que las del mundo exterior– viene la Pascua (el ‘Paso’), el viaje a la ‘Tierra Santa/Prometida son, pues días sacerdotales y dignos de reyes y guerreros.