“UNA AVENTURA EN LAS RUINAS DE JAUJA”

POR: MIGUEL ANGEL CASILLAS BARAJAS

02 / Octubre / 2009

De las personas de mi generación, ¿quien no recuerda aquellos paseos que disfrutábamos los domingos  en las ruinas de jauja? y cuando se podía, aprovechábamos la ocasión y nos íbamos todavía mas allá, hasta el faisán o al punto, o a la noria casi llegando a la escondida. Paseo bello y lleno de nostalgia.

Aun recuerdo que frente a la fábrica de jauja estaba un árbol muy frondoso que con sus ramas hacía que la luz del sol casi se blindara, manteniendo un clima fresco y agradable a todas horas del día, invitando al descanso y la relajación. Además recuerdo también, que en ocasiones me tocó escuchar a un pequeño trío de músicos que se reunían cada sábado y domingo y gustaban interpretar la música de “Los Montañeses del álamo” dándole un gran sentido bohemio a los paseos que yo en lo particular disfrutaba al  removerme todas mis vibras artísticas.

Frente a la fábrica de jauja está todavía una  hondonada de árboles y antes había algunas casitas muy humildes y entre ellas  una pequeña tiendita en donde adquiríamos refrescos ese del caballito y galletas cremosas y  algunas frutas y hortalizas de la región como: Limas, Mandarina, jícamas y pepinos frescos que eran traídos seguramente del faisán lugar donde se sembraban esas riquezas.

Pues bien, contaban los moradores de ese lugar, que la noche empezaba para ellos a las 6 de la tarde ya que no había luz eléctrica y los árboles prácticamente oscurecían el lugar muy temprano, pero además otra causa que los hacía recogerse temprano es que por las noches  se podían aún escuchar los lamentos del dueño de la fábrica textil que se quemó por allá por el año de1948. Esta persona, cuando vio arder su fábrica, cuentan, se puso histérico y rompió en llanto sentándose precisamente bajo el frondoso árbol que adorna esa pequeña hondonada,  o remanso como quiera Usted llamarle, Estimado lector.

Bueno pues una tarde como a eso de las 4:30  tuve la feliz ocurrencia de tomar una bicicleta prestada de un primo que era mas alto y mayor que yo (en ese tiempo yo tendría alrededor de los 12 años) con la intención de ir a comprar jícamas al faisán, para lo cual lógicamente tendría que pasar por jauja y un poco mas adelante estaba una huerta muy grande a la que llamaban: El faisán, yo ya conocía la historia del aparecido y que la luz se terminaba en ese lugar a las 6 de la tarde y todas esas cosas, amigo lector, y sin embargo, el rico sabor de las jícamas jugosas y tiernas  con chilito me tentaron y me habían infundido valor para afrontar todas esa historias y adversidades que se contaban, yo  había calculado que en ¾ de hora a lo sumo, estaría de regreso a mi casa que estaba situada por la calle león antes de bajar para la alberca de  acayapan, y pasaría ( según yo, y mis tontos planes) como pedro  por jauja de ida y de regreso sin voltear ni hacer alto en ningún lado.

Sin mas preámbulos partí velozmente en la bici prestada, el trayecto de  ida transcurrió sin novedad pero al llegar al faisán y bajarme de la bici,  empecé a sentir un ardor insoportable e intenso en ambas  ingles ocasionado por la altura del asiento de la bici, que mi primo Ernesto, me había prestado y que  al ser mas alto que yo, el asiento de su bici estaba ajustado lógicamente que a su altura, eso  hacía que yo estirara mis piernas al máximo para alcanzar los pedales lo que provocó  que me rozara el asiento y que al bajarme empezara a sentir los ardores intensos en ambas partes y para acabarla de amolar, no estaba el que vendía las jícamas, por lo que me tuve que regresar casi de inmediato, pero ahora, habían cambiado drásticamente las condiciones, me quedé unos minutos pensando en el paso ineludible de regreso por las ruinas de jauja y ya empezaba a oscurecer, pero ni de broma podía otra vez subirme a la bici, los ardores a cada rato parecían aumentar a tal grado que  solo al caminar unos cuantos pasos tenía que detenerme constantemente para despegarme el pantalón de la zona rozada, pero aparte de esa contrariedad todavía tenía que  cargar la pesada bicicleta por un lado y brincaba como caballo brioso sin rienda entre la piedras del accidentado camino, y precisamente  pasaditas las 5.30 de la tarde empezó una lluvia ligera pero muy pertinaz pero que al mojar mis partes rozadas me hacía llorar de dolor por los ardores insoportables para un chico de mi edad, cuando menos pense y casi ya en la oscuridad completa llegué a aquel remanso de jauja rodeado por árboles en donde se escuchaba el ruido ensordecedor de la aves al anidarse, hice un alto antes de entrar y medité la estrategia a seguir en el paso obligado por ese lugar ( acordándome de aquel empresario textil que dicen se aparecía por las noches bajo el viejo árbol llorando a gritos) – me dije: “pasaré corriendo a toda velocidad con la bicicleta por un lado aunque me sangren mis heridas ¡me vale!” y así lo hice, me preparé mentalmente para emprender una veloz carrera  arrastrando la bici brincona por un lado y soportando los dolores que casi me sangraban las heridas al rozar con la mezclilla de mi pantalón  y por traer la ropa mojada. En ese mismo momento tome aire, medí mis fuerzas y Solté  un grito con llanto a todo pulmón como el de un “kamikaze”  y arranqué a lo que daban mis piernas,  Con tan mala pata, que en la oscuridad, la bicicleta pegó en una piedra del tamaño de un melón que nos hizo rebotar a ambos, yo salí disparado para el lado derecho y la bici se fue para el izquierdo y precisamente derechita  al  tremendo árbol, chocando de frente y quedando tirada con las llantas girando justo en el sitio en donde dicen que se aparecía el catrín aquel, con mayor razón, solté el llanto que se perdía por el ruido de los pájaros que se habían alborotado por el choque con el árbol o por el ruido que hicimos la  bici y yo, ensordeciéndome casi, en ocasiones, volteaba para las casitas de los moradores del lugar angustiado con la esperanza de que alguna persona saliera en mi ayuda, pero no, los vecinos  se habían encerrado a piedra y lodo y no había poder humano que los hiciera salir ¡ya no pude más! esto era demasiado para mí, pensé que mi fin había llegado, me abandoné en el suelo de bruces dolido, tiritando de frío y presa del miedo, cuando de pronto, escucho la voz de mi madre y demás familiares que debido a mi tardanza ya se  habían organizado para salir en mi búsqueda, me levanté como regla todo adolorido y renqueando, corrí a abrazarme de mi madre y me refugié  en sus brazos derrotado por las emociones y la angustia vivida.

Todavía hasta estos días me queda el recuerdo grabado en mi memoria de esa aventura que tuve de niño.  Y sobre la historia que contaban los antiguos moradores de jauja sobre el aparecido, me queda todavía la duda, ¿sería verdad o sería mentira? Tal vez una segunda vuelta  a las ruinas de jauja en una noche de luna, desentrañe el verdadero misterio.

Como ves, ¿te animas  a acompañarme amigo lector?


Escríbeme no te limites

Miguelcb_tn@hotmail.com